“Bendita lesión que nos permitió cambiar”
El técnico de Carolina Marín confiesa que el grave percance les ayudó a recuperar la chispa para el objetivo olímpico
¿Carolina entrenadora? “No lo creo, no. Tiene demasiado carácter e ímpetu… no la veo trabajando para el desarrollo de otra persona”, responde Fernando Rivas, su técnico, en una charla organizada por el Comité Olímpico Español (COE) sobre lo que no se ve antes de una competición. Ese carácter y ese ímpetu han llevado a Carolina Marín, onubense de 26 años y vigente campeona olímpica, a cerrar 2019 en el top ten después de una grave lesión que la mantuvo lejos de las pistas durante siete meses. El 27 de enero se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha en la final del Master de Indonesia, el 29 pasó por el quirófano y el 5 de febrero estaba entrenándose a la pata coja en el Centro de Alto Rendimiento (CAR).
No disputó el Mundial de Suiza en agosto, volvió a competir en Vietnam el 11 de septiembre. Desde entonces ha ganado tres torneos (China, India e Italia) y ha sumado 4.000 puntos. Antes de viajar a Vietnam había caído hasta el número 26 del ranking; ahora ha vuelto a entrar en el top ten. El objetivo es llegar a mayo como cabeza de serie para el sorteo de los Juegos de Tokio, donde quiere repetir el oro que consiguió en Río 2016. “Eso es lo que me mueve, lo que me hace estar aquí a las 7 de la mañana”, contaba allá por febrero, cuando todavía andaba con muletas y con la rodilla hinchada y morada.
¿Los 4.000 puntos y las victorias en tres torneos estaban dentro de lo que tenían planeado? “No. La vuelta ha sido mucho mejor de lo que esperábamos. Ha habido dos extremos: el comienzo en Vietnam, que fue un auténtico desastre en el que ella no sabía cómo responder y yo no supe cómo ayudarla desde el banquillo, una frustración total de los dos; y China, donde jugó increíblemente bien la mitad del torneo [el que ganó, la primera victoria desde la lesión]”, contesta por teléfono Fernando Rivas.
“Yo no había hecho cálculo de puntos. A mí me importaba que la rodilla respondiera bien y centrarnos en la tarea, era la única manera de tirar para adelante. Pero después de ganar en China cambió el chip: ‘se acabó, ya no me voy a contentar con jugar bien, ya vamos a ganar, porque podemos ganar’, me dije. Sin embargo, también empezó a jugar menos bien. Resulta que en el Open de Francia [finales de octubre] acabó con molestias y tuvimos que cancelar Alemania. Luego fuimos a China de nuevo, se puso mala, y tuvo que retirarse y cancelar la semana de entrenamientos en China y el Open de Corea. Ha sido un trimestre movido, de muchos altibajos”, añade antes de viajar [el pasado día 15] a Sierra Nevada, donde estarán concentrados hasta el 4 de enero, Nochebuena y Navidad incluidas. Marín ya tuvo vacaciones a principios de diciembre. Ahora tiene que preparar los tres torneos de enero, los que más puntos le pueden dar para el ranking: Malasia, Indonesia (donde se rompió el cruzado en enero) y Tailandia. Indonesia está subrayado con rotulador rojo desde hace meses, cuando, en plena recuperación de la lesión, Rivas animaba a Carolina: ¿Qué tal si volvemos allí donde te lesionaste y ganamos?
El objetivo es llegar a marzo al All England, considerado el Wimbledon del bádminton, como cabeza de serie: es decir, entre las ocho mejores. “Eso será en función de cómo vayan los torneos de enero, tiene dos finales que defender y son muchísimos puntos”, explica el técnico. En Sierra Nevada se concentró por primera vez la onubense en agosto. “Ese fue un experimento, estuvimos cuatro semanas, tomamos todos los datos sanguíneos necesarios para saber cómo se acopla a la altitud. La conclusión es que tiene una adaptación maravillosa, como para todo: es un portento genético. Así que ya sabemos cuántos días necesita en altitud para tener beneficios: un poquito menos de tres semanas. A partir de ahí, ya se genera una línea horizontal y no hay mejora, por lo que ya no es necesario estar sufriendo la altitud”, analiza Rivas.
El volante a 2.320 metros
Allí arriba, a 2.320 metros, el volante va más rápido y obliga a cambios de ritmo igual de rápidos. Han dividido los entrenamientos en varios aspectos tácticos. “La defensa la vamos a entrenar arriba porque, como el volante va más rápido, Carolina tiene que estar mucho más atenta para la defensa y para que los movimientos defensivos sean más rápidos. La construcción [de juego] y el ataque lo practicaremos abajo, en Granada, para que sean situaciones más realistas. Son cosas que tiene que aprender, los cambios de ritmo, el buscar mejores oportunidades de ataque, es donde nos están haciendo daño las contrarias y debemos mejorarlas”, explica el técnico, satisfecho por cómo ha ido respondiendo la rodilla.
La lesión, según confiesa, les ha ayudado a salir de la rutina. Llevan 13 años trabajando juntos. “Bendita lesión que nos permitió cambiar la monotonía hacia donde percibía yo que se estaba encaminando el entrenamiento. Pudimos dar un vuelco radical a eso. Son 13 años juntos, muchos, y es cada vez más difícil motivar a una chica que lo ha ganado todo”, detalla. “Durante los meses de recuperación hemos cambiado los patrones y hemos retomado cosas que nos habían ido bien y que dejamos de hacer porque las dábamos por descontadas. La lesión nos ha supuesto un reto, una novedad, ha surgido otra vez la chispa y dices: ‘hostia, ahora sí que sería épico ganar los Juegos Olímpicos’. Pues venga, vamos a ganarlos y te pones las pilas. Es como un reto extra cuando lo has ganado todo”, concluye. Tokio aguarda.
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