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LaLiga Santander jornada 16
Osasuna
Osasuna
Chimy Ávila 46'
1 1
Finalizado
Sevilla
Sevilla
Munir 10'

Noche eléctrica en El Sadar

Osasuna y Sevilla empatan en un duelo de sacudidas y alternativas, con golazos de Munir y Ávila

Alejandro Ciriza
Munir y Oier disputan el balón, este domingo en El Sadar.
Munir y Oier disputan el balón, este domingo en El Sadar.ANDER GILLENEA (AFP)

Sea por lo que sea, Osasuna y Sevilla se miden desde hace años a cara de perro y lo de anoche no fue una excepción. Tensión y de la buena en El Sadar, que vivió un fabuloso encuentro resuelto con un áspero apretón de manos, porque otra vez saltaron chispas y ni a unos ni a otros les quedaban aliento ni balas. Se vaciaron ambos, y el fútbol fue justo porque premió la buena voluntad de dos equipos que no escatimaron una sola gota de esfuerzo y gozan de una extraordinaria salud competitiva.

Tiene El Sadar ese aroma identitario de lo auténtico, de ese fútbol de antes. Es el estadio una jaula donde en un lapso mínimo de tiempo pasan siempre muchas cosas y donde todo transcurre a mil revoluciones. Disfruta en su hábitat Osasuna y tampoco le hace ascos a ese caos organizado el Sevilla, al que también le estimulan los duelos bravos y de pierna fuerte; asistía en Pamplona, además, como el mejor visitante de la Liga y con los calientes antecedentes del pasado, de modo que ambos se enzarzaron en el cuerpo a cuerpo sin remilgos ni temores. Desde el principio, a pecho descubierto.

Fue una noche de chispazos, de un toma y daca eléctrico y continuo. De rifirrafe entre los banquillos. Golpearon primero los de Lopetegui, gracias a un estupendo pase filtrado de Banega que Munir acolchó con un control orientado para batir luego con la rosca a Juan Pérez. Inclinó pronto el Sevilla a su favor, pero este Osasuna de Arrasate no vuelve la cara ni a tiros, y encima tiene un amuleto de oro en el guerrillero Chimy Ávila. El argentino, una suerte de Che Guevara futbolero, fue un incordio permanente. Peleó por encima de los límites y a los cuatro minutos avisó con un testarazo al travesaño. A la segunda opción, no perdonó.

En el tiempo añadido del primer acto, el artillero –seis dianas hasta ahora y seguramente más kilometraje que cualquier otro atacante del campeonato– reventó el balón con la derecha y Vaclik ni la olió; como intermediario, el tacón del bregadísimo Adrián, que había sustituido a Marc Cardona después de un susto tremendo al quedar emparedado en una acción aérea entre dos rocas, Diego Carlos y Koundé, y tener que abandonar el césped en camilla rumbo al hospital. Se quedó helado El Sadar, pero solo unos pocos minutos. Después, más carbón a la caldera, más Chimy. La combustión.

Al partido se le fue poniendo cada vez más color rojillo. Al empate se le unió el empujón anímico de una grada incombustible y la doble irrupción de Rubén García, futbolista de zurda fina que aparece casi siempre con peligro. Primero rozó el poste izquierdo en un sutil golpeo de falta y después despertó a la cepa del otro después de acomodar un balón aparentemente inocuo que había nacido horizontalmente en la banda derecha. Osasuna se relamía, pero en un abrir y cerrar de ojos el escenario cambió. Su capitán, Oier, entró ingenuamente cuando ya había sido amonestado y Estrada Fernández, pejiguero toda la noche con el equipo local, le envió al vestuario con media hora aún por delante.

Entonces, el Sevilla se rearmó y Chicharito siguió enredando. Primero se encontró en un mano a mano con Juan Pérez que el portero –relevo circunstancial de Rubén y Sergio Herrera, lesionados– achicó como si fuera un veterano, y después volvió a desafiar en una acción que de entrada el colegiado señaló como penalti. El mexicano cayó al verde, pero el meta había tocado el balón previamente y el VAR enmendó el error. A partir de ahí, Osasuna se parapetó en su rocosidad y los de Lopetegui ejercieron el acoso. En la recta final, Dabbur lamentó un tiro al poste y el pulso se cerró con tablas en una velada sin respiro en El Sadar.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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