Griezmann y el romanticismo
La carrera de un futbolista profesional es muy corta, y en ese tiempo cada uno debe tomar las decisiones necesarias para intentar conseguir sus metas
Gritos injustificables. Ya hemos aceptado que el fútbol actual poco se parece al de antes. La pasión, tradición y el romanticismo de antaño ha dejado paso al show, negocio y fugacidad de la actualidad. El fútbol de hoy va mucho más rápido, tanto en el campo como fuera de él. Los partidos se multiplican y no da tiempo a analizar ni la derrota ni la victoria. El paso de los entrenadores por los banquillos puede ser tan corto que ya es una profesión de riesgo y evidentemente de inestabilidad. Y los jugadores pasan de ser amados a odiados en cuestión de días; por su rendimiento o por sus acciones. Y también por sus salidas, como le ha pasado a Griezmann que dejó de ser ídolo colchonero para ser no solo rival, sino enemigo.
Su salida no sería la mejor, pero el desearle la muerte está injustificado. Al igual que hemos aceptado todo lo demás del fútbol moderno, también deberíamos de asimilar o asumir que ya no hay jugadores que antepongan un club a su propia carrera, que por otra parte, ¡es muy respetable! Pensemos que la carrera de un futbolista profesional es muy corta, sobre unos 15 años, y en ese tiempo cada uno debe tomar las decisiones necesarias para intentar conseguir sus metas. A los aficionados siempre les quedará el saber que unos se irán, pero otros llegarán. Aprendamos a disfrutar y a animar a los que tenemos durante el tiempo que estén comprometidos.
Messi, un privilegio. Seis balones de oro son pocos para un Leo Messi que ha iluminado, y sigue iluminando con la misma intensidad, el fútbol internacional desde hace más de diez años. Y no es que no haya habido otros grandes jugadores (Xavi, Iniesta, CR7...) pero es que lo que hace el argentino diariamente no lo volveremos a ver nunca. Somos unos privilegiados por vivir en su tiempo y también porque su tiempo sea este, en el que podemos ver y volver a ver las veces que queramos todas sus acciones, sus pases, sus goles. Es el mejor en todo y su inteligencia futbolística le convierte en genio. Todos, absolutamente todos, deberíamos de admirar y apreciar cada uno de los minutos que le queden de carrera. Que sean muchos, ¡muchísimos!
El Balón de Oro femenino y el desconocimiento. Y en el apartado femenino Megan Rapinoe puso el broche de oro a un año fantástico, Mundial, Bota de Oro y mejor jugadora del campeonato, The Best y ahora también el Ballon d’Or. Ha sido determinante en el Mundial y, probablemente, el premio es merecido, pero no olvidemos que se lo lleva valorando lo que ha hecho en siete partidos, algo muy injusto para el resto de mujeres futbolistas y algo impensable en el fútbol masculino. Pero más injusto es ver el resto de nominadas, o más bien las que no aparecen entre las finalistas al galardón. Y esto es un ejemplo más del camino que nos queda y el desconocimiento que todavía existe. Quienes votan no conocen con profundidad el fútbol femenino ni sus jugadoras, y solo las más conocidas, las que tienen más nombre o más seguidores en redes, reciben el reconocimiento. Todavía nos queda camino que recorrer.
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