Solo Dybala frena al Atlético
El talento argentino sorprende de falta a Oblak y da el triunfo a la Juventus ante un conjunto rojiblanco que recuperó su esencia y ofreció su mejor versión
Solo una genialidad de Dybala pudo con un gran Atlético en Turín. Nada que ver con el equipo timorato que en el mismo escenario hace ocho meses se derrumbó acobardado. Quizá fue el mejor partido que se le recuerda a los de Simeone en mucho tiempo. Primero gobernó a través de la defensa de los espacios y después con la pelota. No concretó con goles su superioridad, pero se lleva en el zurrón un repaso a la Juve, que quedó miniaturizada y agarrada al viejo catenacciopara defender su renta. A Sarri, distinguido señor de los banquillos por lo que sus equipos proponen con el balón, no le quedó más remedio que contemplar cómo su equipo tuvo que desempolvar su traje más italiano. El ambicioso Atlético le quitó la pelota a sus jugadores y los acogotó hasta amedrentarlos y reducirlos. La derrota obliga al Atlético a ganar en la última jornada al Lokomotiv, pero se fue reforzado por su autoritaria actuación.
Simeone configuró el que considera en estos momentos el equipo más sólido posible para afrontar a un contrario de la altura de la Juventus. Apeló al forraje del cuatrivote con Thomas y Herrera de anclas y Koke y Saúl en los costados. El partido midió esa idea que tanto anhela y le seduce, con los dos canteranos de volantes metiéndose al medio para limpiar la autopista a Trippier y a Lodi. Una vez que afinaron el pie Herrera y Koke, el plan derivó en ese Atlético que se añoraba a sí mismo en esta clase de citas. Pétreo, solidario, cartesiano en la defensa de los espacios y sin pestañear ante los intentos del rival de quebrarle llevando la pelota de bota a bota y de lado a lado. Un Atlético gremial, un equipo corto que ahogó la salida fulgurante de la Juve.
Muy coordinado en la defensa en campo propio, también tuvo momentos el equipo de Simeone en los que se estiró por las bandas con sus dos laterales. Arriba esperaron sus centros Morata y Vitolo, estabilizados como pareja tras la lesión de Diego Costa. El nueve le ganó algunos balones largos a De Ligt y le dio continuidad al juego con descargas fáciles y carreras que estiraban a un conjunto que mandaba y persistía en su crecida. En ese control del Atlético, Herrera volvió a manifestarse como el centrocampista de más empaque para limpiar las jugadas con cintura y pase. El envalentonamiento colchonero también derivó en una ambiciosa presión adelantada que atascó al campeón italiano en las salidas que monopolizaba Bonucci.
La Juve operaba rozando ya la desesperación porque no encontraba medio recoveco por el que progresar. Sarri volvió a no disponer un tridente con Cristiano, Higuaín y Dybala. Este fue el elegido para acompañar al divo portugués, tocado en el orgullo por las críticas que ha recibido por su espantada tras ser sustituido hace dos semanas ante el Milan. Aburrido, se fue de la banda izquierda para pasar a la derecha, donde tampoco entró en combustión. Cuando se metió en el área para buscar el remate se encontró con Felipe, que le mantuvo a raya a fuerza de anticipaciones.
La Juve quedó a expensas de la imaginación y el arte de Dybala. Su primer gran detalle fue una pelota pinchada y orientada que desvencijó a Trippier. El segundo arabesco se lo endosó a Mario Hermoso, que se comió un caño de tacón en una esquina. Su siguiente acción ya fue la definitiva. Hermoso cometió una falta lateral inocente, casi pegado a la línea de fondo y próxima al costado izquierdo del área de Oblak. La genialidad del talento argentino fue rotunda. Se esperaba el centro y lo que se sacó fue un zurdazo por alto que Oblak se tragó. Tan bueno fue el golpeo como injusto que el Atlético se fuera al descanso con un gol en contra.
Aguijoneado, no cambió su versión. Incluso subió un punto las revoluciones. Encajonó a la Juve, quebrada y anulada por el empuje de su rival. Tardó casi un cuarto de hora el equipo de Sarri en cruzar el medio del campo. Fue tras una pifia de Hermoso, fuera de punto en varias acciones, que dejó solo a Cristiano a la carrera. Ahí se vio el paso del tiempo. No hace mucho esa carrera hubiera sido definitiva, pero su recorte para perfilar el disparo fue una maniobra de un jugador que mantiene el cañón, pero no la chispa.
A ese Atlético mandón y rebelado contra el aura y la púrpura de su rival, solo le faltaba más finura en los últimos metros. Simeone soltó a João Félix por Vitolo, a Correa por Herrera y a Lemar por Lodi. Se expuso sin temores a una contra que no se dio. No cejaron los futbolistas de Simeone en su empeño. Morata no empujó a puerta vacía por medio dedo una buena combinación entre João Félix y Correa. Ahí murió ya el partido, con el Atlético de pie.
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