Aíto, toda una vida
Víctor David López ilumina las seis décadas del hombre que ha creado escuela en el baloncesto español
Jugador, entrenador, general manager, mentor, ideólogo, maestro y, en muchos aspectos, visionario. Aíto García Reneses lleva una vida entera dedicada al baloncesto, un deporte en el que sigue dejando huella, éxitos, ideas, alguna que otra espina clavada como la Copa de Europa, el título que más se le echa en falta, y un caudaloso relato.
El Estudiantes de su amigo de toda la vida Vicente Ramos, el Cotonificio del kárate-press, el Joventut de Andrés Jiménez, el Barcelona de Epi, Solozábal, Sibilio, Norris y otra vez Jiménez, el Joventut de Rudy Fernández y Ricky Rubio, al que hizo debutar como profesional con 14 años y 11 meses, de nuevo el Barcelona en el que explotó el imberbe Pau Gasol, la selección de la primera plata olímpica en Pekín 2008, su periplo, ya sesentón, por Málaga, Sevilla, Las Palmas de Gran Canaria y el más reciente, inesperado y quién sabe si último en Berlín. No hay un rincón en el baloncesto español por el que Aíto, de una u otra forma, no haya transitado. En todos ha dejado su impronta. No hay tertulia o debate en que su nombre no salga a relucir.
Son inagotables sus andanzas desde que empezó a jugar al baloncesto en la legendaria pista del colegio Ramiro de Maeztu, la Nevera, y desde que se retiró como jugador cuando tenía 26 años en el Barça. Y ahora, con 72, prosigue en Alemania su dilatadísima carrera como entrenador. Resulta esclarecedor el ágil y meticuloso relato de Víctor David López en Aíto García Reneses, Seis décadas de baloncesto total (Editorial DQ).
“Aíto es una leyenda, fui muy afortunado de tenerlo como entrenador”. La sentencia de Ricky Rubio la pueden suscribir numerosos jugadores y los incontables entrenadores a quienes ha influido. No le faltan detractores, pero ha conseguido crear escuela. En palabras del exinternacional de la Penya y el Barça, Rafa Jofresa: “Aíto siempre ha ido un paso por delante de muchos otros”. José Vicente Arnaiz, periodista de Radio Nacional, lo compara certeramente con el coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad, “por su aire casi hierático en el banquillo, distante, como mirando más allá de las cosas”.
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