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Columna
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La batalla contra uno mismo

Es fantástico lo que han conseguido Cazorla, Canales o Asenjo. Han vencido a las lesiones gracias a la constancia. Y eso tiene muchísimo mérito, más de lo que cualquier persona se pueda imaginar

Jordi Cruyff
Cazorla, durante un partido de esta temporada con el Villarreal.
Cazorla, durante un partido de esta temporada con el Villarreal.GETTY

A los 21 años tuve que pasar por el quirófano por una lesión de menisco en la rodilla derecha, y por desgracia la operación no salió bien. Es más, tuve dos retiradas. La primera fue extraña, por inesperada. Apenas tenía 30 años y había terminado la temporada 2003-04 disputando 30 partidos con el Espanyol. Por contrato podía haber seguido otro año, pero decidí ir al Bolton de la Premier League, entonces entrenado por Sam Allardyce. Sin embargo, cuando viajé a Inglaterra para firmar, no pasé las pertinentes pruebas médicas. No sólo no las superé, sino que me advirtieron de que mi lesión pintaba tan mal, que lo más normal es que no volviera a jugar. Me quedé sin equipo y en estado de shock.

Es cierto que tenía unas ligeras molestias, aunque nunca me imaginé que tendría que dejar el fútbol así como así, en un abrir y cerrar de ojos. Mi cabeza aún no estaba preparada para retirarme, por mucho que los expertos insistieran en que mi cuerpo sí lo estaba. Decidí no rendirme. Y me empeñé en poner el punto final a mi carrera a mi manera, en paz con mi cabeza, jugando en un equipo, despidiéndome en el césped, no en una sala de hospital. Así que dediqué los dos siguientes años a mejorar. La hinchazón de rodilla, los antiinflamatorios y las bolsas de hielo se convirtieron en mi rutina diaria. Me sometí a tratamientos de cartílago articular que comenzaron a surtir efecto y me vi con opciones de volver. Eso sí, entendí muy pronto que no podía competir al mismo nivel que antes.

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Por esa razón fiché por el Metalurg Donetsk de Ucrania. En ocasiones no podía permitirme entrenamientos intensivos, debía dosificarme y opté por retrasar mi posición para jugar de central. Gracias a aquello, logré retirarme tiempo después en el Valletta de Malta con la conciencia tranquila y la sensación del deber cumplido. Por eso creo que es fantástico lo que han conseguido Santi Cazorla, Sergio Canales o Sergio Asenjo. Han vencido a las lesiones gracias a la constancia. Y eso tiene muchísimo mérito, más de lo que cualquier persona se pueda imaginar.

Cuando has estado fuera tanto tiempo, la sensación de volver a jugar es indescriptible. Das importancia al simple hecho de disfrutar del balón y te olvidas de cosas que antes te estresaban. Disfrutas de cada segundo. Es la culminación victoriosa de una batalla durísima contigo mismo, de tu mente contra tu cuerpo. Me impactó ver las imágenes del talón de Aquiles de Cazorla, conocer su particular calvario y no puedo estar más contento por él, porque sé perfectamente que ha pasado por varios estados de ánimo: de la alegría de debutar en Primera División y lograr éxitos con el Villarreal y el Málaga, a triunfar en el Arsenal, lesionarse, luchar por regresar y, sin rendirse, volver a brillar en su equipo de siempre y reengancharse a la selección española. Está viviendo el final feliz que se merece.

Cierto es que, por desgracia, no todas las historias pueden tenerlo. También lo es que no todos los jugadores están preparados para dejar el fútbol, y su día a día es muy difícil. Siempre aparecen las mismas preguntas cuando las dolencias les atormentan y les empujan hacia la despedida. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué yo? Son situaciones incontrolables en las que la fortaleza del entorno, familia y amigos es básica. Es necesario que estén a tu lado y te recojan, porque la caída en ese momento puede ser vertiginosa.

En mi caso tuve mucha suerte. Mi padre estuvo a mi lado y me aconsejó que hiciera una carrera universitaria y estuviera así preparado ante cualquier desgracia. Me llenaba todo ese apoyo, fue uno de mis pilares cuando veía que podía retirarme sin estar mentalizado.

Siempre hay momentos en los que quieres tirar la toalla, pero sigues por esa fe improbable que te inspira el amor por el fútbol, por esos momentos breves de felicidad suprema registrados en tu memoria. En mi caso, posiblemente los instantes más felices los tuve en el Alavés que alcanzó la final de la UEFA. Allí recuperé el gozo por este deporte y la magnífica sensación de sentirme bien. Es uno de los recuerdos más bonitos que he tenido como profesional. Fui feliz en el club, en el vestuario, con los compañeros, paseando por Vitoria… Por esas vivencias, por esas sensaciones, por esos partidos, todos queremos volver. Y siempre vale la pena librar esa batalla imposible contigo mismo.

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