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Annemiek Van Vleuten logra el oro en la prueba femenina

Países Bajos ocupa los dos primeros peldaños del podio del Mundial de ciclismo

Jon Rivas
Annemiek van Vleuten (c) celebra su victoria.
Annemiek van Vleuten (c) celebra su victoria. Tim Goode (AP)

Annemiek Van Vleuten también circulaba en solitario por los bosques que rodean Río de Janeiro, en la prueba de ruta de los Juegos Olímpicos en 2016. Era un 8 de agosto. Tenía todas las papeletas para ganar la prueba y recoger los honores de ser campeona olímpica, pero en una curva, en descenso, trazó mal, quiso rectificar y tocó el freno, perdió el control de su bicicleta y chocó de bruces contra el bordillo. Quedó inmóvil mientras paraban los coches para atenderla. Perdió el conocimiento, fue ingresada en la UCI y se rompió tres vértebras. Cuando se recuperó escribió en twitter: “Saber que esta oportunidad es solo una vez cada cuatro años no hace lo hace nada fácil". Ese día nefasto, Van Vleuten lucía en sus orejas unos pendientes de oro.

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En la prueba femenina del Mundial, llevaba los mismos pendientes. A falta de dos kilómetros, le pidió al cámara de televisión que acercara el objetivo. Los señaló primero, después los acarició. No es supersticiosa. Esta vez sí, ganó en solitario.

El Mundial femenino no dio pie a las sorpresas, salvo en el tiempo, porque se esperaba lluvia y lució el sol. En la carretera, sin embargo, no ocurrió nada que no estuviera previsto. La selección neerlandesa, una de las potencias mundiales, dominó sin estrecheces, incluso con comodidad, si en un deporte como el ciclismo, en el que hay que pedalear durante 149 kilómetros, se puede decir que las corredoras van cómodas en algún momento. Son maneras de verlo.

La selección oranje lo vio claro enseguida. No se había disputado ni un tercio de la carrera, cuando los maillots naranjas comenzaron a brillar en la parte delantera del pelotón, mano a mano con las componentes de la delegación estadounidense. Quisieron hacer dura la carrera, tenían un propósito: descolgar al resto de las favoritas; crear un grupo de élite que se disputara el título y el maillot arcoiris, conseguir que fuera uno de los dos himnos, el Het Wilhelmus, de los Países Bajos, ese que en su letra dice eso de que, “al rey de España he honrado”, o el Star Spangled Banner, la bandera adornada de estrellas, el que sonara en el podio de Harrogate.

Fueron las neerlandesas las que pusieron más empeño. En la colina de Lofthouse, a cien kilómetros de la meta, un estirón de Annemiek Van Vleuten, dejó reventado al pelotón. La corredora que cumple 37 años el mes próximo, supo en qué momento debía asestar el golpe, y lo hizo tan bien que resultó definitivo. La neerlandesa consiguió que el grupo se fraccionara. Cuando quedaba mucha carrera por disputar, tras ella, a menos de un minuto, circulaba un grupo reducido; detrás, cada vez más lejos, el pelotón de los desesperanzados, en tierra de nadie, sin propósitos ya en pocos kilómetros, dejándose llevar hacia la meta.

Van Vleuten, que fue campeona del mundo contrarreloj en 2017 y 2018, y fue bronce hace unos días por las mismas carreteras, supo manejarse con maestría en solitario, sin apenas mirar atrás, mientras su compatriota Anna Van Derbreggen, que defendía el título conseguido el año pasado, atemperaba los ánimos del grupo perseguidor y neutralizaba las tentaciones de sus rivales por perseguir a Van Vleuten.

La nueva campeona del Mundo consiguió aumentar su diferencia hasta unos límites que, mentalmente, les hicieron mucho daño a sus perseguidoras, que a falta de muchos kilómetros por disputar, sabían ya que sólo la plata y el bronce estaba a su alcance. En el tramo final, cuando el oro estaba claro para Van Vleuten, atacó su compañera Van Derbreggen. Su cañonazo propició que la estadounidense Chloe Dygert –oro en la crono–, se descolgara de la australiana Amanda Sprat, que con su tercer lugar impidió que repitieran en el podio las tres corredoras que se repartieron las medallas en la competición individual.

Las españolas no pudieron pelear por las medallas, llegaron escondidas en el pelotón. Mavi García fue vigesimoquinta, y Ane Santesteban vigesimosexta, en el grupo principal, a 5,20 de la ganadora. Eider Merino llegó unos segundos después.

Al final sonó el himno del rey Guillermo, que ya lo iba tarareando Annemiek Van Vleuten, doce años mayor que la subcampeona, desde muchos kilómetros antes. “No estaba planeado irme sola, quería endurecer la carrera”, apuntó al final. Pero rompió la carrera, se fue sola y cerca de la meta, se acarició los pendientes de oro. Los de Río de Janeiro.

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