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Valverde gana en el muro, donde Superman vuelve a vestirse de rojo

Victoria del campeón del mundo tras una subida de 15 minutos que selecciona a los cuatro magníficos de la Vuelta

Carlos Arribas
Valverde deja clavado a Roglic en los últimos metros.
Valverde deja clavado a Roglic en los últimos metros.Photogomez Sport

La etapa atraviesa la Sierra de Espadán, agreste entre pinos que sobreviven agarrados de las laderas, como se agarran a la carretera para sobrevivir los ciclistas, que lanzados por el Movistar impaciente, sufren camino de una subida implacable, donde la Vuelta del 19 empieza a decidirse.

Valverde gana en la cima de una ascensión que es un muro de cuatro kilómetros, y Superman, como sabía, recupera el maillot rojo, la tercera vez que le toca estar arriba en el tiovivo que no para. Con Nairo y Roglic forman el grupo de los cuatro magníficos, los que la séptima etapa ha seleccionado para que de entre ellos salga el ganador.

Viendo arder el Amazonas, Siberia y el Ártico dicen los científicos que estamos entrando en una nueva edad geológica, el piroceno, y el ciclismo impaciente levanta la mano con un ya lo sabíamos, y aquí están nuestros jóvenes casi niños que llegan quemando etapas, con prisa, que el mundo se va a acabar, y están en la Vuelta, donde un día, el jueves, vuela Pogacar, que aún no ha cumplido los 21, y otros, lunes, miércoles, viernes, en días alternos, lo hace Superman, que tiene 25 años, pero que asombra en las grandes ligas desde los 21.

Pero cuando en el cemento antiguo, vertical y resquebrajado de Mas de la Costa, ataca Valverde, Pogacar ya está perdido y Superman le mira y se aparta, y luego bautiza, admirativo, la acción fulgurante del campeón del mundo, y la llama "la disparada". Valverde le mira, y sonríe, agradecido, como, en el espíritu de armonía y conciliación que reina en su Movistar le agradece a Nairo su trabajo. Tiene casi 40 años, como no hace más que recordar en dos de cada tres frases que pronuncia, y se autotitula "el abuelo del pelotón", y llega del pleistoceno, de cuando ellos estaban recién destetados, y él también ya era un joven pirómano, como ellos, como también lo fue Nairo, 10 años más joven, que se siente fuerte y tira y tira, a tirones sube, analítico y sabio, con cambios de ritmo de su cuerpo pequeño y ligerísimo, y su motor que se revoluciona y no se quema. Su fuerza decide quiénes pueden ganar la Vuelta. Su ritmo alegra a su compañero Valverde, que mide y calcula y a 200 metros dispara, y triunfa, y Nairo dice: "Cuando ve la meta, Alejandro se transforma y hace lo que sabe hacer mejor, ganar". Y Valverde, como un niño caprichoso, feliz en el jijí jajá del ambiente: "Me apetecía muchísimo ganar esta etapa"

La subida son 15 minutos, una explosión que Superman, hombre de largo aliento, dice que no le va bien; que Roglic resiste tranquilo, es su medida; que Valverde, el hombre del muro de Huy y del muro del Infierno de Innsbruck, aprovecha, porque son su goce, y que Nairo trabaja. El domingo, en Andorra, Superman dice que será su día; el martes, la contrarreloj de Pau, será el día de Roglic. Valverde, el Bartali del siglo XXI, no duda que su día también llegará. El italiano ganó dos Giros y dos Tours con 10 años de diferencia, y con una guerra entre medias. Valverde ganó la Vuelta de 2009 y dice: "Ganar la Vuelta con 10 años de diferencia sería la leche".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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