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El Tour nunca llegó a Tignes

La tormenta subraya el fin de las esperanzas francesas: Pinot abandona y Alaphilippe pierde el amarillo en el Iseran

Carlos Arribas
Una máquina retira los restos de la granizada cerca de la meta.
Una máquina retira los restos de la granizada cerca de la meta.Thibault Camus (ap)

Pinot lloraba triste porque nunca llegaría a Tignes. No sabía aún que no solo él, que abandonó con un muslo desgarrado al comienzo de la etapa, sino que tampoco el Tour llegaría a la estación de esquí en la que la carrera se tendría que decidir.

Shakespeare metía tormentas, vientos despiadados y árboles derribados en mitad de sus tragedias para anunciar la llegada de los momentos decisivos; la tormenta del Tour no anticipó la tragedia, la subrayó con tintes oscuros. Poco después de Pinot, Alaphilippe, su falso hermano, dejó de ser líder. Los atacantes diarios estaban acabados. Un Tour diferente era imposible, como todos, los fatalistas, suponían. Pinot, quinto en la general, depositario de las esperanzas locales, llevaba dos días lesionado en el muslo: su abandono no sorprendió a nadie; el fin de la maravilla de Alaphilippe, el hombre del derroche cotidiano, también se preveía: el ataque de Egan Bernal simplemente lo confirmó.

Poco después del mediodía el cielo negro negro se rompió sobre Val d’Isère, a 20 kilómetros de la meta, y descargó entre truenos y rayos una granizada que desbordó torrentes, provocó corrimientos de tierras e inundó la carretera por la que los ciclistas deberían pasar al final del descenso del Iseran, el coloso. Pasar por allí en bicicleta era imposible. El Tour no tomó una decisión rápido esperando que los bulldozers en acción limpiaran la carretera. Solo cuando veloces Bernal y Simon Yates, descendían el Iseran en pareja por delante de todos, el director de la carrera, Christian Prudhomme, tomó la decisión. No había tiempo de liberar el paso. La etapa terminaría en la cima del Iseran, donde se tomarían los tiempos para fijar la clasificación general, y no tendría ganador oficial. A Tignes, donde están sus hoteles, los ciclistas llegaron bien abrigados en los coches de sus equipos.

Egan Bernal, durante la etapa de este viernes.
Egan Bernal, durante la etapa de este viernes. Thibault Camus (AP)

Por la cima pasó el primero Egan, que sumó por ello 8s de bonificación, con 50s sobre Thomas y 2m 7s sobre Alaphilippe. En la general es líder, con 45s sobre el francés y 1m 3s sobre el ganador del 18. Al Tour le quedan dos etapas, una de montaña dura y un paseo por París.

Es la primera vez en la historia del Tour que una etapa ya iniciada no llega a meta. En 1982 se anuló por una huelga una contrarreloj por equipos, pero cuatro días más tarde se organizó una nueva en una ciudad diferente. En 1996, se anuló justamente parte del recorrido de una etapa que partía del mismo Val d’Isère porque sobre el Iseran, el mismo Iseran de 2.770 metros, había caído una gran nevada. En coche, los corredores se fueron a 46 kilómetros de la meta de Sestrières, y de allí partieron.

A Tignes llega Michael Rasmussen y se le pone la piel de gallina y la mirada parece melancólica más que nada cuando llega y ve el lago gris y la rabia triste le mata cuando busca y no encuentra su nombre en el libro de ruta, que relata en el capítulo de cada meta los ganadores que allí hubo en el pasado. A Tignes, según el libro, nunca llegó el Tour.

“¡Qué hipocresía! Piensan que borrando los libros de historia borran la historia”, dice Rasmussen que nunca había vuelto a Tignes, donde en 2007 ganó la etapa superdestacado y comenzó a ganar un Tour del que le expulsarían con el maillot 10 días después, pasados los Pirineos. La decisión de retirarlo la tomó su propio equipo, el Rabobank, impelido por el Tour, que quería, como siempre, lavar su imagen. Rasmussen era un mentiroso, dijeron. Decía que estaba entrenándose en México cuando en realidad estaba en los Dolomitas y quería engañar a los inspectores del antidopaje.

El Tour sella aún más el dominio de su relato permitiendo a todos aquellos que han vestido al menos un día el maillot amarillo pasarse por su stand en el village de salida y firmar un maillot simbólico de los 100 años que cumple. “Pero a mí no me dejan. Como si no hubiera sido nunca líder del Tour”, dice Rasmussen, que trabaja para un diario danés con análisis y comentarios de las etapas y recuerda cómo aquella etapa de Tignes reveló por primera vez en el Tour el gran talento de Alberto Contador, quien regresó al grupo de los favoritos tras haber sufrido un pinchazo. “Y se llevó el Tour Alberto”.

El nombre de Rasmussen sigue figurando en los archivos oficiales de la Unión Ciclista Internacional (UCI), que sí que borró el nombre del español Iban Mayo, segundo en la etapa de Tignes, y Valverde fue tercero, y positivo por EPO unos días después.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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