¿Dopaje? Por favor, somos futbolistas
Un estudio entre 1.000 jugadores españoles revela que el 97% no conoce la lista de sustancias prohibidas
Un estudio dirigido por el profesor y técnico ciclista Mikel Zabala revela que dentro de los millones de preocupaciones que pueden acechar en el cerebro de un futbolista, el dopaje puede ser la menor. Los futbolistas españoles confiesan abiertamente que ni saben de dopaje ni les interesa saber. Suspendieron un examen en el que los ciclistas habrían sacado un 10. Dicen los futbolistas, y dejan traslucir cierto aire de superioridad, que el dopaje es cosa de ciclistas y de atletas, que a ellos sí que los persiguen, que se preocupen ellos.
De las respuestas de los más de 1.000 futbolistas españoles de toda edad, género y condición que participaron en la investigación, en la que también intervinieron el fisiólogo Jaime Morente y el psicólogo Thomas Zandonai, se concluye que el 97,4% de los futbolistas españoles no conocen la lista de sustancias prohibidas, que el 95% no sabe lo que significan las siglas AMA (Agencia Mundial Antidopaje), que casi la mitad usa suplementos energéticos y que un 5% ha consumido, sin saberlo aparentemente, sustancias dopantes. “El 87,2% de los miembros del staff técnico de los equipos reconocen que hay diferencias de trato en el deporte, con el ciclismo considerado como el más afectado, y el fútbol y otros deportes de equipo como los menos”, se lee en el estudio, publicado en el Journal of Science and Medicine in Sport. El documento ha llegado a los responsables de la AMA, que consideran que las conclusiones son preocupantes y rápidamente han dado un tirón de orejas público a las autoridades españolas, a las que llamarán, dicen, para que se pongan a trabajar en el problema.
“Pero los ciclistas harían mal si leyendo este estudio concluyen que ellos son unas víctimas del sistema y que el mundo es injusto con ellos”, dice Zabala, quien, además de profesor e investigador de la Universidad de Granada, es el responsable del área de rendimiento (entrenadores) del Movistar. “Hay que trabajar para que el mundo del fútbol se tome en serio el problema, y no pensar que habría que empezar a tratar a los ciclistas como a los futbolistas”.
El lema oficial es que en el fútbol el dopaje no da ventajas. En cada partido de Primera pasan control dos jugadores por equipo. En cada etapa del Tour, al menos media docena de ciclistas.
Los ciclistas llevan años lamentando la diferencia de trato: un futbolista da positivo, y para la afición es un mártir, una víctima de oscuras conspiraciones; un ciclista positivo, en cambio, se siente maltratado por todos, y puede que la advertencia de Zabala llegue tarde. Los deportes minoritarios han emprendido para sobrevivir un proceso de futbolización en su forma de venderse y comunicarse, y lo primero que está haciendo es desactivar los asuntos de dopaje, un problema del que ya no se habla si no es en pasado. El mundo del Tour se parece cada vez más al mundo del fútbol, y a los ciclistas les gusta. Pasados nueve días del Tour del 19 aún no se ha preguntado a ninguno en ruedas de prensa o en zonas mixtas por algo relacionado con el dopaje. Y si alguien lo intentara el resto de los periodistas le miraría mal y el ciclista respondería que no entiende de qué le hablan.
Este movimiento lo tienen fácil: el uso obligatorio del inglés por parte de algunos equipos a sus ciclistas en las comparecencias públicas les ayuda a evadirse y a responder con monosílabos y frases hechas, como han visto que hacen los futbolistas tras los partidos, y han tomado nota. Aunque sufran como el pobre Ciccone, el italiano del equipo norteamericano Trek que en la zona mixta el día de su toma del maillot amarillo pedía a todos los medios que, por favor, le dejaran al menos responder una pregunta en italiano, que estaba cansado de repetir 20 veces la misma frase vacía en su inglés balbuceante.
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