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Peter ‘Hulk’ Sagan explota en Colmar

Victoria en sprint bárbaro del eslovaco la víspera de los Vosgos y la Planche des Belles Filles

Carlos Arribas
Sagan comienza a celebrar su victoria en Colmar.
Sagan comienza a celebrar su victoria en Colmar.Christophe Ena (AP)

Al mediodía, las ciudades despiden a los ciclistas, que se van con el Tour a otra parte y transforman las vallas que han delimitado la carrera en cercos para sus canchas de petanca bajo los plátanos. Los más audaces se han ido al amanecer casi a las cunetas de hierba suave y han plantado sus sombrillas y hamacas, que vuelan y derriban corredores a veces. Ven pasar el Tour, después ven el Tour por la tele. En las terrazas a la sombra comen los jugadores y después se tumban en el sofá para ver la etapa. Del sopor les sobresalta como una explosión y abren los ojos con el tiempo justo para ver a Sagan, de verde como siempre, haciendo el Hulk a 60 kilómetros por hora en la línea de meta, y dicen, “¡jopé! ¡Qué bárbaro!”

Ellos son el Tour.

La misma admiración incondicional, de aficionados con la boca abierta, que empieza a ganarse Alaphilippe, aún de maillot amarillo, la disfruta desde hace años Sagan, un imprescindible del Tour.

Las victorias de Sagan, sus exhibiciones de potencia bruta transformada en velocidad de pedaleo en décimas de segundo, forman parte ya de la rutina espectacular del Tour en los últimos ocho años, y con esta alsaciana de Colmar entre viñas de Riesling y pinot gris y colinas duras de asfalto áspero, ya son 12. Se esperan y se celebran, y cuando llegan tranquilizan a la gente del Tour, a la que no le gusta el Sagan serio y morugo de los días que no gana, desganado y sin ganas de chistes en la zona mixta. “Hay que entenderlo. Peter suele estar tenso los primeros días de Tour, solo más tarde se relaja y es más él. Y cuando gana ya cambia, claro”, dice su mánager, el exsprinter Giovanni Lombardi, también agente de Viviani el ganador del día anterior, quien los días inspirados es un oráculo infalible en las salidas de las etapas. “El Deceuninck va a dejar irse la fuga fingiendo que no quiere defender el maillot de Alaphilippe, así que los dos que quieren ganar la etapa, y la disputarán como una clásica, el Bora de Sagan y el Sunweb de Matthews, trabajarán a tope para llegar al sprint, donde ganará Peter, claro”, anticipa Lombardi cuatro horas antes de que suceda tal cual, y quien le oye se maravilla y hasta piensa que el italiano se cuela en las reuniones de los equipos y los espía y así sabe lo que van a hacer.

No es así, claro. Lombardi solo dice en alto lo que toda la gente del ciclismo sabe, una de las leyes clásicas: el mejor equipo es aquel que mejor sabe hacer que sean los rivales los que hagan el trabajo que a ellos más les conviene. O, dicho en su argot: antes de ponerte a comer de tu plato, come del plato del vecino. El ciclismo, el único deporte en el que los que trabajan lo hacen para los suyos y para los demás, que se aprovechan.

La prensa francesa, aún fascinada por la alegría de su Alaphilippe, el hijo del director de orquestina de salón de baile que toca la batería, que danza cuando pedalea y que sube a la carrera, de dos en dos escalones, la escalera que lleva al podio, le pide que ataque todos los días, que gane más tiempo, que llegue hasta el final de amarillo, o hasta dónde sea. El equipo responde casi como preguntando si se han vuelto todos locos. El Tour es largo, el Tour es inteligencia, el Tour es no gastar al equipo y a los corredores tontamente en etapas que no son nuestras: el Tour es también Enric Mas.

El Deceuninck no es el único que maneja la regla de que todo derroche innecesario conduce a la melancolía. Dan Martin, el irlandés, ha intentado dar menos pedaladas estresadas que nadie viajando casi siempre a cola de pelotón mientras los demás se pegan por ir en cabeza. Es una lotería –un corte, una caída delante, acaba con las esperanzas--que le salió bien a Pantani en el 98. Simon Yates pierde todos los días tiempo para estar más fresco el día que toque ayudar a su gemelo Adam.

El día puede ser este jueves: llegan Los Vogos y La Planche des Belles Filles. Se espera a todos y más que nadie a Egan Bernal, el colombiano de 22 años que estrena ruedas ligeras y parece que ha nacido en el Tour, así habla. “Es solo su segundo Tour”, dice su compañero de habitación, Castroviejo. “Pero aprende muy rápido. Ya sabe más que casi todos”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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