Hasta siempre, Ferrer
El alicantino cede contra el alemán Zverev (6-4 y 6-1, en 1h 12m) y cierra su carrera con 37 años, en una emotiva velada en la Caja Mágica de Madrid: “Me quedo con vuestro cariño, los trofeos son solo metal”
Se marchó David Ferrer (Xàbia, 37 años) como vino: exprimiendo hasta la última gota de energía de su cuerpo, jadeando, entregándolo absolutamente todo. En un adiós que ha durado meses, desde que anunciase que esta temporada sería la última y que en la Caja Mágica prestaría su último servicio, el alicantino se despidió de manera definitiva del tenis después de toda una vida, de 19 años en la élite. Se marcha Ferrer como quiere, reconocido dentro y fuera de la pista, por sus compañeros, por el aficionado, al grito eterno de ¡Feeeeerru, Feeeeerru, Feeeeerru!
Eran las 22.54 en el barrio de San Fermín, al sur de Madrid, cuando se le fue un revés largo y cedió definitivamente ante Alexander Zverev (6-4 y 6-1, en 1h 12m), elegante el alemán, reclamando al aficionado palmas para el guerrero, que se fundió en un abrazo con él y después se fue a la silla con los ojos vidriosos para procesar los últimos momentos. Repitiendo la liturgia de estos primeros meses del año, dejó su bandana en la t de la pista y escuchó al speaker recitar uno a uno sus logros. Se acabó, punto final. Precioso broche para un tenista ejemplar, modélico y entregado del primer al último día.
1.111 partidos, con un saldo de 734 victorias y 377 derrotas. 27 títulos individuales y tres Copas Davis, una final de Grand Slam (Roland Garros 2013) y otra de la Copa de Maestros (2007). Tres del mundo en su día, luchador como pocos y apreciado unánimemente porque tal vez no tuvo el glamour de Federer, el abanico de Djokovic, la dimensión competitiva de Nadal o la extraordinaria linealidad de Murray, pero jamás negoció un ápice de esfuerzo y durante un tiempo fue el mejor de los mortales, el más regular del segundo pelotón.
“Todos estamos muy tristes, eres el jugador más respetable que he conocido en mi vida”, le dedicó Zverev, que comenzó a remolque la noche y luego le endosó una serie de nueve juegos consecutivos. Perdió Ferrer, que el día antes había batido a Roberto Bautista y colgó la raqueta como deseaba hacerlo, sintiéndose competitivo, no jugando de prestado. “Nunca he podido conseguir un Grand Slam, pero he conseguido algo que llevaré para siempre en mi corazón: vuestro cariño. Al final, los trofeos son un trozo de metal”, dijo durante el parlamento final en la central madrileña, antes de ser agasajado por Manolo Santana y de ser manteado por sus amigos de toda la vida.
“Mi ilusión era esta, poder acabar así, de una manera buena. Me voy feliz y orgulloso”, prolongó cuando todavía no había abandonado la pista, después de brindarle un sentido discurso a su equipo –con Paco Fogués, su técnico, y Albert Molina, su agente, a la cabeza– y de reunirse con su esposa Marta y su hijo de un año Leo. Deseoso de pasar página, de pasar más tiempo en casa y de abordar nuevos horizontes, Ferrer se va sin estirar el chicle, de forma elegante, cuando su cuerpo le ha dicho basta porque las lesiones le han perseguido durante los dos últimos años y en algunos momentos no se reconocía. De disciplina espartana, espíritu combativo y excelente trato hacia los periodistas, figurará para siempre en las páginas de oro del tenis español.
Devoción por el tenis
“Es un seguro de vida, sabes que nunca te va a fallar”, le elogió hace unos días Nadal, uno de sus íntimos amigos en el circuito. “Soy un gran admirador de su ética de trabajo y personal. Ha sido muy sólido durante 20 años y siempre ha seguido siendo la misma persona. Jugamos muchos partidos y cayeron de mi lado, pero le veo a mi nivel, le miro de tú a tú”, valoró Federer. “Tengo un respeto tremendo por él como tenista y como persona. Se lo ha ganado. Su espíritu de lucha y su devoción por el tenis no tienen precedente y es triste verle dejarlo”, se unía Djokovic. “Se retira uno de los grandes tipos del circuito”, agregaba Juan Martín del Potro.
“Mi última rueda de prensa como tenista profesional…”, decía con melancolía ya de madrugada. “Físicamente ya no puedo jugar más de dos partidos al nivel que quería, y por eso se acaba ya mi etapa como tenista”, manifestó Ferrer, el cuarto jugador español con más trofeos, por detrás de Nadal (80), Santana (74) y Orantes (33). “Mañana la gente trabaja, y ver la pista llena como hoy… La realidad supera la ficción. He vivido muchas emociones gracias a mi deporte, pero esta despedida está a un nivel superior. Es la primera vez que pierdo y no me voy dolido con la derrota”, zanjó.
Se fue Ferrer por todo lo alto, donde él pretendía y junto a quien quería. Entre aplausos, loas y abrazos. Como un grande, como lo que es.
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