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Olazabal recuerda su primer Masters 25 años después: “Cuando gané sentí alivio, no alegría”

El golfista vasco rememora la chaqueta verde que logró en Augusta en 1994 y habla del aprendizaje que le ha dejado el golf

Juan Morenilla
Olazabal, en la Real Sociedad Hípica.
Olazabal, en la Real Sociedad Hípica.ULY MARTIN

Dos semanas antes del Masters de Augusta, José María Olazabal (Hondarribia, Gipuzkoa, 53 años) se entrena en la Real Sociedad Hípica, en Madrid. Cuando acaba la ronda, pasa por detrás de una fila de niños y niñas que practican el swing. El campeón de dos grandes se para junto a ellos y les dedica unos instantes para aconsejarles cómo golpear mejor. Es una demostración de lo que Olazabal llama “el amor por el golf”. Algo le recuerda a ese niño que soñaba con ganar el Masters de Augusta. Hace 25 años lo consiguió.

Pregunta. Y 25 años después, vuelta a Augusta todavía jugando. ¿Qué le dice eso?

Respuesta. ¡Que tengo mucha afición! Ha llovido mucho desde entonces. Los tiempos cambian, nos vamos haciendo mayores, pero sigo teniendo afición y ganas de jugar. Y en el golf con un cierto nivel puedes competir hasta entrada una edad. Como disfruto entrenando y jugando, aquí estoy, al pie del cañón todavía.

P. ¿Eso demuestra su amor por el golf?

R. Sí. Me encanta jugar, me encanta el reto que representa salir al campo cada día. Sí, sí, aquí estoy, con mucha ilusión todavía.

P. Miguel Ángel Jiménez dice que quiere devolverle al golf todo lo que le ha dado. ¿También usted siente esa deuda o cree que ya ha cumplido?

R. No he cumplido, al revés. Nunca podré devolver al golf lo que me ha dado. Me lo ha dado todo. Una carrera más que digna, dos grandes, un gran número de victorias... El golf me ha dado una forma de vida, de vivir. Siempre he procurado ayudar a quien me ha pedido consejo. De verdad, de verdad, no creo que pueda devolver al golf lo que ha hecho por mí. Ha sido mi felicidad. Momentos únicos y duros también. Siempre estaré en deuda.

P. Aparte de los éxitos, ¿cómo le ha formado como persona?

R. El golf ha sido mi mejor maestro en la vida. Me ha enseñado de todo: respeto, trabajo, espíritu de sacrificio… Te enseña que no hay atajos en la vida, que muchas veces, por mucho que trabajes, no consigues lo que quieres, que hay que perseverar…

Olazabal recibe la chaqueta verde en 1994 de Bernhard Langer.
Olazabal recibe la chaqueta verde en 1994 de Bernhard Langer.Lenny Ignelzi (AP)

P. ¿Ve que hoy los jóvenes están predispuestos a aprender esos valores?

R. La vida ha cambiado. En los ochenta, cuando empecé, no había bolas de prácticas, ni coches de cortesía ni hoteles oficiales o agencias de viajes. Hoy, un chaval de 16 años tiene todo lo que quiere: palos, bolas, profesores, psicólogos, dietistas… es otro mundo. Creo que de alguna manera no se le da el valor justo a lo que cuestan las cosas. La gente joven de hoy tiene prisa por llegar a lo más alto.

P. ¿Le sienta mal eso?

R. No, no me sabe mal. Me da un poco de pena. Falta apreciar lo duro que es conseguir esas cosas. No me fastidia porque entiendo que la vida evoluciona, pero me gustaría que esos valores se inculcasen a los jóvenes.

P. Usted recuerda que disfrutó más su segunda chaqueta verde, en 1999, que la primera. ¿Por qué?

R. Yo, antes de ese Masters, soñaba que ganaba un grande y que ese iba a ser un momento de alegría y júbilo extremos, y a medida que van pasando los años te das cuenta de que cuesta mucho. Y me acuerdo perfectamente de que cuando metí el último putt en el 94, en vez de sentir esa explosión de alegría, tuve una sensación de alivio, de decir: “Lo he conseguido, he roto el muro”. Me quité un peso de encima. La segunda vez fue diferente. Entre el 94 y el 99 pasé dos años muy duros por la lesión de espalda que te hacen ver la vida de modo diferente. No veía ninguna mejora, no había nada a lo que aferrarme. Pensé que no volvería a jugar. Y en el 99 disfruté de cada paso que di ese último día, de los colores, la temperatura, el bullicio de la gente. Dejé que todos esos elementos entrasen en el sistema y formasen parte de mí.

P. ¿Algún momento especial con Seve ese 1994?

R. Recuerdo que el domingo cuando llegué al campo y abrí mi taquilla, Seve me había dejado una nota pegada con celo. La leí y me quedé un buen rato ahí sentado, pensando en el detalle que tuvo y en lo que decía. Me escribió: “Ten paciencia, juega tu juego, que tienes juego más que suficiente para ganar este torneo”.

P. ¿La conserva?

R. No. No me aferro a esas cosas. Tampoco a los palos con los que he ganado torneos. El 94 era la primera vez que se ganaba el Masters con un driver y una madera metálica, y no los tengo yo. Se los di a un amigo. Yo empecé con cuatro palos, una madera cuatro, un hierro siete y nueve, y el putt. La mayor pena que tengo es no haberme quedado con esos palos.

Así quedó el Masters de 1994

1. José María Olazabal, 279 golpes (vueltas de 74, 67, 69 y 69), 9 golpes bajo par.

2. Tom Lehman (EEUU), -7.

3. Larry Mize (EEUU), -6.

4. Tom Kite (EEUU), -5.

5. Jay Haas, Jim McGovern y Loren Roberts (EEUU), -3.

8. Ernie Els (Sud) y Corey Pavin (EEUU), -2.

18. Seve Ballesteros, +4.

P. Luego repitió usted con Sergio García el detalle de la nota…

R. Sí, espero que él siga la saga.

P. ¿Qué tiene Augusta?

R. Es el sitio donde más en paz me siento conmigo mismo. El primer día sobre todo, cuando cojo el coche y entro por Magnolia Drive, te juro que voy lo más despacio que puedo en ese coche. Me viene todo a la mente: las cenas, ratos con Seve, los pares tres… Es como estar en casa, un cúmulo de emociones que me hace sentir bien, a gusto conmigo y en paz.

P. El caballero del golf. ¿Siente orgullo cuando le llaman así?

R. Sí. No he sido un hombre perfecto, pero sí he procurado respetar las normas, la imagen del golf y a todos aquellos con los que he competido y se dedican a esto. No solo los que llegan arriba, sino los que entrenan y trabajan y no llegan, y siguen trabajando.

P. ¿Jon Rahm tiene demasiadas prisas por ganar?

R. En cuanto al juego, no le falta de nada. Le pega largo y patea bien. Sí creo que le pueden no tanto las prisas, sino las ganas. A medida que vaya madurando, irá mejorando en la forma de jugar en algunos momentos precisos, sin forzar tanto la máquina. Saber cuándo no ser tan agresivo y levantar el pie del acelerador. Es lo que tiene que pulir. Eso se aprende también perdiendo.

P. Rahm afirma que no es feliz por jugar bien, sino que juega bien porque es feliz…

R. Siempre he dicho que para jugar al golf todos los elementos que acompañan a esa persona fuera del campo han de estar bien. Es muy mental. Pequeñas cosas suponen grandes logros o grandes fracasos. Si en tu vida todo está en paz, es más fácil.

P. ¿Cómo ve a Tiger Woods?

R. Su regreso es muy bueno. Ha de buscar un equilibrio en la cantidad de torneos que puede jugar. Tendrá oportunidades de ganar grandes. El juego no está tan lejos. Para mí, la única duda ha sido su condición física. Mentalmente y en actitud, no había otro como él. Si está bien físicamente, encontrará el camino.

P. Fuera del golf, ¿todavía sigue de espaldas a la tecnología?

R. Sí. Con el móvil, lo justo. Me acaban de dar el hándicap…

P. Prefiere la caza, ¿no?

R. Sí, es algo que me evade. Ir al monte a andar, con los perros, estar en un puesto... los olores, el momento, la calma, el silencio. A veces me siento en una colina y me quedo viendo el paisaje sin hacer absolutamente nada.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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