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París no es capital del fútbol

Los reiterados fracasos del PSG en Europa siembran dudas en el multimillonario proyecto de Qatar, mientras crecen las especulaciones sobre el futuro de Neymar y Mbappé

Mbappé, desolado, tras la eliminación del PSG. En vídeo, declaraciones de Tuchel tras el partido.Vídeo: MARTIN BUREAU (AFP) / REUTERS-QUALITY
Marc Bassets

La palabra para designar el desastre todavía no está fijada. ¿Remuntada? ¿Comeback?En todo caso, está claro que la eliminación de la Champions del Paris Saint-Germain ante el Manchester United pasará a los anales del club francés. Por ahora, le sume en una profunda crisis de identidad, la de un equipo que gasta y compra —y algunas veces juega— como si fuese uno de los mejores, pero con los resultados de un cuadro modesto y esforzado.

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La palabra “remontada” —o remuntada, en catalán— ya forma parte del lenguaje corriente francés desde que en 2017 el Barça ganó 6-1 al PSG y le dio la vuelta a un 4-0 adverso. Ahora cualquier cambio de tendencia, en la política o en la economía, es una remontada en Francia. La última, la subida del presidente Emmanuel Macron en los sondeos, tras la crisis de los chalecos amarillos.

La discusión está abierta sobre cuál es el neologismo más adecuado después de que el Manchester United diese la vuelta a un 0-2 en Old Trafford y derrotase por 1-3 al PSG en el Parque de los Príncipes de París. Otra remontada. Ahora Le Monde propone el término en inglés: comeback. Le Parisien habla directamente de “el traumatismo”, y quizá sea lo que mejor define lo ocurrido el miércoles en París.

Por tercer año consecutivo, el campeón francés se estrella en los octavos de final de la Champions League, como si fuese un muro infranqueable. Por segunda vez, cae siendo víctima de una remontada. “Cuesta entender cómo este equipo del PSG puede deshincharse en cuanto hay un partido importante en marzo”, dice por teléfono Pierre Maturana, redactor jefe de So Foot. “Cada vez tenemos la impresión de que tenían las llaves para clasificarse y después pierden la confianza, y que el equipo no tiene los ingredientes, quizá en el estado ánimico, o las ganas, o en el juego, para clasificarse. Es particular, porque se han invertido millones y al final es un equipo que cuanto más gasta, menos bueno es en Europa”.

Fundado en 1970 en una ciudad sin demasiado arraigo futbolístico, el PSG seguramente sea a un club sin la historia ni el alma de los grandes del fútbol mundial, pero sus eliminaciones encadenadas en Europa son más que una derrota. Todo un modelo está en cuestión: el del equipo fabricado a golpe del talonario del emir de Qatar, una constelación de estrellas, una marca poderosa y eficiente para ganar dinero pero menos para obtener títulos de relieve. El fracaso en la Champions siembra dudas, asimismo, sobre el triunfante modelo futbolístico francés, capaz de producir algunos de los mejores talentos y de ganar la Copa del Mundo, pero sin ningún equipo de primer nivel.

Ya puede el PSG pasearse por la Liga y por la Copa, competiciones de poco valor para los parisinos. Una y otra vez, el salto a Europa se salda en fracaso. Ni la excelencia de Francia en el campeonato mundial ni la presencia de fueras de serie como Neymar o Mbappé pueden, por sí solos, situar a la Ligue 1 entre las grandes ligas europeas. Hay algo melancólico en estos partidos en el Parque de los Príncipes, donde se mezclan los turistas con hinchas locales, y en los que rutinariamente el PSG derrota sin despeinarse a los Angers o Amiens, la misma Francia periférica —la de la clase media pauperizada en las ciudades medianas y pequeñas— que cada sábado visita París para desafiar el sistema. El sistema es Macron, —que, por cierto, es hincha del Olympique de Marsella; y el sistema también es el PSG.

Los cracks que el emir Tamim ben Hamad Al Thani y su hombre en París, Nasser Al-Khelaifi, ficharon durante estos años (400 millones en 2017 por Neymar y Mbappé) no debían soñar que su destino sería agotar la temporada en campos de 20.000 o 30.000 espectadores en Toulouse o Montpellier, en vez del Camp Nou o el Wanda Metropolitano, donde se celebrará la final de la Champions el 1 de junio.

No era esa la idea de los cataríes cuando compraron el PSG hace ocho años. La idea era crear un equipo que se codease con los Barca, Madrid, Manchester, Juventus o Bayern. “Ahora hay muchos interrogantes sobre el proyecto”, dice Maturana. “¿Adónde va? ¿Cómo se ha construido? ¿Hay lagunas en cultura del club? ¿En la gestión? Creo que es un poco en todos estos terrenos en los que París no llega a ser un gran club”.

El muro de cuartos

El balance es pobre. Nunca han pasado de los cuartos de final y, en las últimas tres temporadas, se han encallado en octavos: en 2017 ante el Barça, cuando la célebre remontada; en 2018 ante el Real Madrid; y este año ante el más discreto Manchester United, que apareció plagado de bajas. Ahora llega la hora de las culpas. Las miradas se centran en Al-Khelaifi, pero también en el entrenador, el alemán Thomas Tuchel, y en el portero de 41 años, el italiano Gigi Buffon. Y se disparan las especulaciones. ¿Se marchará Neymar? ¿Y Mbappé? ¿Se conformarán estos dos con pasar el resto de sus días profesionales jugando en campos de la provincia francesa?

París asume que todavía no es capital del fútbol. Quizá nunca lo sea. Ya es capital de tantas otras cosas... Salir del bache, para el PSG, no será fácil. La “remontada” costará.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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