La revolución que viene será femenina (también en el fútbol)
El fútbol femenino, que ha logrado captar atención y espectadores a través de la Liga Iberdrola, prepara el salto definitivo gracias al trabajo cada vez más profesional de la cantera
“Tomadme la palabra, en cinco años viviremos en el fútbol femenino una verdadera revolución”. Quien emite el pronóstico con tal rotundidad es Alba Mellado, capitana del Madrid CFF de la Liga Iberdrola y entrenadora de un equipo de benjaminas (8 y 9 años) y otro de infantiles (12 y 13 años) que llevan más de 300 goles a favor y apenas 11 en contra en la liga masculina en la que compiten. Son imbatibles. El fútbol femenino ahora se televisa y despierta interés, sus éxitos atraen más miradas y a cada vez más niñas. Su crecimiento, con el espejo siempre del masculino cerca, se asienta en una base que promete que lo mejor está por llegar: la profesionalización del trabajo que se hace en las canteras.
Muchos comparten la tesis de Mellado. Lauren Florido, coordinador de cantera del RCD Espanyol, dice que en un lustro será habitual que se paguen traspasos por jugadoras y que, de una vez por todas, las futbolistas (al menos las que disputan la máxima categoría) puedan vivir de ello. Amparo Gutiérrez, exfutbolista y responsable ahora de fútbol femenino del Sevilla FC, advierte de que ya hay jugadoras a las que reconocen por la calle, de que no queda demasiado para que veamos casos de fichajes de chicas apenas adolescentes que se mudan del hogar familiar pensando en sus carreras.
“Ya nos topamos con niñas que vienen con agente o representante”, explica Gutiérrez como indicador de lo que aguarda a la vuelta de la esquina, y lanza un aviso: “Hay que estar preparados”. Se ha avanzado en algunos aspectos y para otros solo falta tiempo. “Ya no es: 'Quiero ser como Parejo'. Ahora tienen referentes y las chicas que llegan al club se fijan en los nombres de las que han subido últimamente al primer equipo, como Marta Peiró”, indica Sergio Fernández, uno de los dos coordinadores de la cantera femenina del Valencia CF Féminas.
“A veces me pongo vídeos de cuando jugaba de niña. Compartía equipo con estrellas como Nagore o Amanda, internacionales con la selección. Lo ganábamos todo. Pero veo nuestros partidos y pienso: '¿A qué jugábamos? No ficharía ahora a ninguna”, reflexiona Mellado. Acaba de terminar con sus jugadoras del benjamín un ejercicio: unas, mediante el pase rápido y su movimiento constante, ofreciéndose a las compañeras, abren el campo; las otras tratan de robarles la posesión. Si cualquiera repetía el mismo control orientado más de una vez o retenía la pelota y daba más de dos toques con ella o bajaba la intensidad, la reconvenía o cambiaba de papel o posición. “Les exijo mucho porque dan de sí; son niñas que tienen muy claro que quieren jugar. Tenemos jugadorazas en la máxima categoría pero lo que viene —dice señalándolas— es todavía mejor”. Una de sus delanteras de ocho años y planta de tener al menos 12, en ese instante, finaliza la jugada con un disparo seco tras una bicicleta. Mellado se sonríe: “Antes se oían ciertos comentarios de los padres, ahora se han acostumbrado a que sus hijos salgan goleados y se queden parados en el campo, obnubilados con algunas de las acciones de mis chicas: como si estuvieran viendo al mismísimo Ronaldo”. Han pasado en los últimos años de 150 jugadoras con ficha a 300 federadas en el Madrid CFF.
Jesús Oliva, coordinador junto a Sergio Fernández de la cantera del Valencia CF Féminas, lleva 15 años vinculado al fútbol femenino y atestigua que en nada se parece a lo de antes. “Ahora hay entrenadores profesionales y tienen a su disposición médicos, fisioterapeutas, nutricionistas. Marcamos las mismas metas que con chicos, nuestras futbolistas siguen una metodología idéntica en lo técnico y lo táctico, formamos jugadoras asociativas exquisitas”, presume Oliva. Su compañero Fernández apunta que, si pones a la vez a entrenar a una niña y un niño de ocho años en septiembre, la niña en diciembre ya se habrá “empapado de toda la carga lectiva” y el niño muy probablemente todavía esté en proceso de asimilación. “La madurez de ellas a edades tempranas es impresionante, además de que en ellas no se suele dar algo que sin embargo es frecuente en chicos: que quien tenga verdadero interés en que juegue al fútbol sea el padre y no el chaval", cuenta.
"Antes se oían ciertos comentarios de los padres, ahora se han acostumbrado a que sus hijos salgan goleados por mis chicas"
Amparo Gutiérrez, que vistió de corto y dirigió luego desde la banda a muchas jugadoras antes de asumir la responsabilidad de comandar la sección femenina de un club como el Sevilla, que se declara por convicción “canterista” y apuesta por cuidar y promocionar a la gente de casa, vivió la época en la que “las madres venían llorando porque sus hijas querían jugar a la pelota y eso era cosa de hombres”. Eso está, cuenta, “obsoleto”: “Las jugadoras reciben su ropa, entrenan en césped natural. “Tenemos el privilegio de poder usar las mismas instalaciones que los equipos masculinos y tener acceso a los mismos servicios: un podólogo, un psicólogo…”. Así, dice, es como el Sevilla ha logrado aportar internacionales a todas las categorías de la selección.
Gutiérrez reclama una mayor implicación de las instituciones, pues de lo contrario el cambio ahora en marcha abrirá una brecha creciente entre los que, como ella, cuentan con el respaldo de un club masculino histórico detrás y los que con menos medios tienen que seguir su estela. “Tienen que poner instalaciones y fomentar este deporte para que aumente significativamente el número de niñas con ficha”. Alba Mellado se suma: “De los 120 campos públicos que hay en la Comunidad de Madrid, ni uno solo está cedido a un club femenino”.
“Que las mujeres que jugamos al fútbol no tengamos la misma consideración que los hombres termina por afectarnos. Queremos ser iguales"
Jesús Oliva celebra el momento presente porque, advierte, estando próxima la llegada de la profesionalización, el avance definitivo, todavía estamos a tiempo de “ponerle seso”. “El 90% de nuestras canteranas se saca una carrera universitaria. Puedes no vivir del fútbol y, aunque lo logres, la vida de un deportista es muy corta, estás expuesto a lesiones, sometido al desgaste de tu cuerpo”.
Lauren Florido va más allá y cuenta que siempre tratan con los progenitores la educación de las chicas que se incorporan a la disciplina: “Damos algunas becas de estudio a jugadoras. Pero, además, el fútbol que impartimos y en que se crían se basa en un modelo tan demandante en lo táctico y lo técnico que se les abren posibilidades para terminar en EEUU, donde sí que hay becas educativas de primer orden. Vamos bien encaminados”. Parece que también, según los formadores, en tomar decisiones cautelosas queda patente la mayor madurez de las chicas.
Gema Soliveres pidió como recompensa por sacar buenas notas que la llevaran a hacer las pruebas al colegio alemán de Valencia, que fue el germen de la división femenina del Valencia CF. Las pasó y desde entonces, durante 10 temporadas, su familia ha viajado para acompañarla y la ha apoyado. Está haciendo magisterio y, a sus 18 años, espera entrar en un par de campañas en la dinámica de las chicas del primer equipo, disputando algunos minutos.
Elena Julve juega su primera temporada en la Liga Iberdrola como delantera del RCD Espanyol. De pequeñita dio el salto del atletismo al fútbol. “Nunca me habría imaginado en tan poco tiempo estar en Primera división”. Tiene solo 18 años y señala con firmeza que cada vez hay más nivel, que ha crecido la implicación de clubes y, en consecuencia, la de las propias jugadoras, que se ven ahora sí como profesionales. “Supongo que la mayoría de las jugadoras estarán de acuerdo: poder vivir de esto es un sueño al alcance de la mano. Confían en nosotras. Legamos un ejemplo para las que empiezan ahora: que con sacrificio se puede todo; yo les diría que se animaran porque para cuando crezcan estoy segura de que habrá más recursos y, además, no tendrán que escuchar los comentarios discriminatorios que alguna vez tuvimos que oír nosotras”.
María Llompart lleva tatuados en el antebrazo dos delfines, su animal favorito, y, en medio, un balón, símbolo de su pasión. Como la mayoría, de pequeña jugaba con chicos en su pueblo, Begues (Barcelona). Con 10 años la llamó el FC Barcelona y entonces pensó: “¿Esto va en serio?”, y decidió que quería intentarlo. Con ahínco. La centrocampista que el año pasado debutó en Liga Iberdrola con 17 en las filas del RCD Espanyol fue la autora en julio del gol que sirvió para que España sub-19 se proclamara campeona de Europa frente a Alemania. De falta directa. Dice que cuando el balón se colaba en la red ella sintió euforia porque, de alguna manera, era la confirmación de que no se equivocaba en sus deseos: “Que las mujeres que jugamos al fútbol no tengamos la misma consideración que los hombres termina por afectarnos. Queremos ser iguales. Con ese tanto me dije: ‘Puedo pelear por hacerme un nombre en el fútbol”. Ese gol, por cierto, se lo dedicó a todas las mujeres que no se hayan sentido suficientemente valoradas.