El contagioso cansancio azulgrana
El partido de San Mamés expresó las deficiencias del equipo y de la plantilla de Valverde
“Nos viene bien una semana limpia para preparar los partidos que vienen y en especial la Champions”, confesó Luis Suárez en San Mamés. Unos minutos después, Ernesto Valverde concedió fiesta a sus jugadores hasta el miércoles a las 11.00 horas para preparar el partido del sábado contra el Valladolid. El Barça necesita aire para combatir el cansancio que afecta por igual al equipo que al entrenador e incluso a los aficionados ante la mirada preocupada de la directiva que preside Josep Maria Bartomeu. “La sensación es de estrés”, completó un empleado cualificado del Camp Nou. El fútbol azulgrana aburrió en Bilbao.
Aunque no jugaba bien, al menos de forma continuada, el Barça había respondido con picos de buen fútbol cuando las dudas alcanzaron al Camp Nou. Ocurrió en la Champions en sus encuentros contra el Tottenham en Wembley (2-4) y en la eliminatoria frente al Inter (2-0 y 1-1), también en LaLiga, especialmente con el Madrid (5-1) y hasta en la Copa con el sonoro 6-1 al Sevilla. Los azulgrana defendían sin aparentes apuros sus cinco puntos de ventaja sobre el Atlético. Hasta que llegó el derbi madrileño y la cita de San Mamés. Ante la posibilidad de marcar distancias aparentemente insalvables para sus rivales en la Liga, cedió un sorprendente 0-0.
No se daba un marcador igual en campo contrario para el Barça desde el del 2 de enero de 2016 en casa del Espanyol. Acostumbrados a actuar a la carta, y también a resolver las citas decisivas, o si se quiere los retos propios, los barcelonistas no respondieron por una vez a las exigencias ante el Athletic. El Barcelona no resolvió el partido y fomentó también la sensación de que se ha reabierto LaLiga porque el adversario ahora ya no es el Atlético sino el Madrid, que llegó a estar a 10 puntos y cuya dinámica es opuesta a la del equipo azulgrana, que ha concedido tres empates consecutivos: Valencia, Madrid y Athletic. El calendario ha acabado por agotar al plantel de Valverde.
El encuentro de San Mamés certificó unas deficiencias ya advertidas desde hace semanas en el Barça. Hay futbolistas capitales que no pasan por su mejor momento de forma: Rakitic parece saturado, las cualidades de Busquets se convierten en defectos cuando el equipo se alarga y Luis Suárez no descansa desde el 10 de enero pese a que su delicada rodilla ya le llevó a renunciar a algunos partidos de Uruguay. Las lesiones han afectado a jugadores que no tienen sustituto como son Dembélé y especialmente Arthur, un volante que marca el estilo, mejora a sus compañeros y permite que Messi no tenga que retrasar su posición y juegue en punta.
Ante la falta de sustitutos naturales, las ausencias de Arthur y la del sancionado Jordi Alba evidenciaron los errores en la construcción de la plantilla, agravados por la alineación de un diestro como lateral izquierdo: Semedo. Hay un dato relevante sobre la importancia de Alba: el equipo solo ha ganado dos de los ocho partidos disputados sin el lateral catalán y ambos fueron contra la Cultural Leonesa. Valverde apenas ha contado con la cantera y la participación de los fichajes de invierno —Murillo y Boateng además de Todibo— ha sido testimonial al tiempo que ha insistido en alinear a jugadores en crisis de juego, pocos como Coutinho.
Las jerarquías
La sensación es que el técnico es demasiado respetuoso con la jerarquía de un equipo acostumbrado a tirar de oficio, poco dado al rigor y al detalle, últimamente previsible, sin finura ni velocidad de balón, cuestionado físicamente por el quiero y no puedo de San Mamés. Ya no marca las diferencias con el juego, circunstancia que facilita la polémica con los arbitrajes y el VAR y avala las individualidades, a los jugadores que marcan o evitan goles: Ter Stegen y Messi. Queda el Barça en manos del 10. Y el rosarino está tan contracturado como el equipo, necesitado de reposo para afrontar un calendario que incluye dos clásicos en el Bernabéu.
“Nos hace falta oxígeno”, resumían en la Ciudad Deportiva del Barça. La cuestión es evitar que el cansancio se convierta en hartazgo en el Camp Nou.
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