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EL JUEGO INFINITO
Columna
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Benzema y los malentendidos

Hoy, viudo de Cristiano, jugando como los dioses, Karim nos deja una pregunta: ¿Ronaldo le venía bien a él?

Jorge Valdano
Benzema celebra su segundo gol ante el Girona.
Benzema celebra su segundo gol ante el Girona.David Ramos (Getty Images)

La fuerza de la nostalgia. La Copa del Rey guarda una nostalgia amateur, como si la comercialización del fútbol aún no la hubiera contaminado. Es solo una percepción, pero quiero creérmela. Se habla de que pasará a jugarse a partido único en el campo del equipo más débil y me parece bien, porque fortalecería la emoción y permitiría un mayor descanso de los jugadores. Yo iría más lejos. Sin VAR, sin publicidad en las camisetas y hasta con botas negras. El secreto del fútbol, a mi modo de ver, está precisamente en su capacidad para contentar la trastienda animal que hay en todos nosotros. Lejos de modernizarlo, yo seguiría cultivando su calidad de juego primitivo y exageradamente humano, base de su éxito. Como esta teoría la rechazan los tiburones de aguas profundas que se están apoderando del juego, que al menos sobreviva una competición que nos recuerde de dónde venimos antes de que el fútbol se extravíe para siempre.

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La fuerza de la polémica. El fútbol español, ejemplo mundial, ha madurado a más velocidad que la opinión pública. El morboso atractivo de las polémicas tiene la culpa. Los errores arbitrales han pasado a ser una prueba irrefutable de una conspiración que ataca los intereses de nuestro equipo. El último perjudicado entiende que los errores anteriores que lo beneficiaron fueron para disimular el que se acaba de cometer, que es imperdonable y altamente sospechoso. Es igual que el partido haya sido fantástico o deplorable, que los jugadores hayan acertado o se hayan equivocado, todo queda enterrado bajo ese montón de mierda arbitral. Parafraseando, y futbolizando, a Sebastian Haffner: “No somos tontos por falta de inteligencia sino por exceso de sentimientos”. Que en España, que disfruta de uno de los períodos más brillantes de su historia futbolística, demos la matraca con este tema explica, en efecto, hasta dónde puede llegar la idiotez emocional.

Gato, pero de angora. Aunque parezca increíble, el golpe de optimismo que necesita este artículo se llama Benzema. Un hombre acostumbrado a vivir entre pitos y aplausos por una especie de malentendido. El Madrid lo compró al Olympique de Lyon, cuando llevaba el 10 a la espalda y, sin embargo, era un pichón de Ronaldo (el brasileño) por potencia y talento. Ante esta sospecha el Madrid lo recibió con el número 9, pero el juego de Karim fue adquiriendo una suavidad zidaneana. De manera que es un nueve para el que la portería no lo es todo: un diez camuflado. Durante muchos años el único elogio que recibió, a modo de limosna, fue: “Su juego le viene bien a Cristiano”. Hoy, viudo de Cristiano, jugando como los dioses y en el momento cumbre de su carrera, nos deja una pregunta para seguir con los malentendidos: ¿Ronaldo le venía bien a él?

Surcoreano de Villa Fiorito. Kang In Lee, sin haber cumplido los 18 años, irrumpió en el Valencia con el atrevimiento de un niño y la personalidad de un hombre. Zurdo cerrado, con buena visión de juego, una disciplina militar para las obligaciones y un amplio repertorio futbolístico: preciso en el pase, imaginativo en el regate, descarado en el tiro… No pide permiso para nada porque tiene las dos valentías que exige el gran fútbol: la de poner la pierna y la de pedir el balón. Frente al Getafe, Marcelino lo puso cuando el partido quemaba y el Valencia necesitaba dos goles para clasificarse, gesto indiscutible de confianza. Lee supo conciliar la urgencia con la precisión, el juego lateral con el profundo, y participó de forma activa en los dos goles que le faltaban a su equipo para que el campo se viniera abajo. Si me decían que este surcoreano había nacido en Villa Fiorito (el barrio de Maradona), me lo hubiera creído.

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