Los mundos de Pesic
“Lo de la NBA no es baloncesto”, soltó un día antes de medirse al Panathinaikos de Rick Pitino, cuyo aterrizaje en Atenas recuerda vagamente al de George Karl en el Madrid
Reconocerán conmigo que si tipos como Svetislav Pesic no existieran, habría que inventarlos. La duda siempre estará ahí; ¿son así porque después de muchos años se lo pueden permitir, o precisamente ahora se lo pueden permitir porque siempre fueron así? Les pongo en contexto, por si descuidaron sus lecturas deportivas semanales. “Lo de la NBA no es baloncesto. Pero lo saben vender mejor... El mejor baloncesto del mundo se juega en la Euroliga”.
La provocación de Pesic es difícilmente mejorable. Se le ocurrió precisamente el día antes de que lo visitara el nuevo Panathinaikos de Rick Pitino, cuyo aterrizaje en Atenas recuerda vagamente al de George Karl en aquel Real Madrid de Ramón Mendoza; dos fenomenales paracaidistas. Nos sentamos a ver el partido con un plus de interés. Aunque Pitino pasó casi toda su carrera en la NCAA, muchos todavía recordamos sus competitivos New York Knicks de la temporada 88-89, ganando 52 partidos y siendo campeones de la división Atlántica, cuando los Bad Boys de Detroit imponían su ley en la NBA por lo civil (el talento de Dumars y Thomas), o por lo criminal (los mamporros a destiempo de Laimbeer y Rick Mahorn). Y nos imaginamos la charla previa de Pesic en el vestuario, asegurándose de que todos hubieran entendido la importancia del duelo. “Chicos; Pitino not in my house! ¿ok?”, con ese lenguaje propio que convierte sus tiempos muertos en un haiku (poema breve japonés), según definición prestada del impagable Piti Hurtado. El partido cayó por supuesto del lado del Barcelona, que controló de forma mucho más europea los últimos minutos; dejando que Panathinaikos equivocara sus limitadísimas prioridades ofensivas.
Ahora aprovechemos el mundo de Pesic para hacer un poco de baloncesto-ficción. Elijamos para ello a los mejores en la cancha y en los banquillos a ambos lados del océano. Solo valen los de este siglo, para que no se quede fuera ningún lector. De la NBA escojo a Phil Jackson y a Steve Kerr, y a Lebron y Kobe Bryant. En Europa me quedo con Obradovic y Laso, y me voy a permitir considerar jugadores Euroliga a Ginóbili y Doncic. Nuestra misión como gestores sería reflotar equipos para que sean competitivos enseguida. No sé a ustedes, pero si a mí me dieran el dinero, en la NBA optaría casi siempre por fichar a uno de esos dos jugadores primero, mientras en Europa creo que sería mucho más inteligente apostar por el tipo que me debe manejar los recursos desde el banquillo. Tras el partido frente al Barça, dijo Pitino que la diferencia entre la NBA y la Euroliga está en la permisividad arbitral. Que allí decidieron un día que ya bastaba de hacer tantas faltas, y que por eso se anotaba más. Entendido, Rick, por cierto; ¿qué tal te hubiera ido el viernes con otros tipos que también vestían de verde, aquel quinteto inicial de tus Celtics de 1998 (Paul Pierce, Antoine Walker, Kenny Anderson, Bruce Bowen y Vitaly Potapenko), con el que no pudiste entrar en los playoff NBA?
En mi nombre, y sobre todo en el de Juan Antonio Aguilar, alero alto con una imbatible media de triple doble en su primera temporada en Estudiantes (según su propia definición; “dos metros, dos minutos y dos faltas por partido”), queremos dar las gracias a Pesic por reconocer la evidencia. En Europa siempre se ha jugado mejor al baloncesto, sobre todo por la parte que nos corresponde a los jugadores. Por eso llegaba otra noche en la cual el entrenador no consideraba necesario el concurso de Aguilar —y ya se cumplían unas cuantas—, cuando Juanan nos dejó la frase que a partir de ese momento se convirtió en el lema del vestuario de aquel equipo que llegó a disputar la Final Four de Euroliga: “¿Sabéis lo que os digo? Que estoy hasta los huevos; ¡mañana le digo a mi agente que me voy a la NBA!”.
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