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Iñaki Williams sale por la puerta grande: marca dos años después en San Mamés

Tras 770 días de sequía liguera en su casa, anota dos goles magníficos para que el Athletic derrote al Sevilla

Jon Rivas
Iñaki Williams se besa el escudo tras el 2-0.
Iñaki Williams se besa el escudo tras el 2-0.Miguel Toña (EFE)

A veces ocurren cosas, como las que sucedieron en San Mamés entre el Athletic y el Sevilla. Son fenómenos extraños, que en realidad deberían ser cotidianos, pero por casualidades –o no tanto–, del fútbol, se convierten en hechos extraordinarios. Como que Iñaki Williams vuelva a marcar no un gol, sino dos, en La Catedral.

El futbolista del Athletic lleva cien partidos seguidos de LaLiga, sin perderse ninguno; ha marcado siete goles esta temporada, pero desde el 4 de diciembre de 2016, es decir, hace 770 días, no anotaba en San Mamés. Más de dos años de preocupante sequía, de bloqueo mental para un delantero, que vive precisamente de ese subidón de adrenalina que provoca el gol. Los arietes suelen ser egoístas por naturaleza, unos más que otros, y necesitan importantes dosis de autoestima para funcionar, y a Iñaki su campo, su afición, le estaban pesando como una losa.

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Hasta que llegó el Sevilla, y el minuto 22 del partido, cuando circulaba por la banda izquierda, pensando tal vez en lo duro que es llevar tanto tiempo sin mojar en casa. Dani García tocó para Córdoba, y el joven extremo zurdo buscó la carrera de Iñaki, que se fue centrando hasta conseguir un buen ángulo y la postura ideal. Luego lanzó un cañonazo y superó a Vaclik. Una obra de arte.

Fue el chispazo que le quitó de encima ese peso que llevaba desde hacía tanto tiempo: más de dos años, 26 meses, que le iban torturando como la gota china. El gol hizo crecer a Williams, y empequeñeció al Sevilla. El delantero comenzó a hacer cosas que se le suponen a los delanteros de otro estilo. Consiguió, por ejemplo, peinar todos los balones largos, adelantándose a los centrales. Cada carrera de Iñaki era un calvario para el dispositivo defensivo que planeó Machín. Y San Mamés lo reconoció enseguida. Esta vez no se produjo ninguno de esos silencios maestrantes que permiten escuchar las voces sobre el césped. La afición del Athletic respondió como en las grandes tardes.

El partido no se parecía en nada al del jueves, cuando el Sevilla sentenció sin problemas la eliminatoria copera. Al Athletic le preocupaba mucho más el torneo de la regularidad y lo afrontó con seriedad e intensidad. Apenas permitió que el equipo sevillano se acercara a Herrerín. En la primera parte sólo lo consiguió en una acción de Sarabia que neutralizó el portero.

Machín lanzó a sus hombres hacia el área rojiblanca en la segunda parte, como se esperaba, pero el Athletic no reculó. Planteó la batalla en el medio campo, y se encomendó a Iñigo Martínez cuando los sevillistas atravesaban la primera línea. Banega no estuvo cómodo, Roque Mesa se perdía en batallas individuales, y el Athletic seguía ganando tiempo.

Hasta el minuto 83, cuando volvió a aparecer Williams, que recibió de espaldas en su propio campo, le ganó la batalla a los centrales en el control orientado de la pelota, les superó ampliamente en la carrera, burló la salida del portero y marcó por el ángulo que quedaba. Fue otra acción extraordinaria para aliviar la ansiedad. De salir de una racha nefasta, mejor bajo palio, o por la puerta grande.

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