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Champions League - Grupo c - jornada 6
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El Liverpool sigue siendo el rey del caos

Los ‘reds’ derrotan al Nápoles, que jugará la Liga Europa, y logran el pase a octavos con un gol de Salah. El PSG golea al Estrella Roja con un gran Mbappé

GORKA PÉREZ
Salah marca el gol del Liverpool al Nápoles.
Salah marca el gol del Liverpool al Nápoles.JON SUPER (Reuters)

Seguramente a cualquier otro equipo que no sea el Liverpool jugar permanentemente en el alambre emocional le destrozaría la salud. Pero resulta que a los reds, a estos redsque dirige Jürgen Klopp, a los que llevó hasta la final de la Champions la pasada temporada y ahora a octavos (de momento), les van los partidos que se disputan en medio de un frenesí atlético. No hay otra forma para entender que su espartana victoria sobre el Nápoles resulte al mismo tiempo el producto lógico de un planteamiento deportivo que no contempla la relajación, ni siquiera como recurso desesperado.

Y eso que pudo verse fuera si Allison no llega a minimizar la portería en el tiempo de descuento con su corpachón ante Milik, que con todo de cara y medio metro para la gloria no supo esquivar al portero brasileño. Una jugada que se desarrolló en medio de dos ocasiones de gol de Mané, ambas con mismo resultado, dos errores garrafales que bien pudieron ayudar a tranquilizar un encuentro decidido por un gol de Salah, taquicárdico, aun así, de principio a fin.

En Anfield hubo jaleo y más jaleo. Carreras y esprines como si la vida fuera llegar antes una y otra vez. No es Klopp un entrenador que admire la pausa, le resta sentido al caos. Por eso el Liverpool es un equipo veloz pero atormentado por esa necesidad de que todo suceda con más ritmo del adecuado. No tiene creadores sesudos, pero sí lanzadores. Ejecutores de contragolpes como Henderson o Milner, la raíz más inglesa de un equipo multicultural. Pero son eso, meros transmisores.

Para Ancelotti y el Nápoles, sin embargo, hay grises en el arcoíris. Se puede correr y pensar al mismo tiempo, algo que habitualmente los menos talludos ejecutan por defecto. Insigne y Mertens parecían dos benjamines al lado del gigantón Van Dijk. Movían las piernas como un torbellino, pero el castillo se mantenía firme. Se contagiaron los italianos de ese rock and roll rojo que lo mismo acelera el corazón que lo colapsa. Lo curioso es que el tanto de los reds llegó en una de las pocas jugadas en las que Salah se concedió más de un segundo para decidir qué hacer con el balón, y cuando lo tuvo claro le salió mal pero bien, todo al mismo tiempo. Su centro acabó en gol porque lo ejecutó con su pierna derecha, y sin pretender encontrar la portería pasó, el balón por debajo de las piernas de Ospina. A los italianos, líderes antes de la disputa de la última jornada, les queda ahora la Liga Europa para encontrar consuelo tras una noche loca.

Imparable Mbappé

El PSG enfrentó la marejada con porte de transatlántico. Sabedor de que alrededor de sus figuras las olas rivales pierden brío. Es lo que tiene reunir a las más brillantes, que alumbran la oscuridad. El tinte de Mbappé resultó una señal. Como si de una cerilla se tratase, cada balón que pasó por sus botas entró en combustión. Lo hacen sus músculos al correr, estirándose y contrayéndose con tanto estilo como determinación. Sus carreras fueron un martirio para el Estrella Roja. Es inalcanzable el francés cuando se lanza a por la tercera zancada, y le bastaron dos más para obtener suficiente espacio y colocarle el primer gol en bandeja a Cavani.

Si bien Tuchel también escucha una música parecida a la de Anfield, sus herramientas le permiten enfrentar otro tipo de registros. Aunque los solistas siguen teniendo carta blanca para sobresalir de la partitura. En ese no hay otro como Neymar, capaz de bailar con el balón, mover la cintura y arrastrar sombras, como en el segundo gol del PSG. Tocó dos veces el balón en carrera para darle la dirección suficiente, tirar una línea paralela al área y a partir de ahí ir eliminando rivales. Lo hizo sin otro recurso que levantar el cuello con intención de golpear y no hacerlo. Con las fichas sobre el tablero solo le quedó decidir a que lado de la portería disparar.

Como buen equipo engrandecido, el PSG también adolece de esa sensación de superioridad que tanta vida da a los equipos que sí aceptan sus limitaciones. El Estrella Roja aprovechó un mal despeje de cabeza para convertirlo en gol por medio de Gobeljic, que agitó los brazos una y otra vez tratando de levantar un optimismo escondido bajo los asientos. A partir de ahí el conjunto serbio se lanzó en plancha, trató de transformar cada llegada en ocasión, aunque los medios para ello tuvieron poco que ver con la sutileza, pues ya se sabe que las revueltas no guardan las formas.

Fue romántico y breve al mismo tiempo. El que tardó primero Marquinhos y después Mbappé en cerrar una goleada esperada y situar a su equipo en octavos.

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Sobre la firma

GORKA PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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