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Carvajal tira del Madrid ante el Valencia

El equipo de Solari, de más a menos, vence al toque de corneta de su lateral derecho a un rival decepcionante

José Sámano
Wass marca en propia puerta.
Wass marca en propia puerta.Emilio Naranjo (EFE)

Al grito de Carvajal, el Madrid sometió a un Valencia decepcionante, amortajado, nada que ver con el que empinó su historia la pasada temporada. Otra vez un Valencia sin percha con su currículo, permeable frente a un Madrid sin un montaje por el que brindar, pero sí menos disperso, más aguerrido. Y adiestrado por el corazón en los huesos de Carvajal, la mejor rima de un Real que en estos tiempos se pinza de lo que sea. Sin galácticos ni nada parecido, bienaventurado sea Carvajal.

Por Madrid no apareció el Valencia. Tampoco su sombra, o algún pariente del conjunto que volvió a su planeta el curso pasado con el regreso a una Liga de Campeones de la que ya se ha caído. Para colmo, en La Castellana solo apareció Wass, fuera de sitio, enhebrado con fórceps como lateral derecho, autor de un gol en propia puerta que le cayó al Madrid antes de que el Madrid dijera ni mu. Regular el Real, más que suficiente para desnortar a un Valencia que fue la nadería durante casi una hora, un equipo que claudicó desde el calentamiento. Con media pierna le venció el equipo de Solari. Sin ser pinturero, pero con hueso, abnegación y orden. Nada de eso tuvo el equipo de Marcelino, hecho cenizas en Chamartín.

Quiso Solari que descansara Kroos, que, de nuevo, tuviera carrete Llorente y otra oportunidad Ceballos. Y a la vista, esta vez al menos en el banquillo, Isco. Lo que vio el malagueño solo tuvo que ver con su equipo. Un Real activo, al que dio palique Carvajal, un trueno, un cornetista de primera. No hay zaguero derecho por el planeta fútbol tan recreativo para los suyos como Carvajal. A su silbato, y con Ceballos como aparejador, el Madrid se bastó para retratar a su adversario como un equipo de cartón piedra. De principio a fin del primer acto, el Valencia fue un equipo marchitado antes de quitarse el chándal. Ni tiempo le dio a Wass, buen llegador en el Celta, deficiente lateral en el Valencia, que metió la cabeza en dirección contraria. Una pifia agradecida por un Madrid que no había tenido tiempo ni de ser expansivo. Marcelino, una hora después, retiró al danés en favor de Piccini, un lateral más categórico.

Antes de que el Valencia dejara de ser un chasco, allá por el segundo tiempo, el Madrid le dio un escarmiento durante todo el primer tramo. Nada museístico, pero con el empeño suficiente como para sacar la cadena al conjunto levantino. Jugaba Modric, barría Llorente, dictaba Ceballos... Y, cómo no, el do de pecho de Carvajal, más remero que Reguilón, contenido como relevo de Marcelo en la banda zurda. A golpe de riñón y con mayor colmillo, el Madrid fue mucho más que su oponente hasta el descanso. Luego, el observatorio fue otro.

Tras la pausa se pasó de un Madrid afanoso a un Valencia más intimidador. Del equipo pecho frío del primer periodo a un equipo más bucanero tras el intermedio. Hasta el punto de que Solari se sintió obligado a la mudanza. Le sobraron Bale, Modric y Ceballos. El Madrid ya capitulaba cuando hasta el técnico argentino tuvo que rectificar con Isco, intento de enganche para los últimos minutos. Ante la zozobra del Madrid, el Valencia se quedó corto. Amagó, sin más. Cuando más facundo parecía irrumpió Courtois, firme ante un par de chapoteos visitantes.

Por más que cambiara Solari, el remedio ya estaba en el rancho. Apretaba el conjunto ché, con más apariencia que dinamita, pero Carvajal nunca se fue del partido. Una incursión suya derivó en el segundo tanto local. Tal que un piquete, Carvajal se lanzó a la aventura. Por su cuenta, porque este Madrid no es coral, más bien espasmódico. Se descamisó Carvajal, y de su ánimo sacó provecho Lucas Vázquez tras poner Benzema la jugada entre paréntesis. Punto final para un Valencia fuera de plano al inicio y con poca chicha cuando hizo creer que el duelo, ambulante, ya era suyo. Sin Guedes ni Parejo al frente, el choque era cuestión de remangue. Y nadie lo tuvo más que Carvajal, el cohete al que subió el Real, en las buenas y en las malas. Nada que ver con Bale, presunto tótem de un Madrid sin bandera. De haberla, esta vez al menos, la de Carvajal. Así está este Madrid sin balizas, que va y viene por Ipurua, Roma o en casa ante el Valencia. Un tiro al aire. Gane o pierda, jugar no juega. Desde luego, tampoco el Valencia, una birria de inicio y sin armas nucleares después. Idóneo para este Real nómada, que de repente cuelga de gente como Carvajal, un espartaco, o del medio paso al frente de Llorente. No está Isco, tampoco Bale y Asensio va en chanclas. </IL>Colgado del andamio, el Madrid se sostiene.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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