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memorias en blanco y negro
Columna
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¡Amancio en la selección de la FIFA!

La gran figura nacional fue convocada para un partido contra Brasil en Maracaná en 1968

Amancio y Pelé, en el partido de la selección de la FIFA contra Brasil.
Amancio y Pelé, en el partido de la selección de la FIFA contra Brasil.

¡Han llamado a Amancio a la Selección de la FIFA! La noticia supuso un ataque de orgullo para el madridismo, entonces más dominante aún que ahora. Amancio era la gran figura nacional. Solo se le acercaba Iribar. Llegó al Madrid en las acaballas de Di Stéfano y Puskas y le tocó soportar el peso de la delantera. Jugador de glorioso regate (El Brujo, le llamaban) y valentía temeraria (no había tarjetas y le cosían a patadas), había sido campeón de Europa con la Selección (1964) y con el Madrid (1966). Ahora tenía 29 años y esta llamada era su consagración.

No era el primer español que recibía tal honor. El primero fue, en 1953, Joaquín Navarro, un honesto jornalero de la gloria. Catalán, había empezado en el Barça, donde no cuajó, pasó al Sabadell y llegó al Madrid. Jugaba de lateral derecho y Muñoz Calero, español con peso en la FIFA, consiguió colarle para ese poco comprometido puesto en el Inglaterra-Resto del Mundo, que conmemoraba los 90 años del nacimiento del fútbol. Allí también estuvo Kubala, entonces en plena gloria. El partido acabó 4-4. Navarro ya fue conocido como El Fifo hasta que se retiró.

El siguiente fue Gento, diez años después, ahora ya Centenario de la creación del fútbol. Su presencia llamó menos la atención, por el poderío del Madrid en esos años y porque viajó acompañado de Di Stéfano (que fue el capitán) y Puskas. Inglaterra ganó 2-1.

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Ahora el fútbol español perdía terreno y la llamada a Amancio fue como un respaldo. Se trataba de jugar en Maracaná, contra Brasil. Se celebraban los diez años del primer título Mundial de Brasil, en 1958, con aquel Pelé de 17 años. El mismo Pelé iba a estar en el equipo. La fecha era el miércoles 6 de noviembre de 1968.

El 3, el Madrid recibió a la Real. Amancio jugó bien y participó en la victoria de los suyos por 2-1, pero no marcó. Por la noche estaba en Barajas con Agustín Domínguez, adjunto a la gerencia del club, que le acompañó. La prensa le despidió a pie de avión: iba de mal humor por los marcajes férreos que venía sufriendo, llevaba tres pares de botas y dos de zapatillas. Esperaba cumplir.

En Río el ambiente era febril. Tras ganar los Mundiales del 58 y el 62, Brasil pinchó en el del 66 por la dureza de los rivales, consentida por los árbitros, según sostenía la torcida. Se veía el partido como ocasión para restablecer la supremacía de la verdeamarelha. Amancio se encuentra allí con sus compañeros fifos, con los que hace tres suaves entrenamientos. No hay tiempo para superar el jet lag. El equipo lo forman: Yashin (URSS); Novak (Checoslovaquia), Shesterniev (URSS), Schultz (RFA), Marzolini (Argentina); Szucs (Hungría), Beckenbauer (RFA); Amancio (España), Albert (Hungría), Overath (RFA) y Djazic (Yugoslavia). Los suplentes son Mazurkiewicz (Uruguay), Perfumo (Argentina), Metreveli (URSS), Rocha (Uruguay) y Farkas (Hungría). Todos jugarán la segunda mitad. Brasil juega con Picasso; Carlos Alberto, Jurandir, Everaldo, Dias; Gerson, Rivelino; Jair, Tostao, Pelé y Julio César. Se está pergeñando la gran selección del 70.

Dada la hora, no se televisó en directo, se anunció para el jueves 7, a las ocho. Los periódicos dieron una crónica urgente según la cual Amancio habría provocado el gol de Albert con una de sus muchas diabólicas jugadas.

Así que nos sentamos a ver el partido con entusiasmo y fue un chasco. Imagen oscura y mala, un partido espeso en el que mandó Brasil. A Amancio le dieron poca bola y muchas patadas. En el gol no intervino. En el descanso dejó el sitio a Metreveli. Brasil ganó 2-1. El viernes los periódicos ofrecieron una crónica más veraz. La agencia EFE se disculpó por los errores de la de la víspera, obra de "un colaborador improvisado". Y un poco pelota, pensé yo.

Amancio regresó cansado y quejándose de los 38 grados a los que se jugó, pero feliz, con el chándal como recuerdo más las botas de Metreveli, que intercambió por las suyas. Venía maravillado de Rivelino: "Pronto dará que hablar". Y así fue. No fue el héroe del partido, pero quedó el orgullo de ver en los periódicos su foto con Pelé. Y el domingo, al Manzanares. Allí, con frío y suelo mojado, marcó el único tanto del partido. Su primer gol como nuevo Fifo.

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