El Madrid se consuela de chiripa
Los de Solari, sin ritmo y sin chispa, vencen en el último tramo con un gol en propia puerta y otro de penalti frente a un Valladolid que antes estrelló dos remates en el larguero
El azar evitó que el Real Madrid acentuara su pesadilla. Sin Lopetegui llegó un resultado óptimo con una sobredosis de fortuna. Con Solari llegó la ventura, pero no el juego, la chicha y la chispa. Lo advirtió la hinchada, alterada y con una batería de pitos durante el encuentro, cuyo único consuelo fue el marcador. Tal es la zozobra de la afición que, evaporados Bale y los aspirantes al santo grial del Balón de Oro que esgrimen desde la más alta nomenclatura, la gente hoy se cuelga de un becario de 18 años como Vinicius. Con el agua al cuello cuando apenas faltaban 10 minutos, el chico pedaleó por la izquierda y ejecutó un disparo espantoso que se iba a fuera de banda, pero rebotó en la espalda de Kiko Olivas y descorchó a un desdichado Valladolid. Los muchachos de Sergio González, aciagos con dos remates al larguero de Courtois, acabaron abatidos por un gol de chiripa tras un partido birrioso de los locales. Apesadumbrados los pucelanos, Sergio Ramos puso la banderilla final de penalti. Emboque que festejó con un do de pecho, besos al escudo y arengas a la grada. En estos tiempos tormentosos, sin fútbol para el rescate, todo se vuelve más tribal. Unos apelan al corazón y otros a la entrepierna.
Con el 5-1 del Camp Nou en la mochila y Lopetegui condenado con malas formas, el Real Madrid tampoco tuvo un aire agitador, un toque de rebeldía. Solari envidó con un equipo titular que bien pudo haber reclutado su predecesor. Salvo los lesionados, los habituales y la misma disposición táctica que antes del clásico. La respuesta fue decepcionante. El Madrid impuso un ritmo cansino, sin volumen. Un equipo limitado a tramitar la jornada, sin atrevimiento, sujeto a una catarata de centros laterales. Nadie tiró de chistera. El asunto era simplón: percutía sin éxito Odriozola —con Bale pasmado en su órbita—, y con más tino lo hacían Reguilón y Asensio por la orilla izquierda. Por su ruta de evacuación volaron varios centros cabeceados por Bale, Benzema, Casemiro... El Valladolid, con su reputado sistema defensivo, se sostenía mucho mejor por vía terrestre que aérea.
Ensimismado el Real, bastó que el cuadro blanquivioleta diera hilo a Toni Villa para que en Chamartín afloraran la congoja y los silbidos. Villa, un regateador de esos en extinción, comenzó a alborotar a la zaga blanca. Antoñito, el propio Villa y Unal cerraron el primer acto con ocasiones frente a Courtois. El Madrid era el Madrid que llevaba tieso cinco jornadas ligueras.
Al descanso, Solari alteró los carriles, con Asensio —de nuevo de puntillas— por la derecha y Bale —de nuevo a lo Bale— por la izquierda. Nada cambió el guion. El nuevo técnico intervino con premura y retiró a Casemiro, el ancla, para encomendarse al bombín de Isco. El relevo solo surtió efecto en el Valladolid, que ante un rival sin el andamio de Casemiro, encontró otros horizontes. Por el embudo central atacó Alcaraz, jugador muy ordenado con la pelota y de buen golpeo, y su disparo, desviado por Kroos, retumbó en el larguero. Lo mismo que uno posterior de Villa, que justo antes hizo estirarse al portero madridista. Sin embargo, con el mejor paisaje para los suyos, Sergio González decretó la retirada de Villa, su mejor bandera ofensiva. Esta vez, la medida solo surtió efecto en el Madrid. Su oponente se alejó de Courtois. El Madrid, aliviado, dio un paso al frente y, aun sin oportunidades, colonizó el campo visitante. Entonces apareció Vinicius como un mesías, asaltó el área de Masip y le pegó a la pelota con el juanete. El balón pudo acabar en La Castellana o en el Manzanares, pero se estrelló en Olivas e hizo burla a Masip. El público lo celebró con serpentinas, el brasileño se echó en brazos de Solari. Un gol de carambola que mereció la gala de esos goles terminales, de tronío, como el acierto final de penalti de Ramos. Así están las cosas en este Madrid con tanto candidato al Balón de Oro, aferrado a cualquier eventualidad. Si se sacude la etiqueta de provisional, Solari tiene mucho tajo por delante. Si le ponen la cruz, lo mismo su sucesor, o el sucesor de su sucesor. Por mucha pasarela de premios que se aduzca desde el palco, el problema no solo atañe al entrenador de turno.
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