Damián Quintero, un ingeniero en el tatami
Experto en piezas aeronáuticas, pidió una excedencia en el trabajo para centrarse en el kárate que en Tokio 2020 será olímpico por primera vez
Cuando avisó en casa de que iba a pedir una excedencia, la madre se tiró de los pelos. Damián Quintero es karateca. Tiene 34 años, 20 medallas europeas y 4 mundiales. También es ingeniero aeronáutico y tiene, además de la carrera, dos másteres. Uno en materiales compuestos de aeronáutica y otro en executive sport business administration. Empezó un tercero, de ingeniería de organización industrial, que no ha llegado a terminar. “No me considero un coco, pero cuando quiero algo me esfuerzo por conseguirlo. El deporte te da sentido del sacrificio, capacidad de esforzarte y de darle una vuelta de tuerca más”, dice sentado en el centro del tatami del CAR después de una paliza de tres horas de entrenamiento.
Mientras estudiaba conseguía compaginar los libros con los entrenamientos. No así cuando empezó a trabajar. En verano de 2015 pidió una excedencia de la que era su única fuente de ingresos. Por entonces el kárate no era olímpico. Lo será por primera vez en Tokio 2020. Ganar una medalla mundial aportaba a su cuenta 6.000 euros; una europea, 3.000. Ahora, 12.000 más la beca ADO y 4.800, respectivamente. Trabajaba en ATOS, le llegaban de Airbus piezas defectuosas y tenía que recalcular para ver si se podían arreglar o había que devolverlas.
“Era imposible compaginarlo con esto. Entraba a la oficina a las 7 y salía a las 15. Venía corriendo a la Blume, comía solo porque el comedor cierra a las 3: me guardaban una bandejita allí y a las 16.30 estaba en el tatami. En esa época no teníamos entrenador en el CAR y entrenaba solo. Acababa reventado. Aun así sacaba los resultados, pero aguanté tres años”, explica Quintero que nació en Buenos Aires pero se mudó con la familia a España cuando tenía 5 años. La idea –los papeles ya estaban listos– era mudarse a Australia, pero sus padres finalmente decidieron trasladarse a Málaga.
"Cuando pedí la excedencia sonaban las campanas de que el kárate iba a entrar en los Juegos, pero no estaba confirmado. Quise preparar bien el mundial de 2016. Mi madre se tiraba de los pelos: ‘chaval, adónde vas tú, sin beca y sin nada. Tienes un buen sueldo, un buen puesto, ibas bien encaminado, creciendo en la empresa…", rememora ahora el karateca. “Al final me dijo: venga va, tírate a la piscina, un año te podemos soportar, dos no. Dio la casualidad de que el kárate entró en los Juegos, quedé subcampeón del mundo y campeón de Europa. Todo vino rodado”, añade.
Quintero tuvo su recompensa. Ahora mismo es el segundo del ranking mundial y sueña con Tokio y una medalla olímpica, algo que no ha podido hacer en los últimos 15 años. ¿Cómo se lleva ganar tantos metales sin poder aspirar a uno en los Juegos? “Se te hace duro y sientes envidia sana…”, contesta. Se entrena seis horas al día. En kata no hay golpes, ni contrincantes. Son una serie de movimientos establecidos donde se evalúa la fuerza, la velocidad, la potencia y el equilibrio. Dice que la parte del cuerpo que más le duele después de un día en el tatami es el cuello y los trapecios. “De los tirones que damos”.
La sesión de entrenamiento consiste en series interminables de movimientos. Concentrarse con la música de zumba y el reguetón que viene de las salas contiguas parece misión imposible. “Quiero que os metáis en la cabeza que de aquí al mundial vais a morir, ¿estamos?”, les advierte el seleccionador Jesús del Moral mientras dibuja en la pizarra el plan para las dos siguientes semanas.
El Mundial que empieza este martes con las eliminatorias (las finales se disputarán el sábado) es la competición que más puntúa para el ranking olímpico y por la que Quintero dice llevar preparándose dos años. Lleva 15 en la élite desde que empezó en Torremolinos, en el doyo [así se llaman los gimnasios de kárate] que había enfrente del colegio. “Me apuntaron con cinco años pero era tan chiquitico que el maestro, Lorenzo Marín, le dijo a mis padres que fuera al año siguiente”. Al año siguiente allí estaba. Marín llevaba al grupo de niños de campamento por la Alpujarra o Marbella los fines de semana. Con 7 años Damián ya estaba compitiendo, con 13 quedó campeón de España por primera vez en categoría infantil y con 16, campeón de Europa en cadetes.
Asegura que la psicología es uno de los aspectos fundamentales en este deporte y en especial en la modalidad de kata. “No dependemos de un contrincante, compites contra ti mismo, tienes que ser consciente de ello y estar concentrado en tu trabajo. No puedes ni acelerarte para hacerlo al 200% ni bajar pulsaciones para hacerlo al 80%. La psicología te ayuda a evadirte del exterior y a centrarte en tu kata. Con Pablo [Del Río, el psicólogo del CAR] trabajo muchas técnicas, me ayuda muchísimo porque yo siempre me he considerado una persona fuerte mentalmente, pero desde que el kárate es olímpico he tenido que aprender a lidiar con algo que antes no existía, como la atención mediática y las envidias”, dice.
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