Pochettino, contra la diversión del público
Al técnico del Tottenham le molesta que el aficionado no se conforme con el papel de animador impávido y reclame su derecho a divertirse
Le preguntaron a Mauricio Pochettino por el debate de moda en unas charlas organizadas por la RFEF y decidió el argentino echarse al monte. Recordó, para empezar, que él mismo proviene de un país que ganó dos mundiales con estilos diametralmente opuestos, hijos del espacio pero nietos del balón, para terminar quejándose del desprestigio que, siente, se cierne sobre el fútbol en largo, marcial, de contragolpe… “Parece que si no se juega desde atrás con el portero, no se hace fútbol”, se lamentó el actual entrenador de Tottenham. Su respuesta me recordó el consejo de un viejo periodista que, en cierta ocasión, me advirtió sobre el peligro de las frases que comienzan con un “parece que”.
Directivos, entrenadores, futbolistas, periodistas y aficionados son los cinco gremios a los que podría aludir Pochettino en su queja. En cuanto a los primeros, los mandamases, no parece existir consenso suficiente para señalarlos aunque, sí es cierto, algunos han abusado de un discurso tan impreciso como pretencioso a la hora de posicionar su imagen de marca y darse cierta importancia. En cuanto a los entrenadores, salvo contadas excepciones, suelen respetar escrupulosamente el trabajo de sus colegas mientras que los periodistas o comentaristas, ya se sabe, incidimos en aquello que alcanzamos a comprender, lo que a menudo no tiene por qué encajar del todo con la realidad. Así las cosas, nos quedan los futbolistas y los aficionados como presuntos culpables, precisamente los dos estamentos que más podrían influir en el ánimo de un entrenador profesional.
La visión del futbolista ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Atrás quedaron los días en que el técnico era capaz de convencer a un violín para que sonara como un tambor, aunque para todo existe la excepción. “Hay entrenadores que le tienen pánico a la libertad porque entienden el fútbol sólo desde el orden sin excepciones, por eso esquematizan”, afirmaba Diego Latorre allá por el mes de junio. El futbolista moderno siente la necesidad de ser el auténtico protagonista del juego, de ahí que los planteamientos negacionistas sean interpretados como desconfianza en sus propias capacidades. Escamotearles el contacto con la pelota implica un cierto menosprecio y por ahí se fundamentan muchos de los problemas que surgen, a menudo, entre directores y protagonistas.
Así llegamos al escrutinio de los aficionados. En Apuntes del balón, (editorial La Esfera), Jorge Valdano se hace eco de unas declaraciones del entonces entrenador del Valencia, Claudio Ranieri, en las que afirma aburrirse cuando su equipo toca y toca. “Quiero ganar, no tener el balón”, sentenciaba el italiano. “Ranieri cree que sin el balón es más fácil y yo creo que sin el balón es más difícil… Y más feo”, responde Valdano. El pasado miércoles, sin ir más lejos, muchos aficionados del Tottenham se levantaron de sus asientos y despidieron con aplausos a los futbolistas del Barça. ¿Suelen comportarse así los hinchas Spurs con aquellos rivales que, simplemente, derrotan a sus huestes? Quizás a esa reacción espontánea se refiera Pochettino con su impreciso “parece que”, como si de algún modo le molestara que el aficionado ya no se conforme con el papel de animador impávido y reclame, cada vez más, su derecho a divertirse: ese sí es un movimiento difícil de encorsetar.
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