El colista ridiculiza al Barça
El Leganés remonta en un minuto el gol inicial de Coutinho en un partido marcado por los errores defensivos continuos de los barcelonistas
Al Barcelona no le sirve de nada tener al mejor delantero del mundo porque tiene la peor defensa de los aspirantes a ganar LaLiga. Nadie se explica el cambio del equipo de Valverde, tan consistente cuando alcanzó el doblete con una sola derrota en el último partido como frágil desde que comenzó la temporada, víctima posiblemente del síndrome de Roma. Alérgico a los cambios, no sabe administrar los goles a favor, le quema la pelota y se vence de manera irremediable, como si los jugadores se alinearan igual que las fichas de dominó, a la que dobla la rodilla Ter Stegen. Nadie hubiera dicho que el Barcelona era el líder cuando llegó a casa del colista en Butarque. El desplome ha sido tan inesperado como mayúsculo, paralizados los futbolistas, sin calidad ni rebeldía, por no decir alma, rendidos a la fatalidad, derrotados sin remisión en Leganés.
Las rotaciones ayudan a refrescar al equipo, señalados los titulares por Valverde, y sirven para medir a la plantilla y la política de fichajes, discutida en el Barça. Munir no es ni será Luis Suárez y Alba no tiene un recambio natural, sobre todo mientras no progrese y se apueste por Miranda, circunstancia que llevó a Vermaelen a ocupar el costado izquierdo en Butarque. Las novedades castigaron al equipo en su área al tiempo que le animaban en su ofensiva, porque el Barça atacó de salida de forma continua y fluida, muy abierto Dembélé y alegre Coutinho, asociado a Messi.
Ubicado como falso 9, el rosarino se arrancó con una jugada estupenda que acabó a pies del brasileño, fallón en el control y en cambio exquisito en el tiro desde el balcón del área, ajustado al poste izquierdo de Cuéllar. Coutinho tiene un excelente remate de media distancia que es una suerte para un equipo a veces demasiado chato y acaramelado en su juego, falto de pegada si no interviene Messi. La pareja Messi-Coutinho dinamitó la inédita defensa de cinco dispuesta por Pellegrino. Al Leganés le falta gol y no tenía suerte, condenado por acciones episódicas, también en Butarque.
No fue exactamente el caso del Barça. Messi tuvo dos ocasiones francas después del gol de Coutinho: remató a la cruceta —el quinto disparo a la madera, el sexto del equipo en la Liga— y falló un tiro sencillo frente a Cuéllar antes de que En-Nesyri llegara frente a Ter Stegen. La benevolencia del 10 animó al Leganés. No sabía qué hacer el Barça, torpe y desorientado incluso con la media titular, y empezaron a presionar de manera más sincronizada y atacar mejor los chicos de Pellegrino. No hay partido en que el plantel de Valverde no pase por momentos de apuro, decisivos en Leganés.
No achicaban los delanteros azulgrana, Munir estaba más pendiente de facilitar la faena a Messi y favorecer su diálogo con Coutinho y no recuperaban el cuero los centrocampistas para suerte del Leganés. El encuentro viró en la misma línea que el del domingo contra el Girona. Las concesiones defensivas son continuas en el Barcelona. Toma los goles de dos en dos —ya suman siete— en un minuto: El Zhar y Óscar le dieron la vuelta al marcador en dos jugadas consecutivas que expresaron la fragilidad de los laterales y la desconexión de Piqué. Silva le tomó la espalda a Sergi Roberto y su centro fue cabeceado por El Zhar ante las narices de Vermaelen y Piqué le dio la bola a Óscar para que rematara a Ter Stegen.
Una ocasión
Jugó desde entonces el Barça con el retrovisor puesto, descolocado y fuera de sitio, incapaz de reaccionar, sin coraje ni fútbol, a merced de un adversario que se adornó incluso con algún caño ante la admiración de Butarque. Pellegrino supo cómo cerrar el partido, último vencedor en el Camp Nou con el Alavés, y no hubo más noticia del Barça que un doble remate de Coutinho y Rakitic que sacó magistralmente Cuéllar.
No hubo más respuesta azulgrana, ni siquiera con Luis Suárez, como si los jugadores se avergonzaran de los fallos cometidos, retratados en la última jugada cuando al remate de un córner acudió Ter Stegen. No olvidará Messi su partido 700 con el Barça. Más que un reajuste, el equipo precisa una intervención rápida de Valverde. No es sólido ni reacciona a la adversidad y no funciona el cambio de dibujo, el 4-3-3 no tiene el efecto del 4-4-2. Los azulgrana han descontado cinco puntos en dos partidos después de tener un colchón de +2. La prioridad de la Champions exige competir en LaLiga. Aunque contadas, las derrotas del Barça de Valverde son tan sangrantes que inmovilizan a un gigante como Messi, acusado de tímido cuando el escenario invita al arrebato como en Butarque. Nadie escapa al ridículo en el Barça.
Debilidad azulgrana en las áreas
Valverde rotó en Butarque y el Barça palideció en las áreas. Entre otras cosas porque ni Munir ni Vermaelen salieron airosos de su titularidad.
Munir había disputado un minuto —que fue para perder tiempo ante el Valladolid— porque Luis Suárez, como Messi, no se pierde una. Anoche, sin embargo, jugó de la partida pero la apuesta salió rana porque no contabilizó regate ni disparo alguno, aunque sí que generó espacios con sus arrastres. Poco más de Munir, que no tiró bien la presión —ninguno de los delanteros sumó un solo robo en la primera parte— y que, cumplida la hora, acabó sustituido por Luis Suárez.
No carburó mejor el Barça en su área, comprometido primero por Vermaelen, que dejó rematar a El Zhar en el primer gol —relevado después por Alba—, y un minuto más tarde por Piqué, que en su despeje le regaló el tanto a Óscar. Deficiencia defensiva que se cuenta en goles, puesto que el Barça recibió 29 en LaLiga pasada (0,76 por partido), por los siete que contabiliza en la presente (1,16).
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