Llegan los jóvenes, Valverde pelea y pierde
El murciano vuelve a tener un mal día y se queda fuera del podio tras otra estrategia ambiciosa del Movistar
El Movistar duerme en Andorra la noche del viernes. Le toca el hotel Fénix, y el nombre le da ideas a Pablo Lastras, uno de sus directores. La etapa ha sido un desastre para su equipo. Simon Yates, con su ataque en La Rabassa, ha matado la Vuelta. Valverde está medio noqueado. Las cenizas. Lastras quiere motivar a los ciclistas antes de la etapa del sábado y el mito del ave que renace del fuego que le consume le viene como anillo al dedo. El equipo que ha sido protagonista de la Vuelta desde el primer domingo no puede dejar de serlo el último día importante, aunque sus chicos estén agotados. La motivación funciona: el equipo sale al ataque, alegres y juveniles los chavales en todos los puertos a tope, y son muchos, la ambición tremenda de ganar la etapa, de hacer entrar en crisis al líder, al que no se concede ni un respiro, de ganar la Vuelta. Las piernas, no. El Fénix no renace.
Las piernas son las de Valverde, de 38 años, que ha conocido en su 12ª Vuelta todos los estados de ánimo posibles. Ha ganado dos etapas, ha llegado a estar a un segundo del maillot rojo, ha trabajado junto a Nairo en su intento de liderazgo colaborativo del equipo, y ha soñado con ganar la Vuelta y estado a 25s de ello a falta de las dos últimas etapas. En Andorra, cuando Nairo ya ha pasado a segundo plano, el de gregario de lujo con posibilidades de ataque lejano desestabilizador, un papel muy desagradecido, Valverde, líder único, ya no está. Sucumbe ante el empuje de los nuevos, los jóvenes que pueden con todo.
Sucumbe ante Enric Mas, que tenía ocho añitos en 2003, cuando Valverde, eterno aún, irrumpió como El Imbatido, el diamante del nuevo ciclismo español. Tenía 23 años, los mismos que Mas ahora, quien después de su júbilo tremendo al ganar en la Collada de la Gallina, le homenajea. “Todas las noches de la semana pasada repasaba una y otra vez el vídeo de la victoria aquí de Valverde en 2012”, dice Mas. “La forma en que derrotó a Contador y Purito. Su ataque a casi 500 metros y cómo se trataba sobre todo de pasar primero por la última curva, y cómo cerrarse allí para que no te pasaran por dentro. Y eso hice. Gané como había ganado Valverde”.
Es 2018. Valverde llega a la meta a más de tres minutos de su alumno avanzado. Le acompaña Nairo, quien, en la etapa más corta de la Vuelta, ha estado en todas las situaciones posibles. La etapa se ha gestado al ritmo de sus pedaladas. Ha estado en cabeza, acelerando la etapa en el último descenso de Beixalís antes del ataque final para evitar que el equipo de Yates se reagrupara; ha frenado, y olvidado sus posibilidades complicadas de ganar la etapa, cuando seguía en cabeza con Superman, después de observar cómo Valverde no podía llegar allí donde ya habían llegado Yates y Mas, atacantes al pie de La Gallina. Se ha quedado esperar a su compañero y con él cruza la meta. “No sé si estoy vacío o he tenido un mal día”, dice Valverde, que desciende, finalmente, al quinto puesto de la general.
La palabra crepúsculo está prohibida. Quinientas veces ya se ha pronunciado a costa del murciano, que poco después de una racha poco brillante suele regresar como rejuvenecido. Lo de relevo generacional le pega más al momento, como le pegó en el Tour de 2013, cuando Nairo, con 23 años, los de Mas ahora, terminó segundo del Tour tras ganar la última llegada en alto.
No habrá ningún Movistar en el podio, como no lo hubo ni en el Giro (Carapaz, ganador de una etapa, fue cuarto) ni en el Tour (Landa, séptimo, y etapa de Nairo) pasados. El año de la tricefalia y las grandes ambiciones ha sido duro para el equipo de Eusebio Unzue en las grandes vueltas.
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