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Nacer Bouhanni recobra la vista y gana el sprint de San Javier

Victoria del francés en una etapa de la Vuelta en la que el Levante propició abanicos y casi dos minutos de retraso para Pinot y Kelderman

Carlos Arribas
Nacer Bouhanni se impone en la sexta etapa.
Nacer Bouhanni se impone en la sexta etapa.MANUEL BRUQUE (EFE)

La imaginación y el calor hacen buena pareja y los comisarios, a los que Dios no ha llamado por el camino de redactar con claridad sus comunicados, colaboran. Escriben la víspera que han penalizado a Nacer Bouhanni por dar empujones al coche de su director, lo que en algunos medios se traduce como golpes al vehículo, lo que, todos están de acuerdo, le cuadra a la perfección al sprinter francés, que también es boxeador. Hablando antes de la salida, el comisario redactor reconoce que no debió escribir “poussées contre un véhicule” (empujones contra un vehículo), como hizo, sino “rétro-poussettes sur un véhicule” (hacer palanca en el coche para darse impulso), que es la maniobra habitual con la que los descolgados sin ánima, ya perdidos, se ayudan para sobrevivir.

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Y así marchaba Bouhanni el miércoles hacia Roquetas, descolgado de todos, y solo, a más de siete minutos del penúltimo, afectado por lo que ahora llaman un golpe de calor. Jopé, que no soy un malo violento, qué manía con pintarme así, reacciona Bouhanni en Twitter para desmentir su pretendida bronca a golpes con un coche y con su director, y horas después, aliado del viento, gana la etapa al sprint, que es lo suyo, y se reivindica con golpes de micrófono en la rueda de prensa.

Molard, otro francés que sobrevivió al Levante y sus abanicos, sigue con el maillot rojo, aunque el líder de su equipo, Pinot perdió 1m 44s, un duro golpe a sus aspiraciones de la Vuelta compartido con Kelderman, quien como buen holandés la goza con el viento y flirtea con la mala suerte, que en forma de pinchazo en la travesía de la minera La Unión, donde el Levante sopla de lado, le deja fuera de la organización de los abanicos que justo entonces, a poco más de 20 kilómetros de San Javier, empieza a tomar cuerpo.

Bouhanni tiene 28 años y, como tantos ciclistas, muchos golpes físicos en el cuerpo. El más grave lo recibió hace año y medio, un golpe en la cabeza que, revela después de la victoria, le causó graves problemas de visión. “Fue más grave de lo que parecía, pero recuperé la vista y he vuelto a ganar”, dice Bouhanni, quien adorna su memoria literariamente para dar más calado a su cuento moral. “Mi última victoria en una grande fue justo hace cuatro años, el 30 de agosto de 2014, en Albacete, un día de abanicos también, y justo también la víspera había llegado también el último”.

En realidad llegó el 149º de 192, que tampoco es poco, y la exageración redondea la historia y la deja acorde con la tendencia de los primeros días de la Vuelta, los del calor y la supervivencia, y el recurso a la imaginación, que se hace fuego atravesando Calabardina, junto a Águilas, donde, siguiendo el mayo del 68 y su bajo los adoquines está la playa, han llenado de pedruscos la arena y destruido la playa de Cola, y se aviva en Cartagena, donde la luna broncea más que el sol y un submarino Peral, un himno al genio, yace varado en una rotonda que hilvanan los ciclistas en tangente.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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