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Frente a la nostalgia de Hinault, el Tour inventa la salida a lo Moto GP

La policía fumiga a unos ganaderos que querían cortar la carrera con gases lacrimógenos que llegan al pelotón, la víspera de la etapa más publicitada

Carlos Arribas
Un antidisturbios fumiga con gas pimienta a una campesina para abrirle paso a un coche del Tour.
Un antidisturbios fumiga con gas pimienta a una campesina para abrirle paso a un coche del Tour.STEPHANE MAHE (REUTERS)

Lo viejo y lo nuevo siguen luchando en las carreteras del Tour, y no se sabe si es peor la nostalgia por lo imposible o las ideas de la modernidad. El ciclismo, deporte antiguo, sigue peleando con sus contradicciones.

Los viejos que quieren salvar el Tour de la monotonía hablan del pasado, de Ocaña y Fuente en Luchon y la filosofía del Lute, revienta o triunfa, y el Tour responde con ideas de creativos de marketing que nunca han visto una carrera ciclista. Los aficionados, desconcertados, se sienten cada vez más ajenos.

Los agricultores y ganaderos, eternos y universales descontentos —como los ciclistas, son la parte antigua del paisaje, y también pelean contra la modernidad—, organizaron un intento de corte de la carretera, una cinta estrecha de asfalto desgastado entre campos de maíz y barbechos, para protestar por el precio del cordero. La policía moderna respondió de una manera absurdamente violenta, utilizando sprays de gas lacrimógeno para fumigarlos como si fueran insectos. Los viejos echaron de menos inmediatamente a los campeones de antes, al Bernard Hinault que al llegar durante una París-Niza de 1984 ante una manifestación de obreros de un astillero que le cerraban el paso protestando contra la reconversión naval se bajó inmediatamente de la bicicleta y la emprendió a puñetazos contra los trabajadores.

Qué carácter el de Hinault, el Tejón, admiraron todos entonces. Al menos, se reconoce ahora, no ejerció la violencia desde una posición de superioridad, y recibió algún empujón a cambio, y, sobre todo, su acción no acabó perjudicando a su pelotón, como sí lo hizo la de los antidisturbios de Macron en el Tour blindado, que obligaron a que se detuviera la carrera hasta que a los ciclistas que llegaron poco después al campo de batalla se les pasaran los efectos en sus ojos de las partículas de gases irritantes que aún flotaban en el aire. No hacía ni 30 kilómetros que habían partido de Carcasona y ahí estaban, los más afectados, como Peter Sagan, discutiendo con los médicos del Tour, que les ofrecían ampollitas de suero fisiológico para sanarse, y a los más chic, un poquito de colirio Visprint refrescante mirada luminosa. Testigos deshechos de la bruticie, un rebaño de carneros recién esquilados y rastros de paja en el asfalto de las pacas con las que trataron de bloquear la carretera.

Otros años, ante parecidas manifestaciones, la dirección del Tour se adelantaba al pelotón y negociaba: tendréis visibilidad a cambio de respetar la carrera. Como con los aficionados que invaden de bengalas fumígenas las cunetas, solo la imposición se considera la salida adecuada.

El Tour ya jubiló hace unos años a Hinault de sus funciones de relaciones públicas, aunque el Tejón sigue voceando sus propuestas violentas —una huelga de ciclistas contra Froome y su Sky, por ejemplo— para devolver al ciclismo su espíritu volatilizado en los despachos en los que se analizan las audiencias televisivas. Triunfan los despachos, por supuesto, como demuestra la propuesta de etapa para el miércoles, la tan esperada Luchon-Col du Portet, de 65 kilómetros.

Luchon, en la frontera con el Valle de Arán, bien merece el título de ciudad de la vanguardia del Tour, y de la memoria. De Luchon vía en el Peyresourde, cuya primera rampa es una calle urbanizada de la ciudad, salió a las 4 de la mañana de un día de julio de 1910 la primera etapa pirenaica que abordaba los cuatro colosos, Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque. A Luchon no llegó Luis Ocaña en 1971 al final de una etapa similar a la del martes, pues cayó de amarillo en el descenso tormentoso de Menté tras Merckx, y se rompió. Ganó la etapa su rival inquebrantable, José Manuel Fuente, el Tarangu, que al día siguiente repitió victoria en Superbagnères, al final de la etapa en línea más corta de la historia del Tour, 19,3 kilómetros. A Luchon llegó volando Chris Froome hace dos años, que ganó el Tour en el descenso del Peyresourde con su posición revolucionaria, y revolucionario publicitariamente será la salida de la etapa de la intensidad, Peyresourde, Val Louron y el terrorífico e inédito col del Portet (16 kilómetros al 8,7% hasta una altura de 2.215 metros, 100 metros más que el Tourmalet, hasta ahora la cima más alta, y una carretera que asciende por encima de la estación de Saint Lary Soulan sobre una ruta recién asfaltada por un circo natural que permite a los que lo observen desde la cima contemplar casi toda la subida) concentrados en 65 kilómetros.

Los 147 corredores harán una salida seca, y no lanzada como siempre, ordenados en bloques de 20 según su puesto en la clasificación general. Los 20 primeros lo harán ordenados en filas, como la parrilla de salida de las motos; los componentes de las restantes veintenas se mezclarán. El Tour ha habilitado una recta de 900 metros para que todos calienten sobre rodillos, no más de 10 minutos como cualquier día con un puerto de salida, y espera espectáculo. Los directores y los corredores son más bien escépticos cuando piensan en los posibles efectos de una salida así en el desarrollo de la carrera.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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