El neozelandés que no esperó a ser ‘All Black’
El caso de Brad Shields, que debutará el sábado con Inglaterra, plantea un nuevo reto a las fronteras nacionales del rugby
La carrera de Brad Shields puede resolver una incógnita hace años inaudita: ¿Sale rentable no ser un All Black? El polivalente flanker neozelandés de padres ingleses se ha formado durante toda su vida en el país austral, fue subcampeón del mundo con Nueva Zelanda sub-20 y capitanea a los Hurricanes de Wellington, el club más atractivo de los últimos años. Su presencia en las quinielas para ser internacional con el país con más pedigrí del rugby era permanente, pero cuando el seleccionador Steve Hansen decidió incluirle, ya era demasiado tarde. Shields debutará este sábado con Inglaterra en un caso que sienta un precedente peligroso para la gobernanza del rugby.
La política de los All Blacks es seleccionar únicamente a los jugadores que compiten en su país. Que una nación con 4,6 millones de habitantes domine el rugby mundial no es casual; la selección está siempre en la cúspide de la pirámide y los clubes están a su servicio. Esta es la anomalía. La federación trata de que las cinco franquicias neozelandesas que compiten en el Super Rugby –la gran competición del hemisferio sur con clubes australianos o sudafricanos– tengan plantillas equilibradas y hace prevalecer su propio calendario
El ascenso por esa pirámide no es fácil en un país con una competencia atroz. Shields, de 27 años, tenía todas las papeletas pero la tercera línea neozelandesa del ya retirado Richie McCaw o del actual capitán Kieran Read son palabras mayores. Se cansó de esperar y cuando aceptó la llamada de Inglaterra, desató un terremoto. Hansen dijo después: “Seguramente habría sido seleccionado este año. Kieran está lesionado, Jerome Kaino se ha retirado y estamos pendientes de esa posición. Le deseo lo mejor… quiere jugar rugby internacional y es obvio que no ha visto futuro aquí”
El poderío económico de los clubes ingleses o franceses ha reclutado a neozelandeses cuando su carrera como All Black había terminado, incluso grandes estrellas como Dan Carter o Ma'a Nonu. La tendencia se acelera en los últimos años con perfiles algo más jóvenes que renuncian a su carrera internacional –no podrían jugar con un segundo país– por su vida deportiva en Europa. Australia o Sudáfrica adoptaron excepciones normativas para no perder piezas clave, pero Nueva Zelanda lo rechaza de plano. Hay varios neozelandeses de perfil más bajo que compiten con Irlanda, Gales o Escocia, pero el caso de Shields es una amenaza por la oferta que supone para los jóvenes de doble nacionalidad en la órbita de los All Blacks: un alto contrato de club y pueden jugar con una selección. “Así son las cosas. He tomado mi decisión y confío en que ha sido la correcta”, explicó Shields.
Inglaterra se movió a toda velocidad para reforzar la tercera línea, su talón de Aquiles. Y al hacerlo ha roto una regla interna: el XV de la Rosa solo selecciona jugadores que compiten en el país. Shields ha firmado un lucrativo contrato con los Wasps ingleses para el próximo curso, pero aún milita en los Hurricanes y ha tenido que viajar desde Wellington a Johanesburgo para medirse a Sudáfrica con el permiso de la federación neozelandesa, que tuvo reticencias: “Estamos muy decepcionados de que la RFU [la federación inglesa] haya dado este paso inusual ya que Brad no ha jugado aún rugby en Inglaterra”.
Nueva Zelanda recibe en parte la medicina que ha aplicado reclutando a fiyianos, samoanos o tonganos. En pos de proteger a los países pequeños del saqueo, la gobernanza del rugby solo permite que un nacional juegue con una selección distinta a la de nacimiento por parentesco o si cumple un periodo de cinco años viviendo en el país. El vicepresidente de World Rugby, Agustín Pichot, el principal impulsor de ampliar ese periodo –antes era de tres años– se ha mostrado muy crítico: “Creo que es importante mantener la identidad de nuestras selecciones. No está bien tener a jugadores que no han vivido en el país que representan”. Shields deja al vigente bicampeón mundial por el país autoproclamado a derrocarle el próximo año. El partido que les medirá en noviembre en Twickenham será de alto voltaje.
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