Nadal se gana el aplauso de Monfils
El número uno inicia su defensa en la Caja Mágica con otra exhibición que merece el reconocimiento de su rival, rendido por 6-3 y 6-1 (en 1h 13m). En octavos afronta a Schwartzman (7-5, 2-6 y 6-2 a Feliciano)
“¿Récord, qué récord?”. En la sala de conferencias, Rafael Nadal se sorprendía al conocer que después de enlazar 48 mangas sobre tierra está a un solo paso de alcanzar el récord absoluto de sets en cualquier superficie, logrado por el estadounidense John McEnroe (49 sobre rápida) en 1984. “Mira si me importan estos récords que no tenía ni idea… Cada vez me preguntáis más por estas cosas y cada vez son menos importantes...”, se dirigía el balear a un periodista, después de reducir a Gael Monfils en su estreno en la Caja Mágica (6-3 y 6-1, en 1h 13m) y desembarcar dulcemente en los octavos, en los que afrontará este jueves al argentino Diego Schwartzman (7-5, 2-6 y 6-2 a Feliciano López).
La historia se repite, una vez más, en bucle, normalizando algo que es extraordinario, pero que Nadal ha terminado transformando en un ejercicio rutinario cuando el calendario pasa páginas y se detiene en el trimestre de abril, mayo y junio: vencer, avasallar, progresar. La sublime conjunción del número uno y la tierra, ya sea la de Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma, París o Sebastopol, porque da lo mismo. Nadal, amo y señor de la arcilla, sigue a lo suyo por estas fechas y este miércoles de estreno en la Caja Mágica dibujó la última muesca en su revolver. La víctima, el francés Monfils.
No fue el día más brillante del balear. Sencillamente, le bastó con la velocidad de crucero que activó hace un mes en Valencia para solucionar un partido sin más miga que la que quiso ponerle o quitarle él, porque a estas alturas no parece haber mayor rival para Nadal que él mismo. Al igual que el curso pasado, cuando rubricó una gira sobre tierra excepcional, este año no se advierte mayor opositor que él y su circunstancia. Es decir, si a Nadal le respeta su cuerpo tiene todas las papeletas para volver a completar otra primavera de ensueño. No obstante, precaución: lo primero, Monfils.
El francés ofreció la resistencia que se presuponía. Es decir, espectáculo y trucos varios, pero escasa sustancia. Venía tocado el parisino, con uno de sus tendones de Aquiles lastimado y con la losa emocional de saberse en la arena frente al mallorquín, que comenzó un poco tibio y poco a poco entró en calor para asestar un doble sopapo nada comenzar los dos parciales, con dos roturas, y por lo tanto con buena parte del trabajo hecho. Dos breaks y Nadal al otro lado, ya sudando, ya rugiendo y soltando latizagos: ¿Existe osado que levante eso?
20 triunfos y 48 sets consecutivos en tierra
De momento, no. Se busca adversario para el de Manacor. No supondrá ningún título, pero al resto de los tenistas se les plantea un desafío bien hermoso, porque doblegar a Nadal en su reino de arena se ha convertido en el reto de mayor envergadura en el tenis. ¿Habrá un primero que rompa esa secuencia triunfal del extraterrestre, a lomos de una inverosímil racha de 20 triunfos y 48 sets consecutivos sobre arcilla, ya a solo uno de McEnroe? ¿Quién puede ser ese jugador que frene al español en su territorio fetiche? Ahí queda el interrogante.
No será Monfils, rendido y resignado, incluso reverenciándole después de que Nadal se adjudicase un majestuoso punto dirimido con un toma y daca en la red. Ni tampoco Djokovic en Madrid, donde hoy también estuvo Toni Nadal para presenciar el partido de su sobrino; esta vez, sin embargo, desde otro box, no desde el que ocuparon este miércoles su equipo técnico y allegados, alineación enteramente masculina. A unos metros, en uno de los palcos VIP que tanto se estilan en la Caja Mágica, disfrutaba el brasileño Ronaldo, quien reconoce que organiza su agenda diaria para poder ver todos los partidos de su amigo. Y en el resto del graderío, después de varios días con una media de asistencia más bien discreta, por fin el lleno. Volvió Nadal a la Caja Mágica, pero la historia reincide.
Ganar, ganar, ganar… Y volver a ganar.
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