Navas, el orgullo de un equipo masacrado
Testigo de un pasado glorioso, el lateral andaluz fue el único futbolista del Sevilla que plantó cara al Barcelona
A Jesús Navas se le había notado especialmente motivado en la concentración que el Sevilla tuvo en Marbella. Muchas de las miradas de sus compañeros se centraban en un futbolista que sabía lo que era ganar las dos últimas Copas del Rey conquistadas por el club. En 2007, en el Santiago Bernabéu y ante el Getafe, Navas fue parte de un equipo que ganó por 1-0 e hizo vibrar a miles de sevillistas. En 2010, Navas se marcó un partido colosal para derrotar en la final al Atlético de Madrid en el Camp Nou. Su segundo gol, al contragolpe, puso el broche a un partido de oro del extremo.
La enorme actuación del Barcelona y la emotividad de una final que dejó inmovilizados a sus compañeros no hizo mella en Navas. Uno de los aciertos de Vincenzo Montella, quien tiene complicada la renovación tras esta paliza, ha sido colocarlo de lateral, donde ha cuajado excelentes actuaciones en una temporada de altibajos de su equipo. Golpeado por el tempranero gol de Luis Suárez, al Sevilla le fallaron todos sus guías. En especial ese triángulo del centro del campo que en otras ocasiones ha funcionado tan bien. Perdidos N'Zonzi, Banega y Vázquez, Navas se convirtió en la única salida de fútbol de un equipo absolutamente desbordado.
A los 17 minutos, una internada del extremo acabó en un centro al área que remató muy mal Correa. A los 23, de nuevo se corrió toda la banda para dar otro pase de gol a N'Zonzi, que no remató bien dentro del área. En el 24, todavía le dio otro pase excelente a Muriel, que el colombiano no pudo aprovechar ante el impecable cruce de Piqué. Los 10 minutos frenéticos de Navas fueron el único obstáculo con el que se encontró un Barcelona que decidió ganar la final por la vía rápida. En el minuto 31, Navas llegó a tapar la internada de Alba en el segundo gol del Barcelona, pero el lateral culé se inventó un pase de tacón estupendo ante Messi, que marcó en una nueva final de Copa de las que ha disputado con el Barcelona, auténtico dominador de la competición.
Nada más empezar la segunda mitad, todas las miradas del Sevilla siguieron puestas en esa banda derecha. Incansable, volvió a internarse por la banda y centrar al área, donde Sarabia, bastante flojo, no pudo controlar cuando contaba con cierta ventaja para hacer un gol que pudiera haber metido algo de presión al conjunto catalán.
Con la mirada perdida
[TEX]Cansado de correr la banda, Navas no podía estar en todos los lados para evitar el aluvión de juego del Barcelona. Por eso, cuando Iniesta anotó un golazo después de regatear a Soria, Navas arrojó la toalla. Manos en la cintura, esperó el saque de centro de sus compañeros con la mirada perdida. El Sevilla, su Sevilla, caía con estrépito, pero el único que sostuvo el escudo de su equipo fue Navas. Golpeando a Umtiti, sacando un balón imposible a Alba en el minuto 60, cuando se mascaba un nuevo gol del conjunto catalán. También en el minuto 66 cuando se jugó el físico para evitar un peligroso disparo de Iniesta.
El Sevilla, después de una década de grandeza, debe pasar por el diván porque ha querido apretar en tantos frentes esta temporada que ha acabado muerto, sin físico ni concentración mental para acabar con éxito la campaña. Y más en una final con este Barcelona a tan gran nivel. En el momento de la segura reflexión, los rectores del Sevilla tendrán en cuenta que Navas debe seguir siendo un pilar importante para el próximo curso. En este, donde el Sevilla tendrá que pelear muy duro para agarrar la séptima plaza, Navas disputó su partido 40. Le contemplan 23 choques de Liga, siete de Liga de Campeones, ocho de la Copa del Rey y todavía dos más de la fase previa de la Champions.
En su tercera final de Copa con el Sevilla, Navas vivió uno de las noches más negras de su carrera.
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