Fernando Torres hace suyo el día del niño
El Atlético derrota al Levante con golazos de Correa, Griezmann y del delantero de Fuenlabrada, gran protagonista de la tarde pese a su suplencia
En el día del niño, Fernando Torres fue suplente, pero hizo suyo la fecha señalada por el club para homenajear a la hinchada infantil. Simeone fue coherente con su reparto de roles en este curso. Una vez más prefirió a Gameiro antes que a Torres. La decisión técnica se puede aceptar o no. Pero en el aire está si con los números en la mano de uno y otro, ocho y nueve goles respectivamente, el plus del sentido de pertenencia que aporta Torres debería invertir más veces el orden. Hay un poso en el ambiente de que Simeone no ha aprovechado en determinados momentos el valor de Torres como emblema del club. La transmisión de su entusiasmo por la camiseta y el escudo.
Aunque fuera del terreno de juego por esa decisión técnica, Torres se apoderó del día del niño. Los símbolos trascienden a lo terrenal y lo tangible. Su nombre, seis días después de anunciar que dejará el Atlético en junio, retumbó con fuerza en el Metropolitano durante toda la tarde. Antes, durante y después del encuentro. Su gol, una buena volea que redondeaba la victoria rojiblanca, fue una explosión de sentimientos. Una manera ideal de comenzar el homenaje continuo que será cada minuto y partidos que dispute en el Metropolitano hasta el final de temporada. Su tanto también redondeó una cifra singular. Fue su diana número 100 en Liga con la camiseta del Atlético.
No todo el fútbol entra por los ojos. Son los grandes gestos técnicos los que más y mejor penetran en la retina para entrar a formar parte de la memoria y de maniobras a imitar. Ayer, las gradas del Metropolitano estaban repletas de esos niños que absorben como esponjas cada detalle técnico. La muchachada vio ganar a su equipo fruto de tres acciones sublimes firmadas, primero por Griezmann y Correa, y después por Torres.
El mérito de Correa
Tres maniobras finales de muestrario precedidas de preámbulos también excelsos. Antes de que Correa crujiera la cintura de tres defensas del Levante con un recorte de pícaro, Vitolo protagonizó un cambio de dirección para penetrar y romper la segunda línea defensiva del rocoso Levante. Después le dejó la pelota a Correa para que este inventara donde más daño hace, en el área. Ahí, su fútbol imprevisible, se realza. Recibida la pelota de Vitolo, se generó el espacio suficiente con ese recorte que puso a los defensas del Levante a saludar a las gradas mientras él ejecutaba a Oier con un disparo sibilino. El gol contuvo tanto de picaresca como de una precisión canalla y traicionera. La pelota fue al rincón por el único lugar por el que podía pasar y Oier no esperar. El gran mérito de Correa este curso es haber aumentado su protagonismo en el equipo partiendo desde la banda. A veces, da grima verle sacrificarse tanto en defensa porque su fútbol es otro. Pero es ley innegociable de Simeone ese esfuerzo y por ahí se comió Correa a Gaitán y a Carrasco. Fue relevante que él y Vitolo fueran de la mano para desequilibrar el partido a la media hora de juego. Ambos fueron los escogidos por Simeone para intentar romper por dentro al Levante.
No era fluido el fútbol del Atlético, pero la pelota era suya con ese centro del campo con menos forraje por el medio, con Koke para limpiar líneas y Saúl para barrer. Esto ayudó a ver a un Vitolo más participativo y más atrevido que cuando se ve limitado a tocar poco el balón. Cuanto más pelota, más jugador puede ser Vitolo, que firmó su mejor partido como rojiblanco cuatro meses después de su llegada.
Si la jugada entre el canario y Correa fue fina y brillante, la que generó el tanto de Griezmann fue de academia. Tres toques para un golazo que cerraba el partido con el telón del segundo acto recién levantado. La apertura precisa de Koke a Vrsaljko, la rosca de este de primeras y el voleón rotundo de Griezmann. La diferencia abierta ya sí le dio a Simeone para meter a Torres. Cuando saltó a calentar la grada se encendió. Su entrada al campo fue apoteósica. Y su gol y el chorro emocional que generó una definición perfecta de lo que significa para su hinchada. “De Niño, a leyenda”, tal y como explicaba una pancarta.
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