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Bruno de Carvalho, un presidente perdido por la pasión

El dirigente del Sporting de Lisboa arruina con su conducta la buena marcha deportiva del club

Bruno de Carvalho.
Bruno de Carvalho.

Desde hace 72 horas no hay gritos en el Sporting de Lisboa. El presidente tiene cerrada su cuenta en Facebook. Bruno de Carvalho (Maputo, Mozambique, 1972) lleva una semana en un sinvivir buscando traidores en el vestuario, en la directiva, en los tribunales, en los políticos y hasta en la enfermería. El club que dirige se juega con el Atlético de Madrid el pase a las semifinales de la Europa League; pero el partido es lo de menos. La actuación de su dirigente ha convertido al club en lo que no quería que fuera, “la república de las bananas”: dimisiones en la directiva, sanciones en la plantilla, caída de las acciones en bolsa, aplazamiento del pago de la deuda, y asambleas generales de socios, de accionistas y hasta de obligacionistas. Todo desencadenado por la verborrea de Bruno de Carvalho en Facebook.

El desenlace comenzó en la noche del jueves pasado, cuando el equipo perdió con el Atlético de Madrid (2-0-); una derrota previsible, como él mismo escribía en su órgano de difusión personal: “En lugar de 11 tenemos que ser 22”, arengaba a sus tropas. Por una vez, Carvalho se quedó en casa para velar a su mujer embarazada. Delante del televisor dio rienda suelta a su prosa facebookera despachándose contra sus futbolistas Coentrão, Gelson, Coates, Matthieu, BasDost….

El equipo enteró respondió, muy correctamente, a las críticas pero él no tardó ni seis minutos en replicar: “En el Sporting no se vive en la República de las Bananas. Todos los que firmaron quedan inmediatamente suspendidos. Ya estoy harto de actitudes de niños mimados”.

En esta ópera bufa, será el jefe de los bomberos del país quien convoque la asamblea de socios para cesar o reforzar a su ídolo

El presidente es capaz de montar gresca incluso cuando anuncia la paz. “¿Quieren vivir en la ignorancia y sin defensa a la altura de las necesidades de nuestro club?”, escribía para anunciar el cierre -otra vez- de su cuenta en la red social. “Vamos a ser nuevamente un club sumiso, callado, sin expresión, sin voz. ¡Porque vamos a perder la voz, la voz incómoda. la voz que se opone, con frontalidad contra todo y contra todos. Para mí terminó esta guerra sorda de quereros mantener informados por mi único canal de información propio, mi Facebook”.

Pasional, megalómano, impulsivo, incontrolable, el presidente del Sporting lleva al fútbol portugués de cabeza y ahora también a su propio club. La pasión tiene su lado bueno, el de perseguir lo imposible, por ejemplo un título de Liga, que no conquista desde 2002. En ese sentido, Bruno de Carvalho era el hombre; así lo entendieron los socios, que le encumbraron a la presidencia en 2013 y le religieron hace un año con el 86% de los votos. Ese respaldo continuado -hace dos meses, otra vez, con el 75%-, con una secciones deportivas exitosas, lo va lapidando por comportamientos cada vez más difíciles de consentir.

Bruno de Carvalho, atendido de uma lumbagia al final del partido del domingo Sporting-Paços.
Bruno de Carvalho, atendido de uma lumbagia al final del partido del domingo Sporting-Paços.

Despidió al técnico Marcos Silva, con el argumento (falso) de que no vestía el traje del club; se implicó en una pelea a escupitajos con el presidente del Arouca, anunció el embarazo de su mujer por la pantalla gigante del estadio, prohibió a sus socios leer, oír y ver medios de comunicación que no fueran Sporting TV... La lista de actuaciones de Bruno de Carvalho da para un culebrón televisivo que, después de cinco temporadas de éxito, toca a su fin. El domingo acabó el partido en camilla (según se supo por un ‘traidor’ que le fotografió) y el club en la UCI.

Varios directivos han presentado su dimisión; la sociedad angoleña Holdimo, principal accionista, ha solicitado una junta extraordinaria. En esta ópera bufa, será el jefe de los bomberos del país quien convoque la asamblea de socios que cesará o reforzará a su ídolo.

Bruno de Carvalho parece que ha agotado su capacidad de provocar incendios hasta en Groenlandia. Obsesionado en buscar por todos los lados enemigos del club, ya solo le falta por descubrir al más letal: él.

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