El Alavés tramita una victoria salvadora ante el Getafe

Alavés y Getafe miraban de reojo, uno el vitoriano al descenso, aún sin eludir; otro, el Getafe, a la esperancilla de meterse en la Europa League, un sueño imposible que de repente despierta con un feliz sobresalto. Le alejaban al Alavés, antes del partido, nueve puntos del descenso y siete al Getafe el Betis que ocupa la sexta plaza en la tabla. El Alavés se alejó tres puntos más del descenso, con dos goles de Laguardia y Munir, central y delantero utilizando el mismo recurso, la cabeza. El Getafe, a la espera de los resultados del Betis con el Eibar y demás para saber si se acurruca y sigue soñando con Europa o definitivamente se levanta y se va a la ducha.

Las necesidades, los sueños o lo que fuera determinaron que predominase el reojo sobre el riesgo y construyeron un partido cuidadoso como si ninguno quisiera desagradar a José Bordalás, que ascendió al Alavés en 2015, pero no fue renovado, y fichó por el Getafe al que también ascendió, un buen récord para su currículum tachado de entrenador de equipos menores. El Alavés le despidió hoy con victoria, el público con vítores que le obligaron a saludar antes el final. Luego Abelardo también recibió su dosis para que no se sintiera ninguneado.

Fueron emociones del partido y algunas circunstancias y anécdotas las que lo definieron. El Getafe quería mandar más que dominar y el Alavés, contragolpear más que atacar con la brigada ligera. De tal forma que si se hubieran borrado las lineas del área, nadie lo hubiera notado y el árbitro ni lo hubiera sufrido. Hubo un par de contras a la espalda de la defensa del delantero del Getafe Ángel, un agarrón a Munir el borde del área, suavecito. En realidad pasar, pasar, solo pasó un cabezazo de Molina, bello, y un disparo de Manu García que no le cogió la comba para superar a Guaita. Y nada más.

La segunda parte podía tener la misma pinta, pero en casos como esos suele surgir la cabeza de Laguardia, para desatascar a un equipo que echaba en falta los centros de Ibai Gómez siempre precisos e imprevisibles. En tres minutos, alma del partido dio un vuelco, pero nadie se mareó. El Getafe seguía sin encontrar a Jorge Molina y Ángel sus dos mejores armas. La estocada la dio Munir al cabecear un centro de Guidetti. A falta de media hora parecía una montaña prohibida para el Getafe. La pudo empezar a bajar con un penalti de Duarte a Remy en el minuto 80 que Antunes envió fuera junto al poste.

Parecía que no había más pero quedaba un hecho singular, o lo que pudo haber sido. Wakaso salió en el tiempo añadido. Nada más salir recibió el balón desmarcado, echó a correr, se plantó solo ante Guaita y lo mando fuera. Serían seis segundos o así lo que taró en hacerlo todo. Fue la anécdota de un partido muy serio, o sea, de lo que dejan serio al respetable, Mudo no, en Mendizorroza nadie se queda mudo.