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Los gallos salen al sol y Alaphilippe gana en la Vuelta al País Vasco

El ciclista francés se impone al 'sprint' en la primera etapa a su compañero de fuga Roglic tras descolgar a Quintana

El corredor francés Julian Alaphilippe (izquierda) se impone al esloveno Primoz Roglic en la primera etapa de la Vuelta al País Vasco.
El corredor francés Julian Alaphilippe (izquierda) se impone al esloveno Primoz Roglic en la primera etapa de la Vuelta al País Vasco. Javier Etxezarreta (EFE)

El Alto de Elkano, la punta del tobogán que conduce a Zarautz, tiene la espada corta, le faltan kilómetros para ser el justiciero de ciclistas insolentes o el muelle de quienes piensan que la meta es el camino. Sus 2,4 kilómetros de ascensión no permiten glorificar ciclistas, pero su ubicación, a nada y un poco de la meta de Zarautz, le da la intriga y exige la dedicación de un cocinero para sacar el pil pil en su punto. Y los chefs no fueron menores y se aplicaron a la tarea de mover la cazuela para que la salsa surgiera ni densa ni líquida, con el ansia de agradar y añadir una victoria más a su palmarés. Julian Alaphilippe y Primo Roglic, francés y esloveno, llevan entre fogones el tiempo necesario para figurar en la planta noble del ciclismo Mundial. Dos tipos distintos pero que apuntaban una igualdad en la lucha por el sprint. De un lado, las piernas como columnas de Roglic, el contrarrelojista esloveno; de otra, las pantorrillas como listones del escalador francés. La talla del maillot también era diferente. Y Alaphilippe le dedicó a la etapa y a su triunfo un sprint largo y sostenido al que respondió Roglic con un gramo menos de energía que su oponente. Y ese par de tubulares eligieron al francés como ganador y líder de la carrera en la primera jornada  de la vuelta ciclista al País Vasco. 

Los puertos de tercera categoría bien colocados asumen a veces el protagonismo requerido a mayores empresas. Todo estaba predestinado a esas cuestas que medían la ambición y la fuerza de los contendientes. Allí se aunaron tres gallos inesperados, porque a Alaphilipe y Roglic se les unió Nairo Quintana para completar una apuesta que ilusionaba a la Itzulia, que quizás no esperaba tan temprana respuesta. El colombiano cedió ante los ataques de sus compañeros de viaje y se refugió en el grupo en el que figuraba Mikel Landa. Queda mucho, pensó; quien guarda tiene. Ahora todos tratan de averiguar cuánto tiene cada uno.

Esa fue la mirada larga de la etapa. La corta fue la habitual. Burgos BH y Euskadi-Murias, equipos continentales, tenían prisa por tragarse el mar, con espuma y todo y para eso no hay sorbo que sobre, ni ola que no empuje. Ibai Salas y Aitor González se fueron al poco de salir, como niños que hacen pira, y se les unieron primero Jonathan Lastras y el eritreo del Dimension Data, Ghebreigzabhier. Era el grupo de la esperanza, casi todos con su maillot verde (salvo el Burgos BH). Más adelante, se les unieron De Gendt -que no se pierde una fiesta de inauguración por nada del mundo- y Cataldo, otro activista del pelotón, que les hizo la goma hasta que asomaba a lo lejos Elkano y decidieron que acababa un festival y comenzaba otro.

Con la marea alta devorando la playa y dejando un hilo de arena entre la espuma y el muro, los ciclistas pasaron del paisaje, subiendo con la cabeza alta, muy alta, mirando más al cielo que al mar; la cabeza gacha bajando, mirando más al suelo que al mar. Y Zarautz en el cuarto y último paso (qué poco les gustan a los ciclistas esas soluciones) eligió a su ganador. Elkano lo había dejado en empate.

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