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Sin bajar del autobús
Columna
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La tentación de McLaren

En la Fórmula 1 estas son las fechas de mostrar esperanza, cuando los monoplazas no se han puesto a rodar y puedes presumir de que nadie te ha adelantado

Juan Tallón
Fernando Alonso, en el circuito de Yas Marina, en noviembre pasado.
Fernando Alonso, en el circuito de Yas Marina, en noviembre pasado.

En un guiño al cine de antes, la temporada de Fórmula 1 comenzó con una escena que evoca La tentación vive arriba, cuando una inesperada ráfaga de viento levantó la sábana bajo la que se ocultaba el nuevo McLaren, mientras introducían el coche en un camión. Supimos así, con un día de adelanto, que el monoplaza de Fernando Alonso será naranja papaya y azul. Parece un dato menor, pero mucho cuidado, porque es un dato menor. Estas particularidades sobre el color importan, en especial cuando no hay otras. Hasta este lunes, cuando el monoplaza empiece a rodar en el circuito de Montmeló, las prestaciones del MCL33 constituyen un misterio incluso para los especialistas, salvo que sean tuiteros, como es lógico. Creo que tampoco en la escudería poseen suficientes evidencias prácticas del futuro que le aguarda al nuevo coche. Supongo que deberían estar más en contacto con los blogs en los que se cuece todo.

Desconocemos si el monoplaza será lo bastante rápido, si se dejará conducir con suavidad, si cuidará los neumáticos, o qué hará en las curvas, así que cómo no va a ser importante el color. El propio Alonso destacó que el nuevo coche “tiene muy buen aspecto y está bien pensado, y creo que los colores nuevos son fantásticos; llaman mucho la atención”. Esto me hace pensar en aquellas camisas hawaianas con las que salían a escena los humoristas Guillermo Summers e Ignacio Salas, ídolos absolutos. También llamaban la atención. No eran bonitas, difícilmente te las pondrías aunque fuese una vez, pero ellos tenían medio chiste hecho gracias a su aspecto. En parte yo siempre atribuí a sus camisas, es decir, a los colores de sus camisas, que me gustasen tanto sus chistes malos, y que me pareciesen incluso mejores que los buenos.

Alonso sabe mejor que nadie que estos días, previos a los primeros test de la temporada, son una ficción. No pasa nada por mostrar entusiasmo, así que lo muestra. Todos lo hacen. “Me encantan los veranos, nunca pierdes partidos”, decía Ray Evans cuando entrenaba al Liverpool. En Fórmula 1 estas son las fechas de mostrar esperanza en el futuro, cuando los monoplazas no se han puesto a rodar. Puedes presumir de que nadie te ha adelantado. Pero a partir de este lunes, cuando se ponga a prueba no solo el coche de McLaren, sino el de las demás escuderías, la ficción dejará paso a la realidad. Todos sabemos qué es empezar una mañana con vigor y ganas de cambiar el mundo, y paulatinamente desinflarse hasta quedarse sin expectativas, de modo que para cuando consigues reunir fuerzas y salir de la cama, ya está más o menos claro que el mundo no tiene remedio, y que lo único que puedes intentar es pasártelo bien. Alonso al fin lo vio claro el año pasado, cuando decidió que la Fórmula 1 no sería el único asunto interesante que se traería entre manos. Eso no evita que esta vez, cuando su coche le pida otra oportunidad, y le prometa que va a ser el mejor, el piloto diga “bueno, vale”, y asistamos a su renacimiento.

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