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Sin bajar del autobús
Columna
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La vida sin penaltis del Barça

Se cumplen dos años sin que le piten una pena máxima en contra al Barça; demasiado tiempo, no por nosotros, sino por ellos

Juan Tallón
El entrenador del FC Barcelona, Ernesto Valverde, durante el partido contra el Eibar.
El entrenador del FC Barcelona, Ernesto Valverde, durante el partido contra el Eibar.Juan Herrero (EFE)

Quizá la falta de penaltis en contra le duela más al Barça que a sus rivales, aunque no me atrevo a asegurarlo a ciencia cierta. Todos tenemos derecho, en cualquier caso, a recibir una mala noticia de vez en cuando, para sentirnos mohínos; también el equipo de Valverde. Ahora mismo, el Barça parece un club ahogado por su buena suerte, a punto de pedir socorro por ello, como el atormentado guardia de seguridad al que interpreta Bruce Willis en El elegido, y que nunca se pone enfermo y sobrevive a toda clase de graves accidentes, incluido uno de tren del que solo sale vivo él, y sin rasguños. No me extrañaría que el Barça estuviese deseando que un día algún árbitro señalase un penalti en su área; no de mala fe, o por gusto. “Una persona honrada es la que hace putadas sin disfrutarlo”, decía un personaje de una novela de Dovlátov. Nadie puede vivir todo el tiempo sin meterse en problemas. Tampoco el Barcelona. ¿Qué porquería de existencia sería esa? Mi prima cuenta que su juventud fue perfecta salvo porque nunca consiguió romperse un brazo para llevar escayola.

Una remota pero factible posibilidad es que el Barça entrene la ausencia de penaltis. Yo ya vi entrenar a una periodista de sucesos el corte de manga que pensaba hacerle a su redactor jefe el día que la cambiasen de sección. Hay épocas en las que los equipos no quieren dejar nada al azar. Prestar atención a la levedad y los pequeños detalles los hace más grandes. Llega un instante que aborreces la vulgaridad, y cometer un penalti es una. En especial en el Barça, donde se vive con angustia la idea de que alguien te diga por la calle que no juegas bien al fútbol, aunque ganes. Es un club obsesionado por el cómo, y me parece bien. Conozco al menos a un barcelonista que defiende que les piten penaltis en contra, “siempre y cuando los tire Messi”. En cuanto a si teme que Ter Stegen se aburra, responde que “los porteros deberían plantearse llevar tabaco al partido”.

No me extrañaría que al acabar sus encuentros, precisamente Ter Stegen, se golpease la cabeza contra las taquillas del vestuario porque se salda otro día sin que un contrincante le lance un penalti. En Liga se cumplen ya dos años. Demasiado tiempo. Ya no por nosotros, sino por el bien del Barcelona: pítenle un penalti en contra. ¡Pítenselo! El fútbol requiere de una dosis razonable de adversidad para no prometérselas siempre felices. Y no solo el fútbol. En una ocasión acudí con dos amigos a un pequeño casino, en Portugal, y cuando no había transcurrido ni una hora, uno de ellos me pidió al oído que por favor lo sacase de allí porque estaba desplumando sin piedad a unos viejecitos simpatiquísimos. Si empezamos por estar contentos de que no nos piten nunca penaltis, porque eso contribuye a la victoria, nada impedirá que más tarde nos sintamos satisfechos también de que los rivales no pisen nuestra área, o nunca disparen a puerta, porque así no podrán hacernos un gol.

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