Un gol en el último suspiro castiga a la Real Sociedad
El equipo vasco remonta el partido ante un excelente Salzburgo, pero cede en la última jugada un tanto que le obliga a marcar en terreno austriaco para soñar con pasar a octavos de final
Está en problemas la Real Sociedad, que había remontado el partido contra el Salzburgo y se encontró en el tiempo de prolongación un gol que le complica la vida hasta el punto de que, como poco, deberá marcar en Salzburgo para poder entrar entre los 16 mejores equipos de la Europa League. Una decepción para un equipo que tiene la confianza bajo mínimos. No estamos ante la mejor Real que cabría esperar.
El Salzburgo es un colectivo plurinacional plagado de meritorios, un buen destino para que posen su mirada ojeadores, una interesante apuesta de sus propietarios para enfilar por el carril competitivo continental a proyectos que dan sus primeros pasos en el fútbol profesional. Samassekou, un chico malí capaz de hacerse cargo de latifundios, su compatriota Haidara, finísimo futbolista de banda o el bregador delantero coreano Hwang Hee-Chan apenas se estrenan como veinteañeros, son jóvenes y no sobradamente preparados, pero están en proceso de aprendizaje y compiten con el hambre que se le supone a los meritorios. Lo pasaron mal cuando de inicio la Real le metió ritmo al partido, pero supieron imponerse ante un rival de cartón piedra, con más fachada que enjundia.
La Real tiene buenas intenciones, atesora una interesante base futbolera y tiene excelentes jugadores, pero atraviesa un periodo de desconfianza sobre sus capacidades. A la primera respuesta se arruga. Era Europa, era una eliminatoria tras quince años sin disputar una en el continente. Era una ilusión y el equipo salió con fiereza al campo, pero le falta algo más a la Real que las incursiones del magnífico lateral Odriozola o sus conexiones con Oyarzabal. Le sobra la desconfianza que rezuma Rulli, el nerviosismo de la defensa, los problemas a su espalda. Juega el equipo de Eusebio, además, con el reproche de un sector de la grada que no le pasa una. Así que de inicio el equipo quiso, pero no pudo. Trató de hacerse fuerte en el juego aéreo, tocó varios saques de esquina e incluso pudo marcar en dos intentos de Héctor Moreno, debutante, y de Xabi Prieto, pero justo encajó gol en esa suerte.
El Salzburgo obtuvo quizás más premio del que buscó. No tenía todos los boletos, pero le bastaron porque puso un córner en el área pequeña, propició un barullo e invitó a que Rulli, que lleva un tiempo tembloroso en según que decisiones, se atolondrara en la salida para errar en el despeje de puños. Tras él estaba Oyarzabal, en el que rebotó la pelota para colarse a la red.
Que el Salzburgo marcase sin tirar a gol no podía ser más que una mal síntoma. Obligó, como poco, a que la Real se agitase. Ayudó Eusebio, que en el descanso reemplazó a Juanmi por Januzaj y mediada la segunda parte retiró a Bautista para llamar a Agirretxe. Cambió los delanteros el técnico porque por ahí tampoco encontraba soluciones. Se las dio el pugnaz Odriozola, que no solo es un motorcito sino que atesora clase y, por lo que se vio en este partido, hasta gol. A partir de un caño en la frontal generó el empate desde la nada.
La igualdad en el marcador le dio impulso a la Real, también los cambios. Januzaj se disfrazó de delantero centro para rematar de cabeza al larguero tras un majestuoso centro de Oyarzabal. Elevó el ritmo el equipo de Eusebio. El extremo belga ayudó a engranar y subir varias marchas ante un Salzburgo al que se le hizo largo el partido. Su equipo le espera, le aguarda el mundo del fútbol al que no hace tanto se presentó como promesa de grandes alardes. Su primer curso en San Sebastián conoce altibajos, lesiones, parones y esperanzas. En esta ocasión le sobraron tres cuartos de hora para dejar un magnífico regusto. Marcó el tanto que enfocaba la victoria para su equipo en un libre directo en el que, cierto, se topó con una barrera de alevines que se apartaron para dejar vía libre hacia el gol. Le valía a la Real la remontada tras el susto, pero enfrente tenía un rival con más recursos de los que se podría suponer por su historial en Europa y que en cuanto se vio en desventaja, con apenas diez minutos por delante, mostró su ausencia de complejos, se fue a por el empate y lo encontró sobre la bocina gracias al japonés Minamino, que en unos pocos minutos dejó también una fenomenal estela.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.