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Al Baskonia le falla la última cerilla

Tras un partido irregular, el conjunto vasco tuvo la oportunidad de sorprender al Panathinaikos con una reacción final sigilosa

Beaubois entra a canasta.
Beaubois entra a canasta.PANAGIOTIS MOSCHANDREOU (EFE)

Si el Panathinaikos de su irascible dueño Gianakopoulos (sancionado un año sin entrar en los pabellones por su violenta reacción ante los arbitrajes sufridos y que ha convocado un referéndum para salir de la Euroliga) no había perdido más que un partido de los 11 disputados en el OAKA, y fue ante el poderoso CSKA de Moscú, cabía pensar que al Baskonia le tocaba disputar una justa de pronóstico reservado, con el dulce recuerdo de la victoria (por un punto) en Vitoria en la primera vuelta, pero con el témpano de hielo de la puntiaguda estadística manejado a la perfección por un tan Calathes, que juega con la alegría de un juvenil y la sencillez de un artesano.

En tales circunstancias, el Baskonia se conformó con discurrir por un tobogán que lo mismo se empinaba hacia arriba que apuntaba hacia abajo, provocando ciertos mareos en el equipo de Pedro Martínez. Pareció que podía en el tercer cuarto someter al equipo de Joan Pascual. Se balanceó en el segundo, aunque pudo rescatar la verticalidad y mantenerse firme en el partido para llegar al descanso mirando a los ojos al Panathinaikos casi sin pestañear, seis puntos por debajo en el marcador. El mal del tercer cuarto le hizo trizas con desventajas que alcanzaron a los 18 puntos, es decir una muerte precoz, una sentencia estadística que te señala que tú no eres el elegido para volver a profanar el OAKA. Y por fin en el último cuarto, el Baskonia se convierte en hormiga casi imperceptible y va arañando puntos mientras el equipo griego se relaja, se atasca un poco, se mira en el espejo y el Baskonia reduce y reduce, como quien quiere dejar liquidísima una salsa, y se encuentra a cuatro puntos de desventaja, segundos suficientes para un milagro civil, para repetir la victoria de Vitoria con la canasta de Beaubois. Pero Janning falla el triple y el balón se va a Calathes como quien busca a su dueño para que lo acaricie, lo duerma y lo lleva a la cama, o sea a la victoria, eso sí con el estómago alterado por los últimos sobresaltos.

Y el Baskonia se dio cuenta de que hay veces que la muerte te mira con cara de esperanza pero en el fondo te está mostrando la débil luz de la agonía. Y así murió. Vivió feliz en el primer cuarto gracias al tándem Shengelia-Vogtmann, pero la falta de acompañamiento les fue hundiendo poco a poco a poco, aunque sumaran dos dígitos.

La dirección es uno de los problemas de Baskonia, las pérdidas fueron otros, demasiados errores no forzados, demasiados tiros sencillos fracasados (Marcelinho y Poirier negados) y a cambio un recital de asistencias de Calathes, empeñado en engrandecer a tipos como K.C. Rivers o Gist mientras Gabriel más que anotar muchos triples los apuntaba en los momentos oportunos. La sigilosa reacción final a punto estuvo de convertirse en estruendo, pero falló la última cerilla para incendiar la pólvora. Faltó el fósforo y el cohete no explotó.

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