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El Real déficit de Cristiano

El bajón del Madrid tiene mucho que ver con la decadencia goleadora del luso, cuya extraordinaria eficacia tantas veces estuvo por encima del juego

Cristiano pasa al lado de Zidane tras ser sustituido. En vídeo, el técnico analiza el rendimiento del delantero en una comparecencia reciente.Vídeo: MANUEL QUEIMADELOS ALONSO (GETTY) / EPV
José Sámano

En el testamento del actual Real Madrid nada es más menguante que el ataque que deletrea Cristiano Ronaldo, cuyo futuro inquieta tanto como su presente. Al menos al club, porque el jugador parece seguir inmerso en su esplendoroso ayer sin reconocer su terrenal hoy. Y nada condiciona más al equipo. A un Madrid que desde la llegada del genio ha ido al rebufo de su extraordinaria eficacia, lo que ha prevalecido sobre el juego en sí. No han sido pocas las ocasiones en las que la vigencia del portugués se ha impuesto mucho antes que el juego. Pero hoy el relato es otro. Sin el goleador nuclear que ha sido CR el Madrid se siente extraviado, sin remedio cuando siente el más mínimo azote.

El Real, que ni en las altas cumbres fue un certamen defensivo, se resguarda como el triunfal curso anterior, pero ha perdido gancho ofensivo. Le dan la misma cera, pero ya no noquea con frecuencia. De momento, es un conjunto de pies blandos. Los números lo enfatizan: en las primeras 21 jornadas de Liga de la pasada temporada los de Zidane habían encajado 20 goles, solo uno menos que en esta campaña. Ocurre que lleva anotados once tantos menos, una mochila pesadísima. Se han descontado los seis que llevaba Morata a estas alturas ligueras, más otros tantos que de forma excepcional ya sumaba Sergio Ramos. ¿Y la BBC? Ahí está gran parte del meollo. Bale está uno por encima, Benzema dos por debajo y Cristiano es el más afectado con cinco bingos de retraso. Curioso, todos han jugado los mismos o más partidos ligueros.

Hoy, menos que nunca, ninguno tiene motivos, si es que alguna vez los hay, para desairar a nadie, ya sea al técnico que ordene un relevo, a un cámara de televisión o a quien se tercie. Como estupendos futbolistas que son han sido consentidos de la gloria. Cuando se la han merecido otros se han puesto el mono para evitar su remangue. Pero, al menos hasta la fecha, han dejado de ser el flotador regular del Madrid.

A Ramos y Carvajal, con Varane mal ubicado, les pillaron la espalda con facilidad ante el Levante. Ni mucho menos ha sido la primera ocasión. A veces por errores propios y muchas por las desatenciones de otros. A cambio del destape, el atómico martillo de CR y sus camaradas de vanguardia maquillaba el asunto. Hoy, pese al paréntesis de las goleadas al Dépor y el Valencia, ya no es así.

El Madrid solo ha encajado un gol más que en la pasada Liga, pero lleva once menos marcados

Un enredo mayúsculo para Zidane, tan desconcertado que no sabe qué rumiar. Ha pasado de ni negociar la BBC —a costa de quien fuese, Asensio, Isco—, a sustituirles más de lo esperado. Que Bale y CR se fueran al banco ante el Levante con el partido en el aire resultó algo más que sintomático. Insólito. Máxime cuando no se adivinan otros motivos para ambos relevos que su mala actuación. Ni el Madrid tenía por delante partido entre semana ni el estado del terreno de juego, caso del de Cornellà y otros magullados por el temporal, suponía algún riesgo de lesión.

Tras anotar dos tantos en Vigo y un golazo al Deportivo, Bale, que florece solo a ratos, ya había sido cambiado en los dos encuentros anteriores al del Ciudad de Valencia, frente al Villarreal y en Mestalla. Allí, en feudo valencianista, también fue despachado antes de tiempo Benzema, que se fue con malas pulgas. Y eso que suele ser el más señalado de los tres. No así contra el Levante, donde, en contra de lo habitual, su técnico le dio carrete hasta el final en detrimento del galés y CR. El portugués no armó la bronca de septiembre de 2016 cuando casi se carga la caseta del Las Palmas al dejar el campo grancanario antes del final. Eso sí, en Levante la tomó con un cámara de televisión al llegar al banquillo con muecas de disgusto y ni un saludito a Zidane. CR solo ha sido relevado en el 9,5% de los 401 partidos que ha disputado como madridista (esta Liga la única vez en el 5-0 al Sevilla), pero el globo del ombligo no se le desinfla ni cuando resulta evidente que ha perdido tonelaje.

Puede que CR pegue un arreón en la Copa de Europa como en la edición precedente y entonces reclame que se comprueben sus estadísticas en google. Hoy, en Liga, estas son: ha necesitado 115 remates para marcar cada 187,88 minutos, mientras que en el torneo anterior con 84 goleaba cada 100 minutos. CR sin gol, del que ha sido su majestad, no tiene otro dictado.

Ni en estos malos tiempos CR tuvo un atisbo de generosidad con Zidane. Siquiera una leve carantoña para despejar cualquier indicio de mal rollo. Acertara o no, todo es discutible, lo cierto es que el entrenador tiene que gestionar el hoy, no el ayer, por más que se trate de un ilustrísimo pasado. Ni Zidane, y mucho menos los cámaras de televisión, son culpables de su bajón, sea o no episódico, lo remedie o no ante el PSG o cualquier otro.

CR no puede confundir el ayer con el hoy, porque el balón no siempre es de oro

Otro factor ha contribuido a la merma ofensiva del Madrid. Tiene que ver con el alma. El certificado como espíritu Ramos se ha esfumado. En la Liga 2016-2017, el equipo anotó 23 goles, once de ellos decisivos, a partir del minuto 80. En lo que va de temporada solo ocho y apenas dos con trascendencia, uno de Asensio que supuso el empate con el Valencia en Chamartín y otro de Cristiano para triunfar en Getafe. Sin la misma fe, sin ese crónico desfogue emocional y sin la puntería de CR transita el Madrid hacia la Copa de Europa. Históricamente ha sido su gran motor emocional y que nadie descarte que sea la mejor pista posible de despegue hasta para este Real tan bacheado. Puede ser. Mientras, a sus 33 años, los principales achaques de Cristiano solo tienen que ver con Cristiano. Grande, muy grande, enorme en las buenas ahora le toca remar contra la peor corriente que se le recuerda. Y de nada le servirá mirar por el retrovisor, confundir el ayer con el hoy. La eternidad futbolera la tiene ya ganada. En Madrid o donde sea. De lo que se trata ahora es de golear al presente. El balón no siempre es de oro.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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