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No, Froome no piensa aceptar una sanción de seis meses (o eso dice)

El caso de dopaje del ganador de cuatro Tours se alarga durante meses alimentado más por los falsos rumores que por las certezas

Carlos Arribas
Froome entrena en Mallorca, en diciembre.
Froome entrena en Mallorca, en diciembre.ENRIQUE CALVO (REUTERS)

Como si fuera lo más normal del mundo, todos los días Chris Froome informa con detalle de sus actividades, de sus entrenamientos terribles en Sudáfrica, de cómo le gustan los plátanos a su hijo, de lo bien que se lo pasa preparando la temporada ciclista que debería ser la de su quinto Tour y que debería comenzar para él el 14 de febrero en la Vuelta a Andalucía, y de las ganas que tiene de correr el Giro, la carrera que, ignorante de su positivo, le ofreció dos millones de euros por participar.

El uso del condicional en la agenda del mejor ciclista del mundo denota, sin embargo, que no todo es tan normal como él quiere hacer creer con sus vídeos en Instagram, sus mensajes en Twitter y sus descargas en Strava de jornadas agónicas de entrenamiento que suman más de 3.500 kilómetros en bicicleta. Mientras él permanece aparentemente aislado en su África, el ruido crece en la vieja Europa, donde todo el mundo del ciclismo habla y opina sobre su caso de dopaje. Habla todo el mundo, salvo las fuentes oficiales de los sectores implicados (UCI, equipo Sky y su abogado, ciclista), que prefieren expresarse en globos sonda lanzados por, siempre, “personas del entorno”.

“El Sky debería haber suspendido a Froome y no dejarle correr hasta que no haya una decisión sobre su caso”, ha declarado el francés David Lappartient, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), quien incluso ha llegado a aventurar que apoyaría a cualquier organizador de carreras que decidiera vetar a Froome para evitar casos como el de Alberto Contador, desposeído a posteriori de un Giro que corrió y ganó estando aún en los tribunales el caso de su clembuterol. Directores y corredores de equipos rivales repiten en privado que a Froome las autoridades deben tratarle como a los demás y que al ciclista italiano Diego Ulissi se le sancionó nueve meses por un caso similar. En público ha hablado Romain Bardet, el ciclista francés que terminó tercero el pasado Tour (tras Froome y Urán) y que ha señalado que le extrañaría que no sancionaran a Froome.

Un ruido no muy agradable para sus oídos, generado por el reglamento antidopaje, que no prevé una suspensión provisional para algunos productos de la lista, por los tiempos lentos con que se mueven las resoluciones federativas en casos de dopaje y por las complejas particularidades del control positivo por exceso de salbutamol (2.000 nanogramos, el doble del límite permitido del antiasmático) de Froome el 7 de septiembre pasado, tras la disputa de la 18ª etapa de la Vuelta.

La única declaración oficial del Sky y de Froome tuvo lugar en el 13 de diciembre, cuando se hizo público el positivo. Froome dijo que solo había hecho lo que le dijo el médico y el equipo ratificó su declaración. El resto son mensajes contradictorios enviados por personas cercanas a los protagonistas según los periodistas que las escriben. Uno contó que Froome se pasó inhalando Ventolín no durante la etapa, sino al terminar, para no toser mucho en la rueda de prensa y evitar que todos se enteraran de su catarro. Otro señaló que la causa del positivo era la deshidratación. Después cambió el argumento: una enfermedad renal tenía la culpa de que de un día para otro Froome pasara de 100 a 2.000 nanogramos en su orina. En ambos casos, la disculpa era peor que el positivo: el 7 de septiembre no fue un día de calor, por un lado, por otro, una enfermedad renal le habría impedido rendir y le habría obligado a retirarse. La última sonda ha sido la de que Froome, acuciado por su esposa y mánager, Michelle Cound, estaría negociando aceptar una sanción de seis meses por “negligencia”, que le permitiría reaparecer el 21 de marzo. Tardó un par de horas solo Froome en desmentir por Twitter una información que se contradiría con los intentos del Sky y su carísimo abogado, Mike Morgan, para conseguir una absolución absoluta, la única salida aceptable por un equipo cuyo reglamento interno le obliga a despedir a cualquier ciclista sancionado por dopaje.

Han pasado cuatro meses y 10 días desde el 20 de septiembre de 2017, el último día que Froome disputó una carrera (tercero en el Mundial contrarreloj), justo el día que el servicio legal antidopaje de la UCI (LADS), notificó a Froome su positivo.

El expediente sigue aún en manos del LADS, que espera la respuesta científica del ciclista y que después consultará con el abogado externo Antonio Rigozzi si se le sanciona. Si Froome acepta la decisión del LADS, se cierra el caso. Si no, decidiría el Tribunal Antidopaje de la UCI, cuya decisión sería recurrible ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS). Y todo ello llevaría meses.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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