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Federer: “Ni yo mismo me lo creo”

El campeón suizo, emocionado, habla de un "cuento de hadas" y se acuerda de su esposa: "Sin su apoyo hubiera dejado de jugar al tenis desde hace muchos años. Esto no funcionaría si ella dijera que no"

Alejandro Ciriza
Federer saluda a su esposa Mirka tras la victoria.
Federer saluda a su esposa Mirka tras la victoria.TRACEY NEARMY (EFE)

En la medianoche de Melbourne, ya en una clave de iluminación baja e íntima, Roger Federer trazó la misma ruta que un año atrás, cuando también ganó en Melbourne. El suizo, acompañado de su círculo más cercano, se dirigió a la pista dos del complejo para saludar a los fans que presenciaron desde allí la final en una pantalla gigante y los recogepelotas. Luego atendió a las televisiones durante más de horas, posó en el vestuario y a continuación brindó con los periodistas, copa de champán en mano, para celebrar su 20º grande. Se le planteó al suizo que se había sentido al cruzar el largo pasillo en el que descansan las imágenes de todos los grandes campeones en Australia y se sinceró.

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– Sinceramente, lo único en lo que pensaba era en asegurarme de que había la suficiente fuerza en mi bíceps, que no es muy grande, para sostener a este tipo.

Cuando Federer se refirió a “este tipo” lo hacía a Norman. “Esta es la primera vez que me quedo con el trofeo del torneo, que se llama Norman Brookes [en honor al australiano que se convirtió en el primer extranjero en ganar en Wimbledon]. En lugar de llamarlo ‘trofeo’ creí que debía darle un nombre y, como se llama Norman, he pensado que es muy adecuado. Él es Norman, un nuevo amigo. Todavía tenemos que conocernos bien el uno al otro”, bromeó.

De nuevo, Federer transmitía plenitud, pero sin llegar a perder ese punto de compostura que siempre tiene, independientemente de lo que haya ocurrido antes, haya ganado o haya perdido. Como siempre, hizo gala de su gran sentido del humor y luego, respuesta a respuesta, evaluó su última muesca a la historia del tenis.

“El número 20, de por sí, no tiene un significado especial para mí”, afirmó el suizo, cuya cifra predilecta es el 8. “Pero obviamente, el hecho de haber conseguido 20 es muy, muy especial, no hay duda”, continuó Federer. “Viví muchas emociones esta noche: la ceremonia final, la montaña rusa del partido, cinco sets contra Cilic, y luego ganar el sexto aquí, el 20 de mi carrera, defendiendo el título que gané el año pasado en Melbourne… El cuento de hadas continúa. Esto es lo más importante para mí, no tanto el igualar a Emerson y Novak. Ellos tienen sus dos propias e increíbles carreras y les admiro por lo que han hecho. Para mí, este es otro momento muy especial en mi vida”, contaba el gran artista de la raqueta.

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Cilic y Federer, este emocionado, en la entrega final.
Cilic y Federer, este emocionado, en la entrega final.Michael Dodge (Getty)

Posteriormente profundizó en cómo conserva su ambición y progresivamente se adentró en un terreno más personal. “Creo que no abusando, no jugando todos los torneos. Me gusta entrenar, me gusta viajar y tengo a mi alrededor un gran equipo. Al final veo que mis padres están terriblemente orgullosos de lo que estoy haciendo; eso me hace feliz y jugar mejor”, expresó, en referencia a que va con la familia a cuestas por todo el mundo. “Y por supuesto está mi esposa [Mirka Vavrinec], sin cuyo apoyo hubiera dejado de jugar al tenis desde hace muchos años. Hace años tuvimos una conversación sincera sobre si ella era feliz haciendo esto, viviendo así. Es súper solidaria y asume una enorme carga con los niños [tiene dos parejas de mellizos]. No me gustaría estar lejos de ellos dos semanas… así que esta vida no funcionaría si ella dijera que no. Deben encajar muchas piezas para que yo pueda estar sentado aquí esta noche”, reflexionó.

Después recuperó el tono más distendido cuando le preguntaron por la imagen de Rod Laver retratándole con su teléfono móvil desde la grada. “No lo pude ver”, dijo, “porque tenía demasiadas lágrimas en los ojos”, agregó el número dos, que totaliza 332 victorias en 384 partidos de Grand Slam y el segundo tenista más veterano (36 para 37) que disputa una final tras Ken Rosewall (39). Además, es el tercer jugador masculino de la historia que gana más de cuatro majors después de alcanzar la treintena.

Pero, ¿y cómo demonios se consiguen todos esos récords? “En los últimos 12 meses he ganado tres grandes. I can’t believe it (ni yo mismo me lo creo). Ahora debo seguir planeando un buen calendario, mantener el hambre y quizá las cosas buenas sigan llegado. La edad no es ningún problema, es solo un número. Todavía quedan muchas cosas buenas por llegar”, remató Federer, que si ganase el próximo torneo que a priori va a jugar, en Dubái, se convertiría de nuevo en el número uno del mundo. De locos.

NADAL Y FEDERER: SE EXTIENDE EL DOMINIO

Este último laurel de Federer confirma un hecho sin paliativos: él y Nadal tienen la sartén por el mango y además desde hace tiempo. Entre ambos han obtenido los últimos cinco Grand Slams: tres del suizo (dos en Australia y uno en Wimbledon) y dos del español (Roland Garros y Wimbledon). El último vencedor que no fuera uno de ellos fue Stan Wawrinka, en Nueva York hace dos años.

Asimismo, la victoria del suizo refuerza también la abrumadora hegemonía del Big Four en el circuito: entre ellos, Novak Djokovic y Andy Murray suman 51 de los 59 últimos grandes. Solo han interferido el propio Wawrinka (Australia 2014, Roland Garros 2015 y US Open 2016), Andy Roddick (US Open 2003), Gastón Gaudio (Roland Garros 2004), Marat Safin (Australia 2005), Juan Martín del Potro (US Open 2009) y Marin Cilic (US Open 2014).

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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