El Valencia explota a un desgraciado Deportivo
Dos goles afortunados le dan una merecida victoria al equipo que prepara Marcelino ante un rival dadivoso que pudo empatar en la última jugada del partido
Dos goles de risa le dieron la victoria al Valencia en Riazor, un triunfo sin mayor tacha que el de la ejecución, un nuevo golpe para un Deportivo que se esfuerza, pero que pena por errores individuales que no deben opacar el magro balance colectivo. Aún así tuvo el empate en un final que a punto estuvo de dar un inesperado golpe de teatro, un maquillaje que al final se difuminó.
El Valencia creció en Riazor desde la paciencia, aguantó la obsequiosa puesta en escena del Deportivo, sobrevivió a algún susto inicial como un testarazo de Borges al travesaño y con convicción se fue a por el rival, sin grandes cambios de ritmo más allá de los que aplicaba Guedes, que conduce la pelota con dos marchas más que la mayoría de los mortales. Avanzó el equipo de Marcelino desde la pulcritud, manejó la pelota y desbarató el amago de presión del Deportivo, que siempre anuncia esa idea, pero no acaba de cumplirla. En esta ocasión visto su escaso colmillo en la resta optó por acularse en el área. Ocurre que estamos ante un grupo de futbolistas que se despliegan con temor en esa faceta porque a estas alturas, tras acabar apenas tres partidos sin conceder gol en la primera vuelta, no confían en su instinto zaguero. Y en el fútbol, como en la vida, la confianza prende el motor.
En el Deportivo no se confía en muchas cosas, pero sí algo ha estado sometido en lo que va de liga a debate y a demoledores escrutinios es el asunto de la portería, la asignatura pendiente de un club que le quitó importancia cuando nutría la cesta de la compra. Pues anda canino. Pasan porteros bajo palos y ninguno destila seguridad. Entre la galería de despropósitos semejaba que Rubén, un meta de buenas condiciones, podía detener la sangría. Pero la lupa aumenta todo el desastre. Rubén falló de manera estrepitosa ante un disparo flojo de Guedes, un tirito desde fuera del área con el interior ante el que puso las manos y se quedó con el molde.
El error fue grosero, pero la acción nació en una colada de Santi Mina por la médula del entramado deportivista. Por allí entró pleno de convicción y potencia el delantero vigués ante la dimisión de Guilherme, al que primero Mel y ahora Cristóbal no cesan de alinear como mediocentro defensivo. Futbolista pintón con la pelota, resolutivo como interior, Guilherme tiende a perder la posición en la cabeza de la defensa y no es contundente. Todas esas taras las mostró en la jugada en la que la cámara retrató en primer plano, no puede ser de otro modo, a Rubén. El Deportivo busca, y no encuentra, los refuerzos de un portero y un mediocentro mientras se acerca el ecuador del mercado.
El gol, en la recta final de la primera parte, castigó en exceso al Deportivo, al menos por su esfuerzo en sostenerse y lanzarse en alguna contra, pero premió al Valencia, que empieza a dosificar esfuerzos y a buscar en un armario que cada vez tiene más prendas. Marcelino comenzó la temporada apoyándose en un once tipo sobre el que aplicaba leves variaciones. Estabilizó un plan y ahora integra en él cada vez a más futbolistas, Coquelin, el último en llegar, con apenas 48 horas de bagaje en el club, entró en el equipo como si llevase en él desde el verano. Se aplicó el refuerzo procedente del Arsenal en la sala de máquinas junto a Parejo, con Maksimovic volcado a la derecha en la segunda línea de cuatro diseñada por el técnico asturiano. Rubén Vezo ejerció como lateral derecho, Vietto y Zaza salieron desde el banquillo. Kondogbia no estaba disponible, tampoco el ya largo tiempo lesionado Carlos Soler. El Valencia ha vuelto y tiene mimbres.
El devenir del partido, la desventaja, invitó al Deportivo a exponer. Cristóbal llamó a Emre Çolak, un bombero, un habitual para apagar las llamas. Con más voluntad que talento se fueron los locales a por el empate, sin Borges, el llegador, que fue sacrificado para dar entrada al mediapunta turco. Con él, con Adrián, Andone y Lucas Pérez marchó el Deportivo hasta que se topó de nuevo con la desgracia, con un error individual. Miga a miga hace el equipo coruñés un pan como unas tortas. Apenas pasada la hora de juego Albentosa controló la pelota como un kaiser y la jugó como un cadete. Su torpeza la aprovechó el Valencia para montar un contra y marcar el segundo tanto con un remate de Rodrigo que tropezó en un defensa para dejar a contrapié a Rubén. Pareció la sentencia, pero en los últimos cinco minutos el Deportivo dejó un último aliento, marcó Andone y debió empatar Adrián sobre el pitido final en una ocasión que puede que se acabe recordando durante mucho tiempo en Riazor.
El Deportivo solo le ha ganado al Valencia en uno de sus 21 últimos enfrentamientos de liga. Por esa deriva, pero sobre todo por potencial económico y futbolístico, cabría no exigirle el triunfo ante un rival superior que pelea por objetivos mucho más elevados. Nada de eso tiene que ver con el rastro que deja de equipo superado, tocado en aspectos que necesitan urgente cirugía. La temporada en la que esperaba dar el salto y dejar de padecer como en las anteriores se ha convertido en un calvario para los coruñeses que, salvo que el Alavés caiga en casa ante el Sevilla este domingo, acabarán la primera vuelta en puesto de descenso. El Valencia transita en sentido contrario. Confirma su tercera plaza en el campeonato, ocho puntos por encima del Real Madrid y salvaguarda en nueve su puesto para regresar a la Liga de Campeones.
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