El Real Madrid empata contra el Celta y va de mal en peor
Los de Zidane, sin fútbol, empatan en Vigo ante un Celta guiado por un gran Iago Aspas y que mereció más. Los madridistas, a 16 puntos del Barça
La Liga se ha convertido en una penitencia para el Madrid, que con un partido menos zozobra a 16 puntos del Barça antes de concluir la primera vuelta. A la deriva, no se corrigió en Vigo, donde se fue por el desagüe en el segundo tiempo. El primero no fue un tratado futbolístico pero, al menos, emparentó el duelo con un Celta aupado por su jugador bandera, Iago Aspas. Con un buen rato de Isco y Bale de francotirador, remontó un gol de Wass. Luego fue la nadería y quedó a expensas de Keylor. Horas después de que Zidane regateara a Kepa en favor del costarricense, Keylor detuvo un penalti al mejor de la noche, Aspas. El Madrid ya no es de esta Liga y, salvo remedio europeo, se avecinan curvas cuando aún faltan cinco meses de torneo doméstico. Y por más que la Champions sea el trofeo fetiche, un club como el Real no puede convertir en un trámite cada cita liguera.
Hasta que el Celta se tragó al Madrid tras el descanso, hubo un guion común. Ninguno encontró mejor flotador que jugar en campo ajeno. En el propio nadie sacó pecho. Ninguno tiene excelencias en la intendencia defensiva, ni siquiera el cuadro vigués, cuya escala jerárquica no es la misma. Así, hasta el intermedio el duelo gravitó sobre Isco y Aspas, los más ilustrados de cada cual. Sus apariciones en rancho contrario marcaron el pulso. Pero a los muchachos de Unzué les costaba mucho más hilar con su distinguido guía. En parte, por la presión alta de los de Zidane, predispuestos para atornillar a su rival en el punto iniciático del juego.
Cuando el Celta se veía anudado la vía era dar con la diana de Maxi Gómez, un uruguayo con nervio y siete cuerpos, un convoy por sí mismo. Con todo, una vía de ataque más cómoda para la zaga visitante, mucho más en alerta cuando quien articulaba la ofensiva era Aspas. Un futbolista pillo, con tanta clase que tiene una zurda que le vale por dos piernas. Con la izquierda estrelló la pelota en un poste tras un estupendo centro de Hugo Mallo. Todo un aviso para el Madrid. Con Aspas siempre avizor.
A la otra orilla, el Madrid pululaba con Isco, de vuelta a la titularidad tras el envite por Kovacic en el clásico, y sus citas con Bale, suelto en la vanguardia junto a Cristiano por la ausencia de Benzema. Al galés se le espera, pero no siempre está. El día o la noche, nunca se sabe. Fue el británico quien más inquietó a los gallegos antes incluso de concretar la amenaza. Hasta entonces, las principales alarmas se encendían con Isco y Aspas. Por el embudo central no fluían Kroos y Modric, tampoco Tucu Hernández y Radoja. Y por los costados, Mallo y Marcelo se neutralizaron, mientras el novel Achraf esposó de tal forma a Sisto, el máximo asistente de la Liga, que le dejó a la intemperie.
El paseíllo, esta vez, fue para Wass
Con el partido ambulante, Aspas, cómo no, advirtió la autopista por la que esprintaba Wass, al asalto desde el medio campo sin un adversario que le hiciera ni cosquillas. Una jornada después de la solitaria aventura de Rakitic en Chamartín, a Wass le hicieron el mismo paseíllo. Eso sí, el danés resolvió como un ángel, con toquecito de palanca que hizo volar el balón sobre la coronilla de Keylor. Un gol bellísimo.
Sin tiempo para las serpentinas, el Celta se dio de bruces con Bale, en su salsa en Balaídos. Nada le gusta más que los partidos que son expansivos, aquellos en los que no tiene teóricas aplicaciones y el contrario le da pista, le ofrece horizontes. Tan descamisado puede ser el cuadro celeste que un simulado vahído de Maxi en el área de Keylor derivó en una escapada de Kroos. El alemán no es un galgo, pero sin minas por delante cruzó el campo y Bale le agradeció el recado: un pase al espacio, a espaldas de su carcelario y orientado hacia su atómica zurda.
El galés estampó la pelota en la red con un disparo preciso, geométrico. De inmediato, Bale encontró otro mensajero de lujo. En posición de ariete, tiró otro desmarque entre dos zagueros mal abrigados, lo adivinó Isco y el británico selló el gol con un remate con el empeine exterior de la zurda. Sin pisadas de Cristiano, pero con Bale de chacal, el Real Madrid se vio en ventaja en un parpadeo.
Keylor, error y enmienda
El relato del segundo tiempo ya no fue el mismo. Aspas se mantuvo como actor principal, pero el Madrid perdió de vista a Isco. Como consecuencia, el Real se quedó sin gobierno, sin el sustento del balón. Por momentos, hasta incapaz de trenzar dos, tres pases seguidos. Se quedó sin discurso en cualquier faceta del juego. El Celta cogió impulso y tuvo a merced a su enemigo, deshilachado, lleno de costurones. Y el equipo celeste no es de los que especulan. Olió el bajonazo madridista y a hombros de Aspas tuvo al Madrid en las cuerdas.
Llegó lo que parecía irremediable. Pero con suspense. Keylor derribó a Aspas y luego le detuvo el penalti. Ni así se arrugó el conjunto celtiña. Por enésima vez pilló a Marcelo fuera de lugar y un centro de Wass, con tanto tiempo y espacio para el centro como había tenido para su gol, lo cabeceó Maxi, que es una pértiga y estaba libre de amarras. Merecido para el Celta —que reclamó otro penalti, esta vez de Marcelo al infinito Aspas—. Y merecido para el Madrid, que pasó el segundo tiempo en la cuneta hasta el último suspiro, cuando Lucas tuvo la victoria a tiro pero se le interpuso Rubén. Ya entonces no transitaban por el partido Modric, Isco y Bale. Nada mejoró al Real, que va de mal en peor en la Liga.
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