Romarinho, entre la ‘saudade’ y la indisciplina
El punta del Al-Jazira, que fue expulsado de la cantera del Sao Paulo, dejó Brasil para irse a Qatar y ayudar a su familia económicamente
En el Corinthians cuentan con los dedos de una mano (y no llegan a cinco) las veces que Romarinho se sentó delante de cámaras y micrófonos para contestar a los medios. Extremadamente tímido, el delantero brasileño se escabullía cada vez que podía. Después de la eliminatoria contra el Urawa que clasificó al Al-Jazira para la semifinal del Mundialito, el punta no tuvo más remedio que atender a la FIFA. “Somos jóvenes, pero tenemos personalidad”, resumió. Su equipo se mide este miércoles al Real Madrid en las semifinales del Mundial de Clubes (18.00, TVE).
Romarinho tiene 26 años y dejó Brasil con 23. No emigró, sin embargo, a Europa, destino habitual para las jóvenes promesas cariocas, sino que eligió Qatar y El-Jaish. Allí jugó tres temporadas y este verano fichó por el equipo de Emiratos Árabes entrenado por Ten Cate. Nacido en Palestina, un pueblo de 11.000 habitantes a 500 kilómetros de São Paulo, de familia pobre, eligió la opción más rentable para cambiar la vida de los suyos y ayudarles económicamente.
En el Corinthians los hinchas aguardan su vuelta, le mandan mensajes para que regrese y el club siempre le ha dejado las puertas abiertas. Es un jugador muy querido por la afición porque siempre marcaba goles a los mayores rivales, como al Palmeiras, al que anotó dos en el derbi de su debut, o como a Boca, al que marcó uno en la final de la Copa Libertadores. El sábado, cuando el Al-Jazira se clasificó para la semifinal, su antiguo club le envió un tuit cariñoso. “Mira el Romarinhooooooo, en las semifinales del Mundialito. ¡Que tenga cuidado el Real Madrid! Felicidades por otra victoria Al-Jazira, mito”.
Romarinho, por cierto, ya jugó una final del Mundialito en 2012, la que el Corinthians ganó al Chelsea (1-0). Vistió la camiseta del club brasileño dos temporadas antes de emprender su aventura en Qatar en 2014. Empezó a jugar al fútbol en el Rio Branco. Su salario era de 500 reales (129 euros), pero Lincom, su compañero en la delantera, le ofrecía 50 (casi 13) por pasarle el balón en lugar de ir directo a portería. El dinero extra bien valía un pase, aunque aquello significara no marcar. No gastaba ni en el móvil. Tenía una tarjeta de prepago y llamaba a los amigos a cobro revertido. Varias son las veces que le vieron, en su época en el Corinthians, empujar el coche viejo de uno de sus tíos que solía ir a verle. No había manera de que el Chevette arrancara solo.
Al delantero brasileño le vio en un campo de tierra de Palestina Hérico Cardoso, cuando Romarinho era un niño de cinco años. Consiguió llevarle a la cantera del São Paulo, de donde le expulsaron por indisciplina y porque no le gustaba estudiar. “Echaba de menos a la familia. Era un niño con saudade [nostalgia]. En el São Paulo tenía lujos y privilegios y no aprovechó la oportunidad, prefería estar al lado de su padre y su madre”, relató Cardoso.
Él fue quien llevó a Romarinho al São Paulo y de él se estuvieron cachondeando un tiempo. “Yo creo que nunca me lo perdonaron. Y creo que Romarinho con el tiempo se arrepintió”, confesó Cardoso, a Breiller Pires, periodista brasileño. De vuelta a casa, el delantero primero recaló en el Rio Branco (2010) y más tarde en el Bragantino (2011).
Admirador de Ronaldinho, a Romarinho le encantaba cómo conseguía deshacerse de los rivales mirando en una dirección y enviando el balón en la contraria. El Corinthians fue su gran escuela. “En algunos equipos los delanteros no defendían. En el Corinthians me tuve que adaptar y aprender a hacerlo; de lo contrario, no habría jugado. Para ser valorado en Europa, además, hay que saber defender, no solamente atacar”, contó. A Europa no llegó. Pero es la estrella del Al-Jazira que mañana buscará eliminar al Real Madrid.
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