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Ciclogénesis del Málaga ante la Real Sociedad

Los de Míchel dejan de ser colistas al tumbar al equipo de Eusebio en Anoeta con oficio y dos penaltis justos e inesperados (0-2)

FOTO: Borja Bastón celebra su gol a la Real Sociedad. / VÍDEO: Declaraciones de los entrenadores tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: J. M. Serrano Arce (getty) / atlas

En pleno aviso de ciclogénesis explosiva, en Anoeta corría una brisa leve. Y buena temperatura. Demasiada calma, como si el colista Málaga fuera una luz tenue, un quinqué para iluminar a una Real un tanto aturdida por sus últimas flaquezas: que si el flato en los minutos finales, que si la debilidad anímica para sustanciar su buen fútbol, que si su inconsistencia. Un punto leve de depresión, como si padeciera de pronto el síndrome de Dorian Grey. Y el Málaga que llega de colista, ahí sí que existe el aturdimiento, el miedo, el vértigo, eso sí que es una ciclogénesis con aire de brisa marinera, engañosa, que liquida a la Real con un ejercicio de solidaridad apuntillado por dos de los penaltis más absurdos de la historia reciente de Anoeta.

Dos penaltis pueden parecer siempre una errata arbitral, pero en realidad fueron dos erratas de la Real, dos faltas de ortografía, de caligrafía. Dos suspensos que premiaron el esfuerzo del equipo andaluz como castigaron la anemia de la Real, en un cierto estado de melancolía tras sus inmejorables expectativas. El primer penalti lo marcó Borja Bastón, tras ser descolocado por Rulli al golpearle el talón. Se rehízo y disparó, salvando Llorente. Del Cerro Grande anuló la ley de la ventaja y volvió a la pena máxima. Pero el gol tuvo mucho que ver con Keko, que se apuró en una presión aparentemente inútil a De la Bella en la salida del balón que acabó en un error del lateral, en el penalti y en el gol. Olía a perfume del Eibar en la actitud de Keko, la exigente colonia de Mendilibar.

Las noticias de la Real eran como hojas que lleva el viento, parsimoniosas, aburrido vals con un acordeón y poco más. Oyarzabal dio la nota mandando a las nubes grises un cabezazo a placer, solo, toda la portería abierta, el portero suplicando perdón, piedad. El Málaga no era bello, pero era bueno. La Real, ni lo uno ni lo otro. Máxima diferencia posible. Frente al tran tran realista, ese vals nada fecundo, más propio de Ravel que de Strauss, se imponía el espíritu abnegado, solidario y eficaz de Recio, un futbolista impagable, un conmutador de energía que fue mejorando la prestaciones del Málaga hasta liquidar el partido.

Willian José, tan aburrido en el área contraria, decidió defender un libre indirecto en la suya. Y lo hizo a la perfección, despejando con el brazo. Se puede esconder una mano en el dobladillo de la túnica de Dios, pero un brazo es demasiado escandaloso. Penalti y Bastón que lo lanza igual. Rulli lo adivina, lo repele y Chory Castro (ex de la Real) llega antes que dos defensores a empujar el rechazo a la red. ¿Extraño, verdad?

Quedaba mucho, pero queda poco. Media hora puede resultar más larga para el que necesita remontar que para el que requiere resistir. Y los minutos cayeron como la babilla por la mandíbula en los atardeceres del estío: sin que la Real encontrara la manera de remediarlo ni el Málaga de destrozarlo. Un ir y venir, una brisa suave. Un aire leve. Una bendición para el colista que dejaba de serlo. Para la Real, sí, la ciclogénesis anticipada.

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