Getafe y Eibar, empate entre clones
Los armeros desperdiciaron un penalti mal ejecutado por Jordan y Dimitrovic detuvo a Lacen un lanzamiento clave en el último suspiro
El partido que ofrecieron Getafe y Eibar en el Coliseum Alfonso Pérez se desarrolló a partir de la mezcla de unos cuantos deportes alternativos. Sergi Enrich y Cala, por ejemplo, lucharon como dos yudocas, limpios y nobles en la ejecución. Antunes y Alejo, en la banda derecha, se retaron como lo hacen los cornerback y recievers americanos; y Bergara y Dani García saltaron continuamente a por la pelota como se retan los pívots en baloncesto. El mejunje deparó un partido soso, con algún chispazo de intensidad, que acabó por parecerse más a un pulso en el que ningún oponente se lleva la partida.
Y eso que en el primer minuto de partido Dimitrovic despejó con una estirada elástica un disparo de Amath que buscaba el palo izquierdo de la portería de Eibar. La jugada molestó sobremanera a Mendilibar porque se produjo a partir de un saque de banda. El fútbol a veces esconde perlas en medio del barro.
No lo hubo sobre el césped del Coliseum, criticado su pasto por no ser el más reluciente de la categoría, pero no influyó en el desempeño del juego de dos equipos armados para la contención. Con la baja del uruguayo Arambarri en el centro del campo Bordalás apostó por juntar a Fajr y Bergara en el centro del campo. La mezcla no resultó desequilibrada y en las pocas oportunidades en las que ambos pudieron entrelazar alguna combinación el balón llegó limpio hasta Molina y Ángel en ataque.
El Eibar también dispuso de su mejor escudo sobre el corazón del campo. Solo Alejo e Inui parecían al margen de la necesidad de trasladar su batalla al centro. Enrich y Kike García, dos delanteros de características similares -es un espectáculo observar como el menorquín esconde la pelota utilizando el cuerpo- que, sin embargo, estuvieron bien marcados por Djené y Cala. Con un gusto algo excesivo por las pocas complicaciones, lo que en fútbol se traduce en despejes y zapatazos varios para enviar el balón a campo contrario, el partido discurrió como un combate de boxeo. Hubo asaltos para uno y otro. Si Alejo enviaba al larguero un centro que se envenenó más de lo previsto por su lanzador, el Getafe respondía con alguna diagonal de Ángel.
Solo pudo romperse definitivamente el empate tras el penalti de Djené sobre Enrich. Se lanzó en plancha el central azulón para dificultar con su cuerpo el disparo desde dentro del área del nueve armero y el colegiado señaló la infracción. Jordan, especialista en la materia, ejecutó el lanzamiento de la misma forma que un pateador de rugby. Con la diferencia de que el larguero futbolero tiene unas dimensiones considerablemente más reducidas. La pelota se perdió en la grada con gran parte de las esperanzas de su equipo.
Movieron el banquillo ambos entrenadores, más tratando de mantener su argumentario sobre el campo independientemente de sus intérpretes. Salvo la lesión de Bergara, un problema considerable para el Getafe habida cuenta de la importancia del centrocampista vasco para Bordalás, las entradas de Shibasaki, que no coincidió con su paisano Inui sobre el césped impidiendo el que hubiera sido el primer duelo entre japoneses de Primera, o Bebe, en el Eibar, revolvieron las aguas sin alterar la corriente. Y eso que estuvo a punto Lacen de entregarle la victoria al Getafe con un zurdazo en el último latido del partido. No pasó y el partido, una mezcla particular de disciplinas, acabó en tablas. Como en el ajedrez.
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