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Aplauso infinito para Iniesta

Las aficiones del Sporting de Portugal y Juventus han regalado en esta temporada una sentida ovación al centrocampista azulgrana al ser sustituido

Jordi Quixano
Andrés Iniesta le pasa la cinta de capitán a Lionel Messi.
Andrés Iniesta le pasa la cinta de capitán a Lionel Messi.ALESSANDRO BIANCHI (REUTERS)

Fue en el minuto 116 de la final del Mundial de 2010. Fue tras un pase de Cesc Fàbregas. Y fue el momento de explosión que cualquier aficionado de la selección española habría deseado vivir al menos una vez en su vida. Gracias a Andrés Iniesta se palpó, disfrutó y gozó durante esa noche y todas las siguientes que se quieran porque quedará grabado en la memoria y en los libros. Pero para Iniesta no fue solo su momento, sino que fue la ocasión perfecta para recordar a Dani Jarque, a su querido amigo y central del Espanyol –club vecino y rival-, que había fallecido en el verano anterior porque su corazón dijo basta. El gesto de generosidad le valió el afecto de toda la grada blanquiazul. Pero también el del planeta balón porque evidenció ser capaz de anteponer las personas a la fama o al éxito individual. Aprecio, además, que no le faltó a Iniesta en toda su carrera porque le rebosa el fútbol de las botas. Y así se está viendo en esta Champions League como hace tiempo que se observa en todos los estadios de España a excepción de San Mamés, aunque más por tintes políticos e ideológicos que por otro motivo.

La primera muestra de cariño se la dio el estadio José Alvalade, casa del Sporting de Portugal. En ese encuentro la afición bramó, apretó y achuchó cuanto pudo, pero a falta de 10 minutos Valverde decidió poner a Paulinho para ganar físico a cambio de talento. De repente, la pita se tornó en una ovación cerrada como reconocimiento a la carrera de un jugador que nunca vio una cartulina roja, que entendió el deporte como lo que es y que desprende los valores que cualquier suegra querría para su yerno. Algo similar ocurrió anoche en el Juventus Stadium, donde la afición hizo retumbar los cimientos del estadio con sus cánticos y gritos, con su aliento y sus protestas. Y, de nuevo, de repente, la gente tornó el bullicio en aplausos porque Iniesta dejaba el campo a falta de 10 minutos para la conclusión del duelo para ser relevado por Jordi Alba. “Es muy bonito que te muestren este cariño tanto en casa como fuera. Pienso que la gente muestra lo que uno despierta en ellos. La verdad es que es un orgullo y me hace muy feliz como futbolista y como persona”, acertó a decir Iniesta un tanto abrumado tras el encuentro y ante las cámaras de beIN Sports.

No fue ni de lejos el mejor partido de Iniesta, perdido entre el poco juego de medios que practicó el Barcelona, más pendiente en restar líneas de pase que en originarlas en casa del rival. Aunque sí que fue el único medio que trató de amansar el cuero, de darle sentido al ataque, de poner la pausa y tratar de mezclar como los cánones azulgrana mandan desde que Cruyff llegara en su día. Dio 61 pases buenos –pocos cuando no hace tanto daba más de 80 de media…- y cinco malos, además de lograr siete recuperaciones y sufrir 11 pérdidas. Remates, ninguno; incidencia, poca. Pero el afecto del planeta fútbol, todo.

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