La peor noticia de todas
El Madrid, aquel equipo capaz de marcar tres goles sin tener una ocasión, necesita llegar siete veces al área para tener una
Cuando era más joven y más vulnerable invité a mi casa a un profesor universitario; era una visita de Estado, pues es sabido que eché el resto para aprobar COU. Le fui enseñado las estancias con ademanes palaciegos mientras miraba de reojo su sonrisilla cortés, y cuando nos sentamos en el salón y descorché el vino me dijo: "Mira una cosa ahora que acabaste: enseñar la casa es de paletos". Eso fue lo que ganó el Atleti en los primeros minutos: no enseñar la casa ni a punta de pistola. Si hay que ir al baño, o buscar la caja fuerte, que uno se las arregle solo. Por eso el Madrid, experto en los primeros minutos del Calderón, tardó en tomar las medidas en el Metropolitano: Ramos dejó un pase corto que aprovechó Griezmann y Varane, en la misma jugada, le dio un pase al hueco a Correa. Era el minuto 2 y el Atlético y su afición estaban solos delante de la portería del Madrid. Fallaron y no volvieron, o no los dejaron volver, hasta la segunda parte.
El partido empezó a ser poco a poco de Isco, cuya fuerza de la gravedad desborda los partidos independientemente del contrario. De una forma tan caprichosa que el Madrid, con un problema gravísimo arriba, un problema que le está arruinando la temporada, tuvo ocasiones porque hay que tener de todo cuando llegas mil veces a la portería contraria. Ganaron la banda izquierda, ganaron el control del juego, y todos y cada uno de los intentos terminaban con una placidez extraña, con una especie de resignación mística producto de tener anclados en el área, descargados de veneno, a Cristiano y Benzema. La misma nostalgia que pelear contra la Constitución. La misma apatía que golpearse contra una negativa que no se sabe torcer de otro modo: preguntarle "por qué" a tus padres y no salir del bucle "porque no".
Así es como el Madrid, aquel equipo capaz de marcar tres goles sin tener una ocasión clara, necesita llegar siete veces al área para dar la vieja sensación de peligro. Las veces que lo hizo fue obra de Kroos, que se presentó delante de Oblak tras una milagrosa secuencia de paredes con CR, y de Ramos, al que le dieron una patada en la cabeza sin que eso fuese penalti (las partes más débiles suelen ser las más desprotegidas por el estamento arbitral: deben de pensar que eso le corresponde juzgar a la Audiencia Nacional). El central no pudo seguir jugando porque le rompieron los huesos de la nariz, lesión no tipificada si no es producida con el codo o la cabeza.
El partido terminó con el peso de la Liga en la espalda de unos jugadores que empujaron sin imaginación y sin puntería, y por ahí se les fue escapando del todo: en medio de un estadio que no reconocían y de una temporada que prometía aburrimiento por delante, no emociones por detrás. A Cristiano Ronaldo le sobra medio segundo para disparar, el mismo medio segundo que marcó la diferencia el año pasado en Europa. Kroos, Isco y Modric pueden hacerlo todo detrás y delante, pero no al mismo tiempo (aunque Isco lo intentó y casi le sale) y los benzemistas empezamos a parecernos a aquellos fieles de Camarón que le gritaban maestro por cómo encendía los cigarros. Aún así el Madrid intentó ganar, apretó lo que pudo y lo que le dejaron. Empezó la temporada llegando y teniendo ocasiones pero sin marcar, y poco a poco en lugar de marcar ha ido dejando de tener ocasiones. Ya sólo llegan, o sea que quieren y no pueden, y esa es definitivamente la peor noticia de todas.
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